(Parte I)
Luis Ponce
@Luisponcebe
Los 70 y 80 fueron, como bien se sabe, años de mucha efervescencia social. Por un lado, las calles se inundaban de mujeres y hombres que se manifestaban contra un sistema injusto; por otro, en las montañas y ciudades, muchos pasaban a la -clandestinidad-, se gestaba la lucha armada de liberación. En medio de todo este contexto, surgieron expresiones artísticas que acompañaron el sueño revolucionario del pueblo. Una de ellas… el canto popular.
Más allá de notas, acordes o letras, fueron denuncia y testimonio de una historia que se gestaba en sus manos, en sus cuerdas, en el viento o en los mazos y bombos. A lo largo de los años surgieron diversos grupos, diferentes entre sí, con tendencias a veces distantes: unos cristianos, de organizaciones y otros completamente guerrilleros.
Yolocamba I Ta, El Sembrador, Cutumay Camones, Guinama, Los Torogoces de Morazán y muchos otros como banda Tepehuani, Mahu-Kuta, mismos que a través de sus canciones hoy permiten conocer la voz de quienes en esos años estaban acallados por el imperialismo.
Hablar de ellos hoy, así como de personas específicas, es hablar de quienes siempre le han cantado a Monseñor Romero. Aunque hoy es una figura querida por la mayoría, basta con recordar que hace un par de años las conmemoraciones de su martirio eran celebradas por los mismos de siempre que clamaban justicia y elevaban plegarias por su beatificación.
Al ver esta historia como un compromiso personal, Carolina Fuentes decidió trabajar un documental al que ha llamado “Nuestro derecho a cantar”. Ella fue parte de las comunidades cristianas de base y el alma de éstas era la música. Expresaba la esperanza de un cambio, de reencontrarse como seres humanos. Desde canciones que a veces parecerían ingenuas, como “Viva la gente, la hay…”, hasta lo que surgió como más elaborado, con base en la fe.
Carolina fue parte del grupo El Sembrador, del cual Guillermo Cuéllar era el compositor, allá por el 74 y 75. Hoy, después de personalmente haber tenido una carrera en medios, su cuestionamiento personal fue “¿qué no se ha dicho que deba decir yo?”. Descubrió que era la historia de la música, de su corazón, lo que dio sentido a su juventud.
La producción de este documental, como expresa Fuentes, se convirtió en un documento de derechos humanos antes de ser trabajado a nivel visual, con el análisis de lo que fue la música dentro del contexto de la represión militar. Aunque está lleno de mucho sentimiento, emana de algo que va más allá de un recuerdo o nostalgia. Actualmente dura 50 minutos. Es un tributo al movimiento de la música, antes y durante la guerra. Dentro de esto la Figura de Monseñor Romero sobresale.
“Monseñor fue fuente de inspiración de canción, para mover consciencia, para acompañar al pueblo, validar la vida misma de los jóvenes. Por eso, cuando lo matan nos matan a todos”, dice Fuentes. Ella era alumna de la UCA y recuerda que estaba en clase con Ignacio Martín Baró cuando Achaerandio, otro jesuita, llegó y le susurró los acontecimientos del día del martirio. Su muerte significaba que ese salvoconducto de hablar, de decir, ya lo habían aniquilado.
El documental no ha sido lanzado o puesto a competir. Carolina ha pasado viajando entre universidades y otros centros de estudio. Una de las experiencias que más recuerda fue en la Escuela Monseñor Romero de Los Ángeles, California, donde la presentación fue a partir del cuarto año y fueron invitados hasta los padres, muchos de ellos latinos y migrantes, con quienes compartió la experiencia de -re-encontrarse con la raíz, de alguna forma, de muchos de ellos.
Carolina, como se dijo antes, fue parte del grupo El Sembrador. Guillermo Cuéllar era compositor de éste. Su trabajo siempre ha estado marcado por un eje central, como él mismo lo expresa, la comunidad cristiana de base. Fue muy cercano a Monseñor Romero, de tal forma que éste le manifestaba a veces su descontento con algunas letras de canciones que se cantaban en las comunidades. Sin embargo, y aunque él se dio cuenta de está mención tiempo después, el obispo mártir re refirió a él en su última homilía dominical, el 23 de marzo de 1980.
“Una nota simpática, también, de nuestra vida diocesana: que un compositor y poeta nos ha hecho un bonito himno para nuestro Divino Salvador. Próximamente, lo iremos dando a conocer: ‘Vibran los cantos explosivos de alegría, voy a reunirme con mi pueblo en catedral, miles de voces nos unimos este día, para cantar en nuestra fiesta patronal’. Y así siguen estrofas muy sentidas por el pueblo. La última es muy bonita: ‘Pero los dioses del poder y del dinero, se oponen a que haya transfiguración, por eso, ahora vos sos, Señor, el primero, en levantar el brazo contra la opresión”, Mons. Romero.
(Continuará)