Unicornio Azul
Amigas y amigos, juventud salvadoreña: no hay nada más hermoso que tener la vida por delante y hacer de ella una ruta hacia la felicidad. No debéis renunciar a ese anhelo al que tenéis derecho. Sois el futuro del país, los que tomaréis los mandos de las instituciones y de la sociedad, y cuanto más cerca estéis de la felicidad mejor será para toda la ciudadanía. Sois semilla y a la vez sois ya realidad. Sois la promesa de una sociedad más justa, más humana, más democrática. Y a la vez sois ya arquitectos que construís el mañana.
Pienso y siento que tenéis razones para protestar, para corregir a vuestros mayores, para criticar a los políticos y autoridades. Pero esto no significa que tienen razón quienes ven a los jóvenes salvadoreños como pasivos y desinteresados de todo lo que ocurre en el ámbito político. Ciertamente hay poderes y gente poderosa que desean una juventud alejada de toda responsabilidad cívica, incluso de las urnas. Es la trampa que utilizan para seguir mandando a su antojo sin la oposición de la juventud. Quieren que el individualismo y la desidia sea la seña de nuestra juventud contemporánea.
Es verdad que muchos jóvenes desconfían de la política. Pero, sin embargo, la juventud salvadoreña que, por cierto, es muy plural, es capaz de entender y asumir que las mejoras de nuestra sociedad pasan de una manera decisiva por las políticas de gobierno. Ocurre que aunque pasemos de la política, la política no pasa de nosotros, y nos marca la vida. Por ello no es banal elegir entre un mejor o un peor gobierno. La derecha habla del fin de la política porque en realidad quiere manipular el país desde sus organismos económicos y financieros, y la judialización de la política. No quiere que haya instituciones elegidas democráticamente con competencias para tomar las grandes decisiones sociales, económicas, culturales y políticas que necesitamos. En todo el mundo la extrema derecha empuja a la juventud hacia el individualismo y la despreocupación, como modo de dirigir nuestras vidas.
Permitirme, amigas y amigos, que les cuente la metáfora de la Rana Hervida: “Imaginar una cazuela llena de agua, en cuyo interior nada tranquilamente una rana. Se está calentando la cazuela a fuego lento. Al cabo de un rato el agua está tibia. A la rana esto le parece agradable, y sigue nadando. La temperatura empieza a subir. Ahora el agua está caliente. Un poco más de lo que suele gustarle a la rana. Pero no se inquieta y además el calor siempre le produce algo de fatiga y somnolencia. Ahora el agua está caliente de verdad. A la rana empieza a parecerle desagradable. Lo malo es que se encuentra sin fuerzas, así que se limita a aguantar y no hace nada más. Si la hubiéramos sumergido de golpe en un recipiente con el agua a cincuenta grados, se habría puesto a salvo de un enérgico salto”.
La metáfora del escritor Olivier Clerc nos dice que un deterioro, si es muy lento, pasa inadvertido y la mayoría de las veces no suscita reacción, ni oposición, ni rebeldía. Si nos fijamos en lo que está sucediendo en el mundo que vivimos en las últimas décadas, estamos experimentando una lenta deriva a la que nos vamos acostumbrando. Decisiones financieras y económicas, guerras y un montón de cosas que nos habrían horrorizado hace unos años, han sido poco a poco banalizadas, como suavemente perturbadoras, dejándonos indiferentes.
La presión represiva que atenta a los derechos de las personas se efectúan inexorablemente con la complicidad constante de las víctimas, paralizadas. Se empieza por soportarlo todo, y finalmente de aceptarlo todo.
En nuestro país tenemos unas elecciones presidenciales que pueden cambiar el rumbo de nuestras vidas: para peor o para mejor. Participar en ellas es un modo de no rendirse, de defender con orgullo nuestro derecho a decidir. Es verdad que una parte grande de nuestra juventud padece el desempleo, la falta de horizontes profesionales una vez acabados los estudios, la carestía de la vida que dificulta hacer una vida autónoma y emancipada… todo lo cual inspira la idea de migrar como solución de vida. Una parte de nuestra juventud ha perdido la esperanza. Pero perder la esperanza es perderlo TODO y esa posibilidad no debemos contemplarla. Hemos nacido para ser libres, para ser felices.
Por mi parte me he dado perfecta cuenta que solamente sabiendo más sobre cómo viven los jóvenes su juventud podremos empezar a entender algo mejor cómo se plantean su relación con el mundo de los significados y las expresiones políticas.
Yo quiero aprender de ustedes, para hacer un gobierno que les ofrezca una vida más gratificante. Tradicionalmente hemos creído en la necesidad de los jóvenes de integrarse en el mundo adulto, pero en realidad esa no es más que una de las caras de la juventud, la otra es la conquista de la autonomía, de la capacidad y competencias necesarias para gestionar sus proyectos vitales en edades todavía tempranas de la vida. Proyectos que pasan por una mejor vida material pero también, social, cultural, sentimental.
Amigas y amigos, juventud salvadoreña, nuestro Gobierno de Salvador Sánchez Cerén ha conseguido logros que la derecha nunca los hubiera siquiera contemplados. No somos autocomplacientes. Pero la verdad está en los hechos: reducción de la pobreza, baja de homicidios en 50 municipios, casi la mitad del presupuesto en inversión social, aumento del salario mínimo, inversiones extranjeras, universidad gratis, entrega de 70 mil títulos de propiedad, reforma del sistema de salud, buen funcionamiento de seis sedes de Ciudad Mujer, creación del Banco de Desarrollo y Banca Mujer, reducción del analfabetismo del 17,97% al 11,3% y declaración de 94 territorios libres de analfabetismo, reactivación de la agricultura… y un largo etcétera.
Han sido logros nada fáciles, pues la derecha y los grandes poderes económicos tradicionales prefieren un país sometido, sin desarrollo. Me gustaría que ustedes mismos, las y los jóvenes, hagan su propio balance honesto de nuestro Gobierno. Sean críticos y sean a la vez conscientes de que nuestro país necesita más gobiernos progresistas para conseguir el cambio integral que queremos. En dos legislaturas, con tanta oposición en la Asamblea, en la judicatura, y tanto boicot de los ricos, no es posible lograrlo todo. Seguimos en el camino. Un camino que podemos hacer juntos.
Sé que para la juventud es importante la búsqueda de expresiones políticas novedosas, acordes con los contextos de experiencia y acción en los que los jóvenes viven.
Ustedes desean formas de hacer política más acordes con su forma de experimentar la vida colectiva, como los movimientos de protesta, la participación en organizaciones voluntarias, la utilización de Internet como instrumento de activación política, etc. Podemos ayudarnos mutuamente. Ayúdennos a mejorar y cambiar nuestras formas de hacer política. Nuestra vocación es hacer pueblo, construir pueblo, ayúdennos. En lugar de seguir dando vueltas a la idea de si la juventud actual está desenganchada, o si es escéptica, hay que partir de la convicción de que la juventud es el futuro, es alternativa, y hay que pensar que la mayoría de los jóvenes y la mayoría de los adultos, formamos una alianza intergeneracional invencible. Nuestra generación adulta también les podemos ayudar a ustedes.
Amigas y amigos, juventud salvadoreña: vivimos el mismo mundo y en la misma sociedad. Queremos a nuestro país y por ello mismo anhelamos mayor justicia social, igualdad, solidaridad, respeto entre géneros, una mejor democracia, cuidar nuestra naturaleza. Déjenme decirles que nuestra naturaleza depende decisivamente de ustedes, de su conciencia, de su sensibilidad, de su amor por la belleza. La próxima semana les escribiré una segunda carta sobre los derechos de la naturaleza. Gracias por haberme leído.