III parte
El 27 de octubre, viagra el Señor de la Vanguardia lo pasó en La Habana. Camilo estaba absolutamente convencido de que Hubert Matos sentía una feroz y enfermiza envidia por Fidel, y que su traición estaba motivada por una ambición desmedida. “Debemos estar alertas —dijo a su compañero William Gálvez ese mismo día—, porque hay un grupúsculo de gente que luchó contra Batista por puestos y prebendas, pero no por hacer una verdadera revolución”.
El día 28, en horas tempranas de la mañana y a bordo de un avión bimotor Cessna 310, el jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde volvió a Camagüey. El piloto era el primer teniente Luciano Fariñas, y completaban la tripulación el escolta de Camilo, Félix Rodríguez, y el capitán Senén Casas Regueiro. El objetivo del viaje —pensaba regresar a La Habana el mismo día— era el de concluir las actuaciones emprendidas durante su anterior viaje a la ciudad agramontina y acabar de depurar las responsabilidades. Eso es lo que hizo antes de iniciar el regreso hacia la capital del país. Camilo emprendió el vuelo a las seis y cinco de la tarde con los mismos compañeros, excepto Senén Casas Regueiro, que por la mañana había proseguido el viaje hasta Santiago de Cuba, pero ni el avión ni sus ocupantes llegaron a su destino. Al partir a Camagüey, Camilo dijo al jefe de su escolta, el capitán guerrillero Manuel Espinosa, Cabeza, que lo esperara en el mismo aeropuerto de Ciudad Libertad, que llegaría entre las siete y las siete y media de la tarde. Pasadas las ocho y preocupado por la tardanza, Cabeza puso el hecho en conocimiento de Osmany Cienfuegos, hermano de Camilo. A partir de ese momento, el revolico que se montó en todo el país fue mayúsculo.
Dirigida personalmente por Fidel, pronto se organizó la búsqueda por tierra y mar con la participación de prácticamente todo el pueblo. A pesar de la intensidad de la misma —el propio Fidel llegó a decir que se había hecho lo humano y lo no humano por hallar a Camilo—, doce días después aún no se tenía noticias ni del avión ni de sus tripulantes. El 11 de noviembre el Comandante en Jefe, en comparecencia radial y televisiva, informó lo que ya era más que evidente: que el Señor de la Vanguardia había desaparecido definitivamente.
Siete días de luto oficial se guardó por la muerte física de Camilo. La jefatura del Estado Mayor del Ejército Rebelde fue ocupada por el comandante Juan Almeida Bosque, y la jefatura de la Fuerza Aérea que ostentaba Almeida fue asumida por el comandante Sergio del Valle Jiménez. Así se resolvió el vacío de mando que provoco la desaparición de Camilo.
Como cabía esperar, no faltaron las especulaciones sobre la desaparición de Camilo por parte de la contrarrevolución. Con el perverso objetivo de dividir a los revolucionarios, aquellos inventaron tremenda cantidad de mentiras; entre ellas la de que Raúl y Fidel habían ordenado asesinar al Héroe de Yaguajay, porque, siempre según los calumniadores, éste estaba en desacuerdo con el rumbo de la Revolución.
Para desmontar tan infame acusación, existen infinidad de argumentos. Pero expondré las palabras pronunciadas por un individuo nada sospechoso de ser amigo del proceso revolucionario. Me refiero a Andrés Nazario Sargén, secretario general de Alpha 66, una organización terrorista que asumió la autoría de los atentados más dañinos contra Cuba: “Les voy a ser sincero. Castro es mi enemigo, pero estoy seguro que nada tiene que ver con la muerte del comandante Camilo Cienfuegos. Camilo, a quien yo admiraba enormemente, desapareció en el mar. Yo ayudé a buscar la avioneta por varios días. Y nada. ¿Qué pasó? Ese día el tiempo no era bueno. Y casi todos los pilotos con que contaba la Revolución eran aprendices. Para mi el mal tiempo y la inexperiencia del piloto fueron los responsables”.
Hubert Matos fue juzgado y condenado a veinte años de prisión, condena que cumplió íntegramente. Tras su puesta en libertad abandonó Cuba, para, desde los Estados Unidos y otros países latinoamericanos, organizar campañas diversas contra la Revolución. Durante su estancia en la cárcel, Matos no perdió su vena egocéntrica y ambiciosa, todo lo contrario; hasta el punto de que no pocos de sus seguidores más leales en sus proyectos contrarrevolucionarios lo abandonaran en su miserable camino.
Tremendamente carismático como era, la población revolucionaria de Cuba y de todo el mundo sintió enormemente la desaparición física de Camilo. Fidel dijo que “el consuelo que debe tener nuestro pueblo es que en el pueblo hay muchos Camilos, y Camilo seguirá viviendo en hombres que se inspiren en él, porque lo único que nosotros podemos pedirle a nuestro pueblo es que cada vez que la patria se encuentre en una situación difícil, que cada vez que la patria se encuentre en un momento de peligro, se acuerde de Camilo…” Y el Che dijo de su compañero y amigo que “la vida de hombres como él tiene su más allá en el pueblo; no acaba mientras éste no lo ordene”.
Todos los 28 de octubre, los niños y las niñas de Cuba dejan momentáneamente sus escuelas y acuden a las orillas de los mares y ríos para arrojar flores a sus aguas en recuerdo del comandante guerrillero. Camilo cumple hoy 56 años de desaparecido; sólo físicamente, por supuesto, porque, como no puede ser de otra manera, el Señor de la Vanguardia vive eternamente en la memoria de su pueblo.
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