Título: Canto Germinal
Autor: Juan Carlos Cárcamo
Primer Lugar: Certamen Literario Hugo Lindo
Dirección de Publicaciones e Impresos
Ministerio de Cultura, El Salvador
Diseño: Santiago Arnulfo Pérez
Tiraje: 500 ejemplares
“La sabiduría es hija de la experiencia”
Leonardo Da Vinci
Con una pluma desenfadada pero con el peso de un primer lugar en poesía en el certamen Literario Hugo Lindo, el poeta Juan Carlos Cárcamo vuelve a las andadas para endulzarnos con su libro Canto Germinal, trabajo cuyas líneas llevan luz bajo el sello de la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI) del Ministerio de Cultura.
No puedo olvidar que dicho evento surge para conmemorar el centenario del escritor Hugo Lindo (La Unión, octubre/1917-San Salvador, septiembre de 1985), uno de los grandes poetas de nuestro país, involucrándose en ello la familia Lindo y la Dirección de Publicaciones e Impresos, dejando como resultado la publicación de este opúsculo.
Señalaré, además, que este poeta nonualqueño buscaba un sitial privilegiado en las letras nacionales desde sus inicios, recibiendo apoyo del poeta Gabriel Otero, quien era director de la DPI y lo envía –junto a Luis Alfredo Castellanos (Simiente); Javier Alas (Taller Literario Xibalbá y Abrapalabra); y Daniel Eguizábal (Silencio)-, a estudiar un diplomado en literatura a Quintana Roo (México) en 1990. Ello lo incentiva a promover su arte y visualizar que su trabajo está recibiendo frutos.
Por ello nos atrevemos a decir que Juan Carlos Cárcamo no es ajeno a las lides culturales, pues, siendo parte del grupo Escritores de La Paz, funda con otros coetáneos el Taller Literario Simiente (1990) cuyos textos han merecido algunos palmares que a la postre fueron pilar fundamental en su carrera como escritor.
Sus incipientes escritos aparecen impresos en las páginas del Suplemente Cultural 3000 de diario Co Latino bajo la sombra de Escritores de La Paz, y a finales de 1989 envía su trabajo poético Despierta, Cuscatlán, despierta, obteniendo mención de honor en el certamen literario Alfonso Hernández, promovido por ASTAC.
Y es que el auténtico escritor no debe detenerse, pues tarde o temprano dará el salto de calidad con propuestas en la búsqueda de un lenguaje más depurado que lo catapulte, y Juan Carlos Cárcamo lo sabe, por eso envía más trabajos a los certámenes obteniendo un primer lugar en los Juegos Florales de San Miguel (1993) con su poemario Viaje al corazón del huracán y quien esto escribe lo hizo con su libro Los hijos del trueno.
Otoniel Guevara escribió hace varios años: “Cuando el poeta calla es porque algo anda haciendo con las manos”, lo cual se apega literalmente a este vate nonualqueño, pues durante un tiempo se dedicó a escribir y a pulir sus escritos, trabajos que le han merecido ciertos galardones en los últimos tiempos, entre ellos primer lugar en los Juegos Florales Ahuachapanecos con Donde habita la lluvia (2016), sumándose a sus palmares el conmemorativo del asesinato de los sacerdotes de la UCA.
Acotaremos que las dotes artísticas de este nonualqueño le vienen de la dinastía de Los Hermanos Cárcamo, un grupo musical de gran trayectoria, por eso no nos sorprende que haya formado parte del grupo musical Zunca, quienes compusieran la tonada –irreverente, si se quiere- “Muchacha de San Miguelito”.
Veamos esta voz que ahora se nos presenta más avispada y con ganas de decir algo para no atragantarse del ciclo que nos tocó vivir, donde prendemos una vela a las quince mil vírgenes rogando a Dios volver sanos a casa: “Somos fuego que sangra/ generación que en cada esquina/ convoca guerras y eleva una plegaria”.
Luis Cardoza y Aragón dice que “La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre”, por lo cual afirmamos que la imagen literaria está emparentada con la calidad de lo que se escribe, tal es el caso de J.C. Cárcamo, quien en Canto Germinal anuncia: “Vivir a gotas/ cuando la ciudad cobija/ todos los rincones… / cuando los gritos deshojados/ se desbordan en abismos”.
Juan Carlos Cárcamo presenta en Canto Germinal un libro plasmado con temas variopintos, alegorías que rescatan la filosofía del hombre, sus debilidades y virtudes, textos sosegados… con ciertos aderezos que visualizan a un escritor fogueado en las lides poéticas, pero que teme dormirse en los laureles.
“El viento peina nuestras estaciones y/ cobija los días de lluvia… (Por eso es que) al mirarnos a los ojos se diría/ cuanta estela vagabunda/ sin destino/ o procedencia…/ viajan en medio de orificios espaciales… / nuestras alas vierten angustia/ y lloramos/ por la nube que se va”.
Abonaremos que cada línea impresa en Canto Germinal está condimentada con cierta dosis de filosofía, así como de la búsqueda del ser para alimentarnos con imágenes literarias que atrapan al lector de principio a fin, espacio que marca un antes y un después, ya que el vate reviste sus versos de lluvia y celajes el canto que le es dado.
“La quietud es un manto que abraza los minutos/ una estatua hecha de silencio”… escribe el poeta, para después agregar: “Esta ciudad es un río que alimenta/ del mismo modo el ayer y las promesas”…
Menester es señalar que quien dice llamarse poeta lo mostrará con perseverancia, la cual dará testimonio de que los años en este bregar le permitieron llegar lejos, en ese sentido y sin ánimos de pecar de “sabelotodo”, pero sí como terco lector de poesía, diré que las lecturas a deshoras me han permitido ver jóvenes que optaron por actividades más rentables al enterarse que en este oficio no pasarían del pan recién horneado.
Y razón tendría de ello, pues durante la guerra surgió una miríada de “poetas” que, terminado el conflicto, se les “mojó la pólvora”, y jamás volvieron a escribir esas líneas panfletarias e incendiarias, a diferencia de Juan Carlos Cárcamo que ha sabido llevar de la mano el oficio de escritor con la de profesional en otras lides, sin descuidar lo estético.
Transcurridos los años ponemos nuestra mano –a manera de visera- sobre el rostro para reflexionar sobre el caudal que se llevó el tiempo, enterándonos que en la alforja de J.C. Cárcamo quedaron los textos iconoclastas e incendiarios, tal como nos tenía acostumbrado, y eso es bueno, pues el poeta debe ir siempre un paso adelante para hurgar en la raigambre del canto un trozo de su sentimiento, entregándonos versos intimistas, pero con otra visión de mundo, pues el León aunque pasen los años no olvida su arraigo ni los caminos recorridos, por eso deja huella para que otros congéneres tengan de qué hablar:
“De pronto me volví viejo/ y descubro en La Reforma/ y me he vuelto más amigo de las horas/ y descubro que amo la sola posibilidad/ de entender la vida aunque sea en migajas/ Y desde aquí en mitad de un túnel-café en Puebla/ descubro que prefiero esta sencillez humana de tejer versos”…
Juan Carlos Cárcamo está consciente de la época turbulenta que vivimos, por eso se mantiene deshojando ausencias y camina descalzo sobre la línea del verso, pero no lo hace de forma antojadiza hacia un futuro incierto, por ello nos entrega un canto lleno de armonía:
“Tanto silencio es demasiado para una sola mirada/ Tanta canción negándose a sonar y el mundo calla/ Ése era mi rostro/ mi abnegada vocación por la nostalgia”, transformando la monotonía en un manantial metafórico.
En el opúsculo que comentamos encontramos una poesía reposada, aderezada con versos pigmentados de cierta dosis de filosofía… y es que ese tema le va bien a Juan Carlos Cárcamo, pues su doctorado en Filosofía le ha dado herramientas para incursionar en esa área.
“Hace falta un abrazo para encender todas las galaxias/ Desde acá veo un jardín enredado entre sombras/… Las horas son gentiles y a veces se detienen/ se estacionan como abuelas/… arrullándolo todo/ peinando suavemente/ su cabello luminoso”…
La candidez de un verso testimoniará nuestro andar e invitará a reflexionar sobre los aciagos días en que implorábamos que se nos publicara, de allí cabe la frase de si amamos la indulgencia o nos acomodamos a los nuevos tiempos, pero con mucha sapiencia.
“¿Desde qué desenterré mi voz/… /descubrí este verso oculto en la maleza de mis canas./ Estaba escrito en la corteza de una piel marina”… escribe Juan Carlos Cárcamo dejando entrever esos recovecos de filosofía enquistados en su piel.
Conocedor de las sagradas escrituras, no nos sorprende que haya tenido sus influencias, de allí que en Canto Germinal también hallemos similitudes bíblicas: “Generación de nombres/ como ladrillos colocados sobriamente entre muros y edificios”… lo que me hizo recordar la cita: “¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?, porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Mateo 12:34).
Juan Carlos Cárcamo presenta en cada verso impreso en Canto Germinal el grito del hombre por derrocar una cortina bélica que se nos vino encima, el sentimiento de quien ha sabido vivir con intensidad su canto y ha oído la voz clarividente de Dios, pero en su trajinar se pone la sandalia del inconverso:
“Hay veces que grito con la piel/ cosas triviales./ Hay tardes en que me siento a conversar/ con cada detalle del Sol/ y sus brazos de luz”, para más delante escribirnos: “La lluvia toca la puerta/ es fría su música/me abraza/, me azota la marca de la noche y sus chubascos./ He comenzado a decir cosas profanas/ he comenzado a deshojar mis dedos/ a desnudarme en el vitral del invierno”.
El escritor no está exento de las influencias literarias, de allí que no nos sorprenda la filosofía con la que escribe su catarsis, textos que me recordaron la cita bíblica Jeremías 33.3, que dice: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. (Reina Valera 1960)
“Busco su nombre entre mis dedos y escucho ecos sin remitentes/ Estoy parado frente a la noche que se estaciona en el tiempo/ como un mar sigiloso/ Puedo verme cantando estrellas cual si fueran seres inquietos/ saltando de una página que me abraza/ No estoy seguro de si es la luna o es un cuerpo similar al mío”, escribe el poeta.
Hablando de influencias, se me vino a la mente el escrito Confieso que he vivido de Pablo Neruda, ya que el habitante de La isla Negra se ha impregnado tanto en la sien de los poetas que hasta en los versos le invocamos, dejando huella de su filosofía.
Me detendré aquí con un sabor en la retina de continuar leyendo, pues cada verso escrito por Juan Carlos Cárcamo daría para plasmar unas cuantas cuartillas más, pero con lo leído doy fe de que la poesía sigue gozando de buena salud. Dejo unas líneas de este poeta nonualqueño quien nos recordó a Sabines:
Un verso de Sabines en tu rostro encendido
Le presté a Sabines sus ojos y me encontré tu página
Yo deshojaba sílabas y saliste presurosa entre versos
Bajo un dejo de intuición para encontrarte
porque tu mano era la misma desde sus orígenes
y tu caricia vino sobrevolando mis constelaciones
No eras tú pero eras la misma
Te reconocí porque la letra era justo a tu medida
tu nombre me abrazaba y tu beso
era del mismo tamaño
Le presté a mi corazón unos latidos y me gritó tu nombre
me dijo tantas hojas en un solo racimo
Sentí que cabalgaba en mi pecho
Eras infinita entre encabalgamientos
Le presté a tus ojos mi mirada y no volvimos a ser los mismos
No fuimos yendo entre una multitud de pasos
sobre la hierba cómica del tiempo
Luis Antonio Chávez
Escritor y periodista
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