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Monseñor Gregorio Rosa Chávez será nombrado por el Papa Francisco Cardenal de El Salvador, el primero en la historia del país. El Sumo Pontífice anunció el fin de semana que el 28 de junio próximo nombrará a cinco nuevos cardenales, entre estos el actual Obispo Auxiliar de San Salvador.
Rosa Chávez es el más representativo seguidor del legado de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Arzobispo Mártir a quien pronto el Vaticano declarará Santo. Por eso lo primero que hizo al enterarse de la noticia de su designación, fue dedicarla a Romero.
Por comulgar con el ideario romeriano de justicia e igualdad, Rosa Chávez fue despreciado por los antecesores de Francisco (Juan Pablo II y Benedicto XVI); pero hoy el papa argentino lo reivindica por lo más alto.
A pesar de ser “obispo auxiliar”, Chávez ha estado siempre en primera línea acompañando al pueblo y aportando a la búsqueda de solución a los problemas del país desde su misión pastoral. Así, por ejemplo, tuvo un papel clave en las negociaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla auspiciadas por la Iglesia Católica.
Rosa Chávez es “conciencia crítica” del país y su mensaje de esperanza contribuye a que este sufrido pueblo se mantenga de pie. Frente a otros jerarcas católicos que durante y después del arzobispado de Romero se fueron al lado de los poderosos, él optó siempre por los humildes y desposeídos.
Su nombramiento sucede en la víspera de la canonización de Monseñor Romero y en pleno proceso de beatificación de Rutilio Grande. !Qué gesto más certero, bondadoso y amoroso del Papa Francisco para el país!
En la situación de desigualdad, impunidad y violencia que sufre el país, la designación de Rosa Chávez es señal de esperanza y un llamado de atención que todos los actores políticos deben acatar, sobre todo los sectores oligárquicos que se aferran a sus privilegios y socan aún más los anillos en vez de quitárselos.
Ante la canonización de Romero, la beatificación de Rutilio y el nombramiento cardenalicio de Rosa Chávez, deberían convertirse los empresarios que evaden impuestos, diputados que bloquean el financiamiento de proyectos estatales de beneficio popular y magistrados que abusan de su poder.
Se necesita la conversión de todos, dejando el odio, la avaricia y el individualismo. El país debe regirse por el amor al prójimo, la solidaridad y el compromiso cristiano por la justicia, la igualdad y el cuido del medioambiente.
Y la justicia e igualdad pasan por cambios estructurales, fundamentalmente en el modelo económico neoliberal vigente que excluye, margina, discrimina y mata. La lucha por empleos y salarios dignos, la justicia tributaria y otros mecanismos de redistribución de la riqueza, deberían ser la prioridad.