Por Iosu Perales
Cuando Sebastián “El Loco” Abreu firmó por Santa Tecla, en este mismo diario escribí un artículo titulado “El loco más cuerdo”. El texto era un elogio merecido a un gran profesional del fútbol y una gran persona. Dije que era un grande. Y la realidad lo demostró: sus dos goles al Alianza en la final del Apertura 2016, desataron el fervor de los tecleños y la admiración de los futboleros del país. Ahora ha llegado Carlos Bueno, otro eterno joven surgido de esa fábrica uruguaya de hacer buenos futbolistas. Formado en Peñarol, ha jugado entre otros equipos con el París Saint Germen, Sporting de Lisboa, Boca Junior, San Lorenzo de Almagro y, como Abreu, lo hizo con la Real Sociedad, mi equipo. Ha sido internacional por su país en 24 ocasiones. Ha jugado entre grandes y está bendecido por los dioses del mejor fútbol.
Llegó a San Sebastián, España, para jugar con la Real que había caído en la segunda división en 2006, después de cuarenta años ininterrumpidos en la élite de primera. Aquel año del descenso habíamos jugado la Champions Leage y no supimos gestionar la competencia en el torneo más importante de Europa, en la Liga y Copa del Rey, el equipo no pudo con todo.
Fue en la temporada 2009-2010 que llegó Carlos Bueno de la mano del buen entrenador, también uruguayo, Martín Lasarte. Lo hizo con la liga ya comenzada, jugó 34 partidos y marcó 12 goles, a los que hay que sumar un buen número de asistencias.
Recuerdo con emoción como estando yo en Mozambique me las arreglé para seguir por Internet el partido que jugamos en Cádiz en la recta final de la competición. Ganamos y Carlos Bueno marcó los tres goles en una tarde histórica que nos colocó ya casi ascendidos, a falta del partido decisivo contra el Celta de Vigo al que ganamos, marcando gol Bueno una vez más.
Estuvo una temporada corta, pero dejó una gran huella. Como futbolista, es un gran profesional que es lo que explica su longevidad futbolística, eficaz en el área, líder de sus compañeros, con enorme experiencia en todas las facetas del juego, sobre todo en lo posicional. Pero además, un guerrillero que se hace notar en el campo por su valentía, su entrega y capacidad de seducir a los árbitros a los que jugando con la Real Sociedad les comía la oreja durante todo un partido sin que le sacaran tarjeta. Hasta los rivales terminaban simpatizando con él, un jugador atrevido y a la vez noble, amante del juego y entregado a la camiseta.
Carlos dejó una gran huella en el vestuario. Era ese momento en que Antoine Griezmann se despistaba bastante dada su juventud y tenía algunos problemas de disciplina con el entrenador y el club. Carlos Bueno lo tomó de la mano y pasó a ser su hermano mayor, un tutor. Le daba buenos consejos y le hizo crecer como una persona más responsable y como un profesional que debía cuidarse en cuerpo y alma. Con su apoyo, Griezmann, ahora triunfador en el Atlético de Madrid y la selección francesa, fue madurando y creció como el futbolista que es.
Es así que recomendaría a futbolistas tecleños que busquen el consejo y apoyo de Carlos Bueno, que no dejen escapar la oportunidad de aprender de un gran trotamundos del fútbol que allá por donde ha pasado ha sido siempre un crac.
Si “el Loco” fue decisivo en Santa Tecla; no podía tener mejor sustituto. Es verdad que son dos jugadores con características distintas, pero tienen bastantes cosas en común: el fútbol como vida, el gol en los genes, la alegría y la inteligencia. Los aficionados de Santa Tecla están de buena suerte: tendrán el placer de disfrutar de un jugador único. Sigan fichando jugadores como Abreu y Bueno, y harán más grandes a jugadores jóvenes salvadoreños. Los dos tienen el don de contagiar a sus equipos el gusto por el buen juego. Son dos grandes uruguayos de los que el escritor Eduardo Galeano diría: jugadores como estos, tan leales al buen fútbol, son los que me hicieron vivir el juego como una religión y una fiesta.