Mejicanos, see 5 de marzo de 2014
Primer aniversario del asesinato de Giovanni Morales
Miércoles de Ceniza
LEALTAD SOLO A CRISTO, sildenafil ES DECIR, A LA PAZ
Hoy hace un año que fue asesinado Giovanni Morales, y me veo en la necesidad para hacer memoria de su vida y de todas las víctimas de la violencia, de escribir una carta y poder expresar con todos los sectores y ciudadanos, las bases centrales de un verdadero proceso de pacificación, más allá de la tregua y trascendiendo la tregua.
La tregua es importante siempre que se nutra de políticas de estado, de diálogos y se transcienda y toque el corazón y la dimensión humana.
El SALVADOR ENTRE DOS PROCESOS DE PAZ
Después de analizar algunos procesos y conocer las diferentes estructuras del estado, sus niveles de corrupción y de falta de ética, creo que en El Salvador tenemos el gran desafío de tomar una opción entre dos procesos de pacificación, pues romper con las estructuras de violencia y con las diferentes economías criminales que operan en el país, no se logra solamente con un diálogo y con la buena voluntad; sobre todo cuando el camino del crimen y de estas economías criminales les ha hecho vivir con niveles de “GLORIA”, de éxito y de una vida peligrosa pero a la vez de reconocimiento y de respeto en los territorios, convirtiéndolos en fuerzas “políticas” obligados (casi) a dialogar con ellos para reducir la violencia delictiva con la cual negocian.
Por ello, ante esta situación y ante los múltiples peligros, riesgos, vacilaciones, éxitos, indicadores exitosos, sospechas, oscureces, intrigas, y tomando en cuenta la magnitud del problema, debemos de optar entre dos caminos:
Primero. El camino de hacer una negociación con el narco-tráfico vinculando a otros grupos, incluso, con ciertas estructuras del estado a su servicio; este camino reduce drásticamente los homicidios y otros indicadores pero detrás se esconden otros negocios. Es un camino de resultados “maquillados”, rápidos, que convencen y vencen con sus indicadores, pero detrás de la logia de reducción de la criminalidad no está el éxito de políticas de prevención, reinserción, rehabilitación y represión del delito de estado, sino la capacidad de negociación y vinculación entre estado-narco y otros.
En este primer camino no es necesario que la sociedad participe activamente, ni que sea incluida de forma trasparente y abierta; los diferentes actores (religiosos, económicos, sociales, políticos, etc.) son utilizados y convencidos para que legitimen un proceso exitoso en indicadores, pero que no toque ni trasforme la dimensión humana ni pase por procesos de reinserción y rehabilitación, sino que toleremos la trasformación de un fenómeno hacia otras economías criminales. Este proceso es fácil de vender, es barato, y como decía mi madre todo lo barato sale caro.
Segundo. El segundo proceso, el más costoso y que genera resultados exitosos a largo plazo, es el de un verdadero proceso de pacificación basado en la construcción de políticas públicas de estado que respondan a la multi-casualidad del fenómeno. Estas políticas deben salir de un proceso de diálogo amplio, plural e incluyente, construido por todos los sectores, a través de un acuerdo nacional por la seguridad y la paz.
Este proceso es inviable sin la participación y el protagonismo de las iglesias del país; antes de llenar las fábricas tenemos que llenar las iglesias de jóvenes que vengan de pandillas y otros grupos. Nuestras iglesias no están llenas de la presencia de estos jóvenes y en un proceso de paz verdadero lo fundamental es la lealtad a Cristo, es decir, ser leales a Cristo es ser leales a la paz, al respeto de la vida y dignidad humana, y a valorar la vida propia y la del ajeno como valor fundamental.
Este proceso de pacificación no necesita mediadores, solo necesita la voluntad de dejar que cada persona pueda tomar sus decisiones, dejar en libertad a todos los miembros de pandillas para que cada uno tome la decisión libre de salir y entrar a un proceso de restauración, rehabilitación o inserción. Este proceso solo necesita que las pandillas sean para Cristo, para la paz y que nadie las utilice, las manipule y las haga emigrar hacia otras “GLORIAS”, pues un proceso de conversión siempre es doloroso y supone un camino de cruz, pero siempre tendrán una iglesia que les presente a Cristo, que los recibe como recibió al hijo pródigo y los reviste de una nueva dignidad matando el mejor ternero para la fiesta del encuentro y poder exclamar: “Este hijo estaba perdido y lo hemos encontrado”. Este proceso de paz debe tocar la dimensión humana y transformarla desde las iglesias y desde las disciplinas sociales, de manera que le aporten a los jóvenes una nueva humanidad, que deje atrás la visión del enemigo por la del amigo y hermano, que estreche sus manos para entrar juntos en un proceso de diálogo restaurativo, rencontrándonos y reconociéndonos como hermanos en la iglesia, en la fábrica en la comunidad, y ser felices.
El Salvador está obligado a transitar hacia una lógica de la cooperación y así abandonar la lógica de la confrontación, de la alteridad, que nos hizo asumir que la presencia de la violencia en nuestras vidas, en nuestra sociedad, la existencia de las pandillas, no era nuestro problema, que el pandillero es el otro, el enemigo a combatir y que no tenemos ninguna responsabilidad social en esta realidad. Se trata de cambiar esa visión de lo ajeno por lo propio. De forma seria y responsable.
Este proceso necesita que lo dialoguemos de forma amplia, incluyente y abierta. Este proceso urge de un ministerio de cultura de paz que articule todos los esfuerzos, para construir entre todos las dos grandes políticas con sus planes de trabajo y un presupuesto que las dinamice:
1.- la Política nacional de prevención social de la violencia.
2.- la Política de reinserción y rehabilitación de jóvenes en conflicto con la ley y afectados por el fenómeno de maras y pandillas.
Me llama la atención que durante dos años de tregua no tengamos ni diálogos, ni acuerdo nacional, ni política de prevención, ni de reinserción y rehabilitación, ni se deje de reclutar a jóvenes, que más bien deberían estar en las iglesias, y que no hayan crecido los procesos de inserción de las ONG, ni nada de nada. Es muy sospechoso esto y nos deberíamos de preguntar y preocupar hacia dónde, cómo y con quiénes vamos.
Creo en la paz y que el único camino es la paz. Creo que al único que le debemos lealtad es a Cristo y para Él sean todos los corazones que quieren la paz.
Seamos y busquemos la paz, con diálogo, con apertura, con verdad. Pandilleros para Cristo, pandillas para Cristo, llenen las iglesias y encuentren en Cristo el camino, la verdad y la vida.
Cuando las iglesias estén llenas de ustedes, el proceso de paz será veraz y después llenaremos todo el país y Cristo será el testigo de ustedes.
Quiero agradecer y felicitar todos los esfuerzos, instituciones y personas que trabajan y sueñan por la paz, y a tantos jóvenes que desean la paz incluso pandilleros que sueñan por una verdadera paz. Gracias y felicidades; unamos esfuerzos y soñemos juntos.
No hay dos caminos para la paz, solo hay uno y el único camino de la paz es la paz.
La lealtad a Cristo, es decir, a la Paz.
Padre Toño
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