Estimado señor presidente, debo admitir que ha tomada decisiones importantes, que otros mandatarios aun en países desarrollados no lograron visualizar de la forma en que usted lo ha hecho, bien por ello, y mis respetos.
Usted ha dicho en diferentes intervenciones últimamente que es hora de dejar a un lado los tintes políticos, y que nos concentremos en atender la emergencia que podría ser algo muy triste y lamentable para nuestro país. Estoy muy de acuerdo, y aunque mi aporte pueda no ser algo relevante ante ello, lo que esté a mi alcance lo haré para hacer que nuestro país salga bien librado de esta situación.
Quiero pedirle que haga ese llamado de forma especial a aquellos que antes de verle como persona, le han querido ver como la voz violenta que se ha manifestado en contra de todos los “adversarios” políticos o salvadoreños comunes que no reflejan el mismo sentimiento hacia usted. Entiendo el malestar que durante muchos años ha venido creando la clase política y corrupta de nuestro país, pero aun así debemos aceptar que esas diferencias son parte del desarrollo de una sociedad en lucha permanente hacia la democracia, si entendemos que democracia no es nada más que la concesión de poder a la sociedad para que la participación de la misma en dicho desarrollo sea cada vez mas aceptado por los políticos como usted y como todos los que deciden vivir y obtener ingresos salariales de esa “profesión”.
Le hago esta petición por dos razones.
Una: porque le doy el beneficio de la duda cuando expresa su preocupación como mandatario por lo que pueda representar esta pandemia para nuestro país y especialmente para los más pobres, por favor cuente conmigo en su preocupación.
Dos: porque me preocupa que la gente que le ha venido defendiendo y respaldando en sus palabras contra algunos políticos a quienes incluso usted ha avergonzado públicamente sin medir los agravios que pueda causar a sus familiares, “quienes no tendrían porqué sufrir esa vergüenza a las que usted les ha sometido” se están comportando peor ahora con sus vecinos, con gente con la que han convivido por muchos años, con gente con quienes compartieron alguna vez partidos de futbol, con esa gente incluso de la que alguna vez recibieron algún favor, si no ha sido directamente a ellos talvez alguna vez fue con sus padres, digo esto porque son especialmente jóvenes los que han asumido esa postura, esos jóvenes que se sienten bien representados por usted cuando lo ven con la gorra puesta al revés, “que era como yo la usaba cuando tenía doce años”.
Quiero ponerle algunos ejemplos que me parece han sido motivos de preocupación de mi parte para atreverme a escribir esta carta. Personalmente he perdido amigos a quienes he manifestado no estar de acuerdo con algunas actitudes suyas respecto a su conducta antes expresadas, conozco gente cristiana de casi todas las sectas religiosas que se han atrevido a apoyar los descalificativos que usted ha hecho públicos en los espacios que debería aprovechar para pedir unidad, “que lejos de unir a la sociedad la dividen” como que si la equivocación de estos seres le hubiese excluido del derecho humano, y el derecho a la reivindicación de sus errores, pues caen en peor situación dichos “cristianos” que predican odio disfrazado de razones para fomentarlo.
He tenido en mi lista de “amigos” ingenieros, pastores evangélicos, familiares y gente de comunidades marginales que han mostrado desprecio hacia mi persona por mostrar abiertamente mi forma de pensar, por decir mis opiniones, y por negarme a aceptar que la descalificación de los demás no es, ni debe ser nunca la escalera que dé créditos a una persona, mucho menos al presidente de una nación, o que sea ocupada como arma de mentira para debilitar al prójimo, incluso he perdido la oportunidad de hacer algún trabajo de carpintería por ello, pero he concluido que estas “pobres personas” no hacen más que replicar lo que usted siente y dice en algunos medios virtuales, que incluso son reforzados por estos llamados “youtuber e influencer” que ni siquiera viven en este país y a quienes se les ve vomitando improperios contra ciudadanos salvadoreños desde las calles de Madrid, otros desde los Ángeles California u otras ciudades lejos de la realidad de El Salvador, se apropian de ese sentimiento y cometen la estupidez de despreciar a aquellos que siempre estarán mas de su lado, que del lado de aquel a quien nunca han estrechado su mano, a quien nunca le podrán pedir un favor, y de quien nunca conocerán sus apremiantes necesidades.
Quiero pedirle señor presidente Nayib Bukele.
Que envíe un mensaje claro a estos jóvenes, en el sentido de lo importante que es que dejen por un lado ese sentimiento de división que hoy por hoy solo le causa daño a nuestra sociedad, ese sentimiento de odio que les hace pedir a las personas que pudieran salir beneficiadas con la ayuda que el gobierno brindará a los ciudadanos por la situación que enfrenta nuestro país, que no lo tomen si no son seguidores de las “nuevas ideas”, le pido que les explique que ese dinero no es un aporte de ningún partido político ni funcionario en especial, que no es más que un endeudamiento que más luego que tarde todos los salvadoreños deberemos asumir la responsabilidad de pagar y, por lo tanto, que dejen de apropiarse ignorantemente el derecho de hacer peticiones tratando de avergonzar a sus compatriotas por pensar diferente.
Por último, quiero decirle la razón por la que creo que es importante pedir clara e insistentemente unión y solidaridad.
El día sábado 28 de marzo fui a un centro comercial a comprar algunas cosas para mantenernos en casa y cumplir con nuestra obligación ciudadana, mientras mi esposa estaba dentro del supermercado hablé con ella por teléfono y me dijo que por el tiempo que había tardado en entrar a comprar seguramente le agarraría la tarde para cocinar, por lo que me pidió que fuera a una pizzería cerca del sector y que comprara una de las pizzas mas “baratas” para que almorzáramos ese día; me acerqué a uno de los vigilantes y le dije que dejaría el carro ahí por un momento que mi esposa estaba en el supermercado y yo necesitaba ir a comprar una pizza, y el vigilante con un poco de pena me dijo: “¿cree que después que venga me regala para una gaseosita?
Por supuesto que sí, le dije.
Fui a la pizza y se me ocurrió que sería mejor regalarle una pizza personal y como estaban en promoción pensé que las podía compartir con otros dos vigilantes a quienes yo había visto desplazarse ahí cerca, le pediría que compartiera con ellos…
El agradecimiento de estas personas fue con tanta pleitesía que cayó en la sumisión, sentí tanta pena al ver ese gesto que mis lágrimas solo se detuvieron para no hacerles sentir mal a ellos, les mostré una gaseosa que llevaba para ellos y me terminó de romper el corazón cuando uno de ellos me dijo; es que lo que le pedí era para ocuparlo para el pasaje para irme mañana para mi casa, no se que más puedo decir, no se si ellos piensan igual que mi, si son afines a un partido político u otro, solo se que son seres que tienen una necesidad en común conmigo y que a pesar de tener un ingreso salarial, ese día no tenían para comer y para cubrir sus pasajes para regresar a sus casas. Por eso veo necesario que nos unamos no por lo que pensamos, sino por lo que somos, yo no tengo un salario de donde cubrir mis gastos, con mi esposa siempre hemos trabajado independientes, huyendo del flagelo de las pandillas lo perdimos casi todo, y aun así hemos creado cuatro hijos a quienes llamo “hijos de bien”, no se si seré beneficiado con esa ayuda o no, pero sinceramente desearía que esa ayuda llegue para quienes más lo necesitan y aunque comprendo lo difícil que es para un gobernante estar tan cerca de la gente como para percibir lo que yo percibí ese día.
Le pido que haga ese llamado a estas pobres personas, que no se dan cuenta que al despreciar a su prójimo, no hacen más que despreciarse a sí mismos, negándose la posibilidad de crecer aprendiendo de todos quienes le rodean, sin importar cuál es su color, credo, preferencia política, o religiosa.
Espero que lea esta carta señor presidente.
Atentamente
Alex Guevara