A quien corresponda:
Hoy, 16 de enero de 2021, se conmemoran 29 años de la firma de los Acuerdos de Paz que pusieron fin a más de una década de conflicto armado. Estos simbolizan lo que posiblemente es el logro más importante en pro de la democracia y los derechos humanos del pueblo salvadoreño en toda nuestra historia, pues marcaron el fin de décadas de violenta represión contra las masas trabajadoras. Y aunque faltan muchísimos logros por conquistar, es innegable que la calidad de vida de los salvadoreños se vio mejorada, en gran medida, gracias a lo acontecido en el Castillo de Chapultepec. A veces nos cuesta darnos cuenta que cosas tan simples como que seamos capaces de expresar nuestras posturas políticas -sin temer por nuestras vidas- o ser estudiantes universitarios -y que esto no sea una razón para que nos capturen o nos desaparezcan-, son resultado directo del sacrificio de decenas de miles de compatriotas tanto del ejército como de la guerrilla.
Y ahora, a un año de la tercera década desde la firma de aquellos históricos acuerdos, el oficialismo encabezado por el presidente de la República, arremete contra tan trascendental documento tachándolo de “ser una farsa”, en un acto que no puede ser marcado más que como una dolorosa ironía pues es gracias a los mismos Acuerdos de Paz que dicho mandatario logró llegar a la presidencia, y gracias a ellos se crearon la Policía Nacional Civil y la Fuerza Armada que ahora instrumentaliza para sus fines partidarios.
Señor presidente, y aquellos afines a él, lo que es una farsa es que hayan repetido hasta el cansancio “El dinero alcanza cuando nadie roba” y que siendo el gobierno con más presupuesto postconflicto armado argumenten que no tienen suficiente.
Farsa es que se hayan comprometido a erradicar la corrupción y lo único que han logrado es grandes retrocesos en la transparencia y auditoría ciudadana.
Farsa es que se nieguen a entregar cuentas de los gastos realizados durante la cuarentena, escudándose en que son gastos reservados.
Farsa es que exista un partido denominado “Nuevas Ideas” y tenga candidatos machistas, violentos y demagogos como Walter Araujo.
Farsa es que hagan creer a sus seguidores que el partido de gobierno es Nuevas Ideas cuando en realidad es GANA, que surgió de las entrañas de ARENA, partido al que en su mismo discurso acusan de corrupción y coalición con pandillas.
Farsa es que sus candidatos a diputados digan que trabajarán por el pueblo y que su única propuesta sea aprobar los proyectos de ley del Ejecutivo.
Farsa es la campaña de desprestigio contra el Tribunal Supremo Electoral, cuando es este mismo cuerpo el que validó su victoria electoral hace menos de dos años.
Farsa es que haya invadido la Asamblea Legislativa, junto al Ejército, y exprese que fue por defender los intereses del pueblo.
Farsa es que el eslogan de campaña presidencial haya sido “Hagamos Historia” pero que su único legado sea corrupción, falta de transparencia, despilfarro, demagogia, división, desinformación, mentiras, bravuconería, falta de planeación y populismo barato.
Hoy más que nunca entra en vigencia la conocida expresión: “Pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. En esta coyuntura, somos los jóvenes los que debemos llevar el estandarte de la memoria histórica, pues sin haber vivido el conflicto somos los más beneficiados por sus resultados. No nos dejemos engañar por discursos demagogos, populistas y divisionistas. En nuestras manos está el seguir construyendo el camino hacia un El Salvador más justo, inclusivo y democrático.
Víctor Alfredo Hernández Muñoz
Estudiante de Relaciones Internacionales
Universidad de El Salvador