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Carta urgente a la juventud salvadoreña III

Unicornio Azul

Amigas y amigos, todas y todos los jóvenes salvadoreños tenéis el derecho inalienable de vivir en vuestro país. La emigración por causa de la pobreza y por falta de oportunidades, a lo que se suma la inseguridad ciudadana, es una tragedia. Verse obligados a vivir en otro país porque en el nuestro no hay condiciones para hacerlo con empleo, un salario digno y en paz social, es muy duro. Tenéis derecho a un proyecto de vida y profesional.

El Salvador exporta mano de obra lo que no es precisamente motivo de orgullo patrio.

Cerca del 25% de la población salvadoreña vive en la emigración, totalizando cerca de 1,600,000 personas, 50,27% mujeres y 49,72% varones. El 89% de nuestra migración se ha dirigido a Estados Unidos, donde la vulnerabilidad es realmente delicada bajo la presidencia de Trump. La inmensa mayoría de nuestros migrantes son jóvenes que buscan una vida mejor de la que han heredado de sus padres, lo que contribuye a que en nuestro país nazcan menos salvadoreños de los que emigran. Y no es que todo el que migra no tenga trabajo en El Salvador, los hay que lo tienen pero cobrando salarios muy bajos. En resumen nuestros migrantes son mujeres y hombres heroicos que han debido dejar atrás familia y amistades para empezar de nuevo. Gracias a ellos y sus remesas una parte notable de nuestro país puede sobrevivir.

Actualmente, muchos de nuestros jóvenes forman parte de la “caravana de los sueños” que se dirige hacia Estados Unidos. Es un hecho que no podemos sino vivir con inquietud ante las amenazas del presidente Trump que, en su delirio, ha desplegado tropas de guerra como si se tratara de repeler una invasión.

La caravana compuesta por cerca de 10,000 migrantes centroamericanos sigue su camino superando cordones policiales en México y con un importante apoyo popular de la sociedad mexicana. Hemos visto las imágenes. Extenuados, durmiendo amontonados en cualquier parte, bastantes enfermos, desamparados, ¿cómo el presidente de Estados Unidos puede convertir a estas personas que huyen de la pobreza y la inseguridad en una terrible amenaza para la seguridad y la economía del país más poderoso? ¿A qué grado de cinismo hay que llegar para hacer un relato según el cual estas personas indefensas son presentadas como un peligro tal que hay que contenerlas con policías y ejércitos que disponen de armas y tecnologías bélicas avanzadas?

Es verdad que hay voces críticas que consideran irresponsable a una caravana que expone la seguridad de niños y niñas, y está sujeta a vulnerabilidades, entre las cuales las enfermedades no son las menos importantes. Son críticas razonables. Sin embargo, la caravana es un hecho y no podemos por menos que mostrar generosidad y solidaridad hacia quienes forman parte de la misma. No podemos cuestionar su legitimidad hasta el punto de contribuir a generar indiferencia hacia la suerte que puedan correr miles de personas.

¿Dispararán los militares de Trump cuando la caravana llegue a la frontera? De momento sabemos que su reciente campaña electoral tuvo como centralidad la amenaza de la migración, presentada con dramatismo. De momento sabemos que es capaz de separar a menores de sus padres y retenerlos en condiciones emocionales y materiales propias de un régimen fascista (literalmente enjaulados). ¿Quién le va a impedir disparar cuando ya ha insistido que las mujeres y hombres de la caravana, e incluso los menores, son criminales, la escoria de la humanidad? Un hecho es incontestable: los derechos humanos son cada día violentados por el llamado realismo político que apela falsamente a la seguridad.

Trump es un tipo que ha encerrado su propia conciencia en una coraza y no siente la menor empatía por la gente que sufre. Es continuador de la tradición de Maquiavelo, siendo su preocupación principal ejercer el poder sin oposición ni contrapesos, a toda costa, de tal modo que la ética o las convicciones religiosas no juegan un papel en su delirio. Para él, el fin sí justifica los medios.

Amigas y amigos, juventud salvadoreña: Es la hora de tomar profundas medidas a favor de vuestro presente y de vuestro futuro. Instituciones políticas, económicas, sociales, religiosas, culturales, toda la sociedad es co-responsable. Democracia es también igualdad de oportunidades. ¿Cómo no va a tener la juventud una percepción negativa de la política si la política no les ofrece soluciones? Tener un trabajo adecuadamente remunerado, una vivienda propia, una nueva relación familiar e incluso llegar a tener hijos, son parte del proceso de la integración de las personas en la organización social. Lograr independencia y llegar al destino de ser parte activa y responsable de la sociedad en que hemos tenido la suerte de nacer. De eso se trata. Emigrar para huir de la vida en nuestra tierra, no puede ser nuestro destino.

Crear empleo juvenil, fomentar iniciativas de nuevos emprendedores con apoyos institucionales, extender la formación profesional ligada a centros de trabajo, impulsar las cooperativas de jóvenes en el campo y las ciudades, levantar polos de agroindustriales que den valor añadido a los productos agrícolas y creen puestos de trabajo, fomentar la investigación como línea de continuidad de las graduaciones y licenciaturas, incentivar a los empresarios que den trabajo fijo a los jóvenes…Son muchas las vías que se pueden abrir para lograr que la juventud salvadoreña se quede en nuestro país. Pero a esta y otras vías las instituciones políticas le tienen que poner cifras, indicadores tangibles que vayan más allá de las promesas. Ahora, en campaña electoral, es el momento de exigir concreción a las candidaturas.

Una sociedad que no cuide especialmente los proyectos de vida de la juventud, es una sociedad acabada, sin horizonte. Por el contrario, el modo de conseguir una reconciliación entre juventud y política pasa por demostrar que las instituciones son eficaces y cumplen sus promesas. Pero, ¿se pueden hacer políticas para los jóvenes sin los jóvenes? La juventud debe reivindicar competencias cívicas para exponer en los principales foros del país sus ideas y propuestas. La juventud debe ser vista no como un caladero de votos, sino como el pilar en que sustenta nuestro presente y nuestro futuro. Y ello pasa por respetarla y respetar sus espacios.

Pero volvamos al punto de partida: a la juventud y la migración. Y es que por más que nos pongamos las pilas en encontrar las vías para que las y los jóvenes se queden en nuestro país, lo cierto es que la migración aumenta cada año. En el año 2000 el número total de migrantes salvadoreños era de 949.091, un 16,17%, en datos publicados por la ONU. En 2017 eran 1.559.924, un 24,46%. A este ritmo hemos de pensar que en pocos años llegaremos a los dos millones. Esto quiere decir que lo hecho, siendo importante, es aún muy insuficiente.

Esto quiere decir que el mapa del mundo, cuando habla, nos dice que nacer en El Salvador es hacerlo para, en muchos casos, vivir en otro país. Sin embargo, la migración no es como la lluvia y los huracanes que no se pueden parar.

La migración es una construcción humana, no depende de imponderables como pueden ser los mercados, antes bien, cabe emplear medidas que nos devuelvan a las y los salvadoreños el orgullo de serlo. En nuestro país hay que hacer muchos cambios en el modelo productivo, empleando inversiones para investigación y desarrollo y nuevas experiencias de economía popular, de autogestión, así como alianzas entre instituciones y empresarios para empujar desarrollos territoriales. La cuestión es creer en ello y poner medios valientes para lograrlo.

A la derecha no le conmueve la migración. Sus hijas e hijos van y vienen libremente de Estados Unidos u otros países, a estudiar y trabajar, o de ocio, no en condiciones ilegales sino con las credenciales propias de los ricos. Ellos no sufren discriminación, racismo, persecución y malos tratos, separación de padres e hijos, multas, expulsiones… Ellos compran en Miami, visitan Nueva York y la gozan en las playas de Los Ángeles. Por eso podemos decir que la juventud salvadoreña no es una e indivisible, no es una realidad unívoca, sino que vive en varios mundos a la vez. Son los sectores juveniles, populares y de clases medias, los que pueden revertir una realidad que nos tiene inquietos, a veces desesperanzados.

Las y los jóvenes salvadoreños debéis y podéis exigir que vuestras voces se escuchen. Estoy seguro que el candidato Hugo Martínez está completamente disponible para dialogar y acordar. No conformaros con criticar. Pedir espacios para dialogar. Hacer propuestas de empleo, de mejora de los centros de estudios, de alternativas formativas, de becas, de creación de empleo. Y no permanecer en silencio. Nunca.

En la próxima carta les escribiré sobre los peligros del caudillismo en la acción política. Gracias por leerme.

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