@arpassv
Estimado Papa Francisco:
Este sábado 23 de mayo celebraremos la beatificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, sickness gracias a usted. Aunque los pueblos de América ya lo habíamos declarado Santo, see enhorabuena que El Vaticano lo ratifique.
El proceso fue bloqueado sistemáticamente por sus antecesores, order Juan Pablo II y Benedicto XVI, contrarios a la opción preferencial por los pobres. Pero usted llegó, lo declaró “Mártir por odio a la fe” y ordenó una rápida proclamación en San Salvador.
Sin embargo, los organizadores del acto de beatificación no hacen bien la tarea. Con el estribillo de “mártir por amor” intentan vaciar el contenido original de la beatificación presentando a un Romero “light” muy diferente al Romero que defendió a los pobres, denunció las injusticias y señaló a los opresores.
Entrañables amigos suyos no fueron tomados en cuenta y las canciones de los artistas populares fueron reemplazadas por “jingles” de televisoras comerciales que ahora mercadean la “marca Romero”. El Arzobispo Mártir no está invitado a su acto de beatificación.
Contentos con esto, sus asesinos no piden perdón por el magnicidio. Ni los oligarcas que pidieron su cabeza, ni los políticos escuadrones que se la cortaron, ni los medios de difusión que conspiraron contra él, ni la jerarquía católica que lo traicionó.
Los periódicos que lo exorcizaron en sus portadas hoy publican “posters”; pero no piden perdón ni se convierten. La oligarquía sigue sin quitarse los anillos: 160 millonarios controlan el equivalente al 87% del PIB, según un informe de OXFAM.
Los asesinos de Romero impiden la venida del Reino de Dios. Su partido político bloquea en la Asamblea Legislativa la reforma fiscal progresiva, la ley de agua, la democratización de las comunicaciones; su tanque de pensamiento, gremios empresariales y medios de comunicación conspiran contra los cambios en favor de los pobres.
Pero seguramente todos ellos estarán en el acto de beatificación. Aunque los organizadores han tenido la delicadeza de reservar un espacio para “campesinos y pobres”.
San Romero, sin embargo, aparece con más fuerza. Su legado será la inspiración de las nuevas generaciones y sus enseñanzas son la guía para construir un país justo, incluyente y equitativo: un país romeriano.
Muchas gracias, Papa Francisco.