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Camioneros brasileños: «Esta guerra es de todo el pueblo brasileño»

Duque de Caxias/AFP

Carola Solé

Unos 200 camioneros y vecinos, muchos con banderas de Brasil o con las caras pintadas de verde y amarillo, bloquearon el lunes la refinería de Duque de Caxias, cerca de Rio de Janeiro, decididos a ganar una «guerra» que desde hace ocho días paraliza al país.

Parados frente a la treintena de militares que custodian el recinto, nada ha cambiado para ellos con las concesiones anunciadas la víspera por el presidente Michel Temer para atender sus reivindicaciones.

«La propuesta de Temer [de rebajar el precio del diésel] es temporaria y el pueblo no quiere algo temporario, quiere algo permanente. El pueblo ya sufre ¿no es verdad? Entonces, sufrir un poco más vale la pena», afirma Carlos Alberto Neves, camionero y exmilitar, de 43 años.

Pero la sensación es que el combate, para muchos, cambió de terreno, ante un gobierno que se vio desbordado por el movimiento.

«¡Esta guerra no es solo de los camioneros, es del pueblo brasileño!», gritan algunos manifestantes, apelando a mejoras en la salud, en la seguridad y la educación.

Para Tango Roxa, un vendedor de electrodomésticos de 45 años, con el rostro y su espesa barba pintados de verde y amarillo, «esta no es una lucha por rebajas en el diésel, es porque queremos un país mejor para nuestros hijos y nietos».

«Nos cansamos de este país corrupto. Si más personas salen a la calle, el gobierno seguro que cae», se entusiasma.

Continúan los bloqueos

A inicios de la tarde, había 556 bloqueos de carreteras en 24 de los 27 estados del país, en su gran mayoría en los ricos estados del sudeste y el sur, informó la Policía de Carreteras Federal (PRF).

La huelga, contra el aumento de los precios del diésel, impactó en todos los sectores de la mayor economía de América Latina: aprovisionamiento de combustibles y alimentos, y traslado de medicamentos para hospitales y de raciones para las explotaciones agroganaderas y los criaderos, donde murieron millones de aves en los últimos días.

Al menos cinco aeropuertos cancelaron vuelos el lunes. En Sao Paulo, capital económica del país, la flota de autobuses funcionaba al 70% de su capacidad y en Rio al 45%.

En las gasolineras donde llegaba combustible, se formaban kilométricas colas de automóviles.

La Asociación Brasileña de Comercio Exterior (AEB) estimó que a causa de la paralización dejaron de exportarse productos por 1.000 millones de dólares.

Temer anunció el domingo una reducción de 46 centavos de real por litro de diésel durante 60 días, junto a otras medidas que dieron satisfacción a la mayoría de las centrales gremiales. Pero eso no bastó para acabar con el movimiento.

Petrobras se hunde, petroleros anuncian huelga

Las acciones de Petrobras en la Bolsa de Sao Paulo se hundían el lunes por la tarde en torno a 14%, en reacción a las concesiones anunciadas por Temer. El jueves pasado, los valores de la petrolera estatal ya se habían derrumbado otro 14%.

La medida más cuestionada por los mercados es la reducción de 46 centavos de real por litro de diésel durante 60 días, y luego de ese periodo una revisión mensual de precios, y ya no diaria, como lo hacía la estatal Petrobras hasta la semana pasada, cuando estalló la crisis.

El impacto de las nuevas subvenciones para ayudar a Petrobras a mantener sus márgenes será de 9.500 millones de reales (unos 2.500 millones de dólares), que pueden comprometer las metas fiscales y la credibilidad del gobierno, cuya mayor bandera ha sido el restablecimiento de las cuentas públicas a través de duros ajustes.

Para completar el cuadro, la Federación Única de Petroleros (FUP) convocó a un paro de 72 horas a partir del miércoles en Petrobras, exigiendo la reducción de los precios del gas de cocina y de los combustibles y la renuncia del presidente de la firma, Pedro Parente, «quien con el aval del gobierno de Michel Temer sumió al país en una crisis sin precedentes».

Organización horizontal

La dinámica de los bloqueos, realizados principalmente por camioneros autónomos (propietarios en su gran mayoría de un vehículo), parece escapar a cualquier organización vertical.

«En cada bloqueo, consultamos con el pueblo cuál sería la mejor decisión (…). Por las redes sociales, por teléfono o whatsapp. Nadie manda. Somos como una sola persona, como una familia», sostiene el exmilitar.

Danilo Paes, un desempleado de 60 años y padre de dos hijos, quiso unirse a la protesta, desesperado por las dificultades para sacar adelante a su familia y pese a sufrir en carne propia el desabastecimiento de comida.

«Es un remedio amargo, pero precisamos de este sacrificio para que las cosas cambien. El gigante se está despertando», afirma.

Incluso los chóferes de camiones cisterna subcontratados por Petrobras se solidarizan con las protestas, pese a que llevan ocho días prácticamente sin trabajar.

«Esto es mejor que la Copa del Mundo. El brasileño perdió un poco de patriotismo, ya ni pinta las calles o coloca banderas [en vísperas del Mundial de Rusia], pero la vibración está volviendo», afirma uno de esos conductores, de 39 años, que pidió no ser identificado, por miedo a represalias.

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