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Carta urgente a la juventud salvadoreña IV

Unicornio Azul

Amigas y amigos, juventud salvadoreña: el caudillismo es una muy mala solución a la pérdida de prestigio de la política. Básicamente supone la creación de un hiperliderazgo todopoderoso que se coloca por encima de la propia ciudadanía e incluso del partido o partidos que le dan apoyo. El caudillo toma las decisiones de forma unipersonal, escapa al control o fiscalización ejercida desde las instituciones, y se erige en un ser providencial, mesiánico, que cree tener respuestas para todos los problemas, sean sociales, económicos o políticos. Generalmente sus respuestas son siempre promesas simplistas, aunque se enfrente a problemas complejos y, finalmente, convierte la política en una actividad de marketing, de estrategia desde las redes sociales para generar una aureola en torno al caudillo, lo que no se corresponde con sus verdaderos atributos.

No se trata de nombres propios, de qué persona sea ungida como caudillo, se trata de un sistema político que concentra el poder en torno a una persona, cuyos discursos son celebrados como la solución a los problemas del país. A partir de ahí el caudillismo promueve la fe entre la ciudadanía y sobre todo entre la juventud que necesita de nuevos liderazgos.

El caudillismo está asociado al peor populismo que consiste en prometer grandes logros a sabiendas que no podrá conseguirlo. Se empeña en satisfacer al pueblo diciéndole lo que quiere oír, al margen de cuáles son las dificultades reales, generando de este modo una emoción alrededor de palabras como pueblo, patria, justicia. El sustento del carisma es emocional, puesto que se fundamenta en la confianza, en la fe, y en la ausencia de control y crítica. Lo digo de manera sencilla y clara: el populismo es un intento de dar respuesta a las demandas de los sectores populares sin cambiar las reglas de juego. En El Salvador, Nuevas Ideas se inscribe en este movimiento. Levantado desde el caudillismo y el clientelismo, el populismo que siempre lo acompaña no es desde luego una forma de organización democrática, ni es una alternativa política apropiada en pleno siglo XXI.

Amigas y amigos, lo digo desde el respeto a las personas comprometidas con Nuevas Ideas y con GANA. Este no es un asunto de personajes o personalidades, es un tema de concepción de la política y de la democracia.

Hoy, en pleno siglo XXI los caudillos no solo no son necesarios sino que representan el peligro de derivar hacia una autocracia. La desafección ciudadana hacia la política, sobre todo entre los jóvenes, conlleva el riesgo de que terminen apoyando a personajes que se autoproclaman como la “salvación del pueblo”, presentándose con un partido político o con otros de signo contrario, con alianzas híbridas de partidos, construidas a la medida del nuevo líder y sin otro contenido que su exaltación. El caudillo busca apoyos donde sea y sus principios se acomodan a lo que exija el guión con tal de lograr apoyos. La mejor medicina frente al caudillismo es la democracia.

El caudillismo se asocia con nuevas formas de acción política que, supuestamente, acabará con todos los males de la política de nuestro país. Surge efectivamente del malestar con las instituciones políticas representativas y particularmente con los partidos políticos. Nadie puede negar que los jóvenes tenéis razones para protestar, exigir el fin de la corrupción y de transparencia como modo de ejercer la política, exigir la coherencia entre promesas y hechos, y exigir además espacios de participación. Pero estas justas reivindicaciones tiene sentido hacerlas apelando a la democracia y a los cambios en los partidos políticos, porque poner todas las esperanzas en un superlíder es tanto como anular nuestras propias capacidades al disponer todo el poder en manos de una persona. Como ya he dicho, da igual quién sea el caudillo elegido. El pilar principal de este caudillismo que compite en las elecciones presidenciales es la denuncia del sistema de partidos tradicional, estirando la crítica hasta afirmar que se trata de un sistema bipartidista, mal mayor de todos los males del país.

Pero, en realidad el bipartidismo entendido como la alternancia de dos fuerzas políticas ocurre cuando se alcanzan mayorías absolutas que permiten gobernar sin apenas oposición; ese bipartidismo se rompe cuando el partido que gana el gobierno no es mayoría en la Asamblea Nacional y se ve obligado a pactar con otras fuerzas políticas que imponen sus condiciones. Aquí nos encontramos con que el diagnóstico deforma la realidad política del país.

Pero, ¿cuáles son las ideas de Nuevas Ideas? ¿Son nuevas o son ya viejas?

Amigas y amigos, creo que son viejas porque nos remiten a un modo de gobierno que fue superado por la democracia. La democracia es división de poderes, independencia de los jueces, contrapesos entre órganos del Estado, rendir cuentas a la ciudadanía, trasparencia en la gestión, tolerancia cero con la corrupción y fin de toda impunidad. El caudillismo, en nombre de le eficacia concentra el poder de decisión y tiende a inmiscuirse en todos los estamentos y poderes del Estado. ¿Os imagináis un país sin democracia? Y, más allá de las justas críticas a los partidos políticos, ¿os imagináis un país sin partidos políticos? ¿En qué supera el caudillismo al juego político democrático entre fuerzas políticas? ¿Sin los Acuerdos de Paz de 1992, dónde estaríamos?

Creo que podemos estar de acuerdo en la idea de qué otros partidos son posibles, pero un sistema político sin partidos sería el mejor botín para las oligarquías y fuerzas totalitarias, incluso para candidaturas de exmilitares y de extrema derecha. Hay quienes han ido más lejos del anunciado fin de las ideologías y predican el fin de la democracia. Es una conclusión muy peligrosa. Siempre será mejor gobernar un país con el apoyo de una ciudadanía organizada en fuerzas políticas democráticas que hacerlo al modo personal, sin rendir cuentas.

Es verdad que el caudillismo y su populismo pone a prueba a los partidos políticos que deben hacer políticas diferentes de servicio al pueblo y organizarse de manera más horizontal y participativa, poniendo fin a la separación entre dirigentes y dirigidos. Peo su idea básica: “Sacar del poder a los dos partidos mayoritarios” no está bien formulada. Primero porque reconoce que la centralidad de su política no está en las propuestas, en un programa de gobierno reconocible y viable, sino en quitar a unos para poner a otro. Pero, además, considerar que los dos partidos mayoritarios, FMLN y ARENA son la misma cosa, vale como demagogia pero es absolutamente incierto. La derecha ha ocupado secularmente el país para llevarlo bajo el dominio completo de la oligarquía, la izquierda ha dado su vida por traer al país una democracia tras décadas de represión. No cabe olvidar la sangre derramada por muchos jóvenes salvadoreños.

No seré yo quien niegue que en la izquierda haya habido en estos últimos años malos ejemplos. Pero también digo que en la izquierda es donde la juventud que mira al futuro puede encontrar el proyecto social que traiga un cambio potente al país, en forma de mayor justicia social y oportunidades para la juventud salvadoreña. Lo que la juventud salvadoreña debe hacer es reivindicar a la izquierda, coherencia, responsabilidad, eficacia en la gestión, y aquellos cambios internos que la hagan más democrática.

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