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CARLOS ALBERTO SAZ, DISTINGUIDO GRAMÁTICO Y ACADÉMICO

Eduardo Badía Serra,

Director de la Academia Salvadoreña de la Lengua

Este pasado 3 de octubre ha celebrado un año más de su natalicio el distinguido académico y gramático Don Carlos Alberto Saz, atiquizayense aunque no por nacimiento pero sí por estima y deseo propio. La ciudad de Atiquizaya, que él tanto quiere, le ha nombrado Hijo Meritísimo el año 2009. Don Carlos es un defensor del idioma castellano, y en tal defensa emplea mucho tino y mucho valor, como nos lo hace ver Don Matías Romero, otro de nuestros académicos de renombre. Dice Don Matías que Don Carlos, recogiendo a Platón, se ha convertido en un “vigilante de los vigilantes” y en un “corrector de los correctores”; pero esta delicada labor, continúa Romero, la hace con cuidado y cariño de cirujano para no herir a nadie, ni con el pétalo de una rosa como diría Amado Nervo, ni con la pluma del lapicero.

Don Carlos Albero Saz se ocupa de muchos y muy variados temas que versan sobre el idioma, su buen uso y su adecuada difusión. Su obra es extensa, y su labor, constante. Es un hombre de fina escritura y de estricto apego a la norma. Su libro “Hablemos y escribamos bien el idioma español”, publicado en dos tomos por el  Centro de Investigaciones en Ciencias y Humanidades de la Universidad José Matías Delgado, recoge una valiosa colección de artículos sobe el buen uso del idioma, y abarca muchos temas sobre el buen hablar. Este libro debería ser de uso obligado en nuestros centros educativos, inclusive en aquellos de enseñanza superior. Uno de los temas que es recurrente en él, y en el trabajo mismo de Don Carlos Saz, es el del lenguaje feminista, o sexista, como también se le hace llamar. Este intento de uso del lenguaje feminista es una de las mayores desviaciones posibles al lenguaje castellano, ignora el lema de las Academias de la Lengua cuando manda que “limpien, fijen y den esplendor” a la lengua. “La Real Academia de la Lengua no será feminista porque la lengua no evoluciona por mandato”, decía Don Víctor García de la Concha, exdirector de la Real Academia. Esto de decir “estimados/as”, “las y los delincuentes”, “las reos”, “todos y todas”, es realmente vulgarizar en el mal sentido del término una lengua tan brillante y bella como la de Cervantes. Siempre hubo, ciertamente, un desdoblamiento como el de “señoras y señores”; pero ahora ya se habla de “ciudadanos y ciudadanas”, “empleadas y empleados”, “abogadas y abogados”; y se sabe escuchar, con estupor de nuestra parte por cierto, de “voy a ir a verte con mis hijas y mis hijos para estar con tus hijas y tus hijos”.

En un saludo a los maestros en su día, la Asamblea Legislativa decía: “La Asamblea Legislativa de la República de El Salvador en el día del maestro y la maestra salvadoreña”. Corrige Don Carlos Alberto Saz: “En la secuencia ‘en el día del maestro y la maestra salvadoreña’ el artículo contracto ‘del’ no establece concordancia con el sustantivo femenino ‘maestra’, y ‘maestro’ no concuerda con ‘salvadoreña’. Lo propio, entonces, debió ser…..en el Día del Maestro salvadoreño”. Y luego continúa el saludo diciendo que “…..expresa su reconocimiento a los y las docentes del magisterio nacional….”. La secuencia ‘los y las’, tan trillada, no es una expresión gramatical. E incluso hay redundancia cuando se dice ‘docentes del magisterio nacional’, pues todo docente ejerce un magisterio.

Cita Don Carlos en su libro en mención, al doctor Orlando Alba, investigador lingüista dominicano, cuando dice que “la primera consecuencia indeseable del llamado uso no sexista   de la lengua es la de crear verdaderas piruetas lingüísticas. Se producen repeticiones engorrosas y unas estructuras sintácticas innecesariamente complicadas…..Empeñarse en el uso de los desdoblamientos de género (padres y madres, las y los estudiantes), no es más que una recreación de Don Quijote, al confundir los molinos de viento con el enemigo”.

El idioma español se utiliza mal muchas veces por culpa de los extranjerismos. Hay influencias muy positivas, que lo enriquecen, le dan belleza, lo elevan, es decir, lo limpian, lo fijan y le dan esplendor; pero hay también otras que lejos de lo anterior, le restan nobleza y pulcritud, tales por ejemplo eso de usar términos como ‘accesar’, ‘aperturar’, y muchos otros. Recientemente ha aparecido por ahí el término “resiliencia”, por ejemplo. Este término no se encuentra en el diccionario español, ni en el de la Real Academia, que es el oficial. Digamos que ‘resiliencia’ no es otra cosa más que educar a los desfavorecidos. El término pretende ser elegante, y busca identificar a quien lo usa con el intelectual académico exquisito; pero la erudición no debe servirse de la negación de la simplicidad. ‘Educar al pobre’ hubiera sido probablemente más simple pero más entendible. Y por cierto, debieron agregar ‘educarlo bien’, y no barnizarlo cosméticamente como suelen recomendar tanto las instituciones que saben darnos consejos y recetas de Rabí, porque como decía Edgar Morín, verdadero pedagogo, “es mejor no educar a un pobre que educarlo mal”.

Bien por Don Carlos Alberto Saz, que cumplió hace unos días un año más de vida; y mejor aún porque continúa en estos vericuetos del idioma, tratando de que los salvadoreños lo hablemos, lo escribamos y lo entendamos correctamente.

 

 

 

 

 

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