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Carta urgente a la juventud salvadoreña V

Unicornio azul

Amigas y amigos de la juventud salvadoreña: en general, quienes se dedican a la política hablan mucho y escuchan poco. Es un mal hábito. Precisamente las y los jóvenes necesitan ser escuchados con mucha atención por quienes tienen responsabilidades institucionales. No se pueden hacer políticas para la juventud sin la juventud. Al contrario, para bajar a la tierra y hacerse cargo de las demandas juveniles hay que conocer a fondo sus problemas, sus anhelos, sus aspiraciones, sus reivindicaciones, algo que solo es posible estando permanentemente en conexión con la gente joven. ¿Qué quieren realmente los jóvenes? es una pregunta que no cabe responder desde enfoques teóricos sino, al contrario, empapándose de realidad.

Las y los jóvenes salvadoreños tienen necesidades comunes y otras diferenciadas según vivan en la ciudad o en el campo. Y los partidos políticos, para estar a la altura de lo que prometen y de la eficiencia que se les pide, deben estar bien plantados en todos los territorios del país, urbanos y rurales. Bien plantados quiere decir, no mediante una presencia formal, sino siendo actores comprometidos con la generación de oportunidades de formación y empleo para la juventud, pero también de cultura, de ocio y deporte. Pero hay una institución que es la más importante y debe estar muy presente en los territorios, hasta el último rincón del país: el Estado.

Es la presencia del Estado la que debe garantizar seguridad ciudadana, el impulso de incentivos, el desarrollo de infraestructuras, el que ofrezca garantías jurídicas, oportunidades para la juventud. Sin Estado el territorio difícilmente puede tener un crecimiento real y equilibrado. El Estado no es solo la capital y las ciudades mayores del país.

En estas elecciones presidenciales un criterio que debería manejar la juventud salvadoreña, en mi modesta opinión, es identificar qué candidatos le escuchan, qué candidatos dialogan con las y los jóvenes, no solamente con los de su partido sino con independencia de los colores. La juventud debe estar en el principio de la elaboración de políticas que den respuesta a sus necesidades.

En pleno siglo XXI la juventud necesita una red de escuelas profesionales bien dotadas, en todos los departamentos del país, orientadas de acuerdo con los modelos productivos territoriales. Escuelas conectadas a empresas, cooperativas y otros centros de trabajo que aseguren una salida profesional, pasando por períodos de prácticas.

La juventud salvadoreña necesita asimismo oportunidades de trabajo a partir de sus propias iniciativas. Incentivar desde las instituciones nacionales y locales el emprendimiento, es decir, la puesta en marcha de iniciativas autónomas, sobre todo en el campo que es donde más precariedad sufren las y los jóvenes.

Asimismo, hacen falta ayudas para que las y los jóvenes se animen a formarse en oficios (electricistas, fontaneros, carpinteros, mecánicos, reparadores, albañiles y pintores, confección… para hombres y mujeres) que les permita ejercerlos por su cuenta en las ciudades y municipios.

Amigas y amigos jóvenes, el país necesita asimismo una red de casas de cultura dotadas de equipos básicos y con programas de ocio y formativos de coste cero para los usuarios. Se necesitan también bibliotecas con préstamo de libros para adultos y menores. En todos los municipios del país debiera haber aunque sea una pequeña casa de cultura que convoque a la juventud para iniciativas culturales y deportivas. El arte en todas sus manifestaciones, incluida, cómo no, la música, deben concretarse en talleres para las y los jóvenes salvadoreños.

El candidato Hugo Martínez afirma que dará impulso al modelo de Ciudades Saludables: verdes, ambientales, con espacios deportivos y recreativos, para el buen desarrollo físico, mental, y una sana convivencia. Es una buena idea que deberá cristalizarse en la práctica pues el país y la juventud necesitan que desde la institución del Estado y con el concurso de las alcaldías se vaya consolidando una red de instalaciones deportivas, a la medida de las necesidades demográficas de los municipios.

Además, todo joven salvadoreño tiene derecho y por ello ha de tener la oportunidad de llegar a la universidad, sin que la condición económica sea un factor discriminatorio.

En fin, me he permitido citar algunas políticas posibles, pero son las y los jóvenes quienes deberían identificar sus necesidades, clasificando las más necesarias y urgentes. Ello requiere de contactos sistemáticos donde la juventud pueda dialogar con su propio lenguaje y en espacios donde se sienta cómoda. La juventud debiera identificar qué candidatos emiten credibilidad para el diálogo y la aceptación de reivindicaciones juveniles.

Amigas y amigos jóvenes: vivimos en una sociedad global y de país, en la que es mucho más fácil inculcar el individualismo, el egoísmo, la insolidaridad, que otros valores justamente contrarios. Se nos dice que la solidaridad es una necedad, que la honestidad es obsoleta y el compromiso social una pérdida de tiempo. El espacio público y las realizaciones colectivas han retrocedido. Muchas familias invadidas por la urgencia de sobrevivir no son un lugar de reposo y tranquilidad. ¿Qué hacer? Reaccionar.

Se puede vestir cualquier camiseta de cualquier partido o de sin-partido. La camiseta común debe ser la devolver a la juventud, a vosotros mismos, la ilusión, el deseo de hacer bien las cosas. Hay que recuperar al individuo anestesiado. No creer en los profetas y sí en el trabajo de equipo. La juventud salvadoreña necesita elaborar un nuevo relato. El relato épico quedó atrás. El no-relato que nos proponen las derechas nos quitaría la identidad, saber quiénes somos. El nuevo relato debe ser siempre vivo, generador de esperanza en la edad presente. Un relato de esfuerzo, de afán por la formación permanente, por el estudio, por una vida y una alimentación sanas, por unas relaciones de complicidad entre hombres y mujeres. Todavía podemos hacer que esta juventud de hoy sea brillante, intensa, participativa en ese espacio de encuentro común que es la democracia.

Amigas y amigos de la juventud salvadoreña. Vuestras vidas deben ofreceros, sobre todo, bienestar y felicidad. Tenéis derecho a ello. Pero sabemos que hay peligros que os acechan. Las maras y la violencia en todas sus expresiones están muy cerca de vosotros.

En los barrios, en los centros de estudio, en los cantones, en las calles de las ciudades… la criminalidad amenaza con truncar vuestros proyectos de vida. ¿Cómo enfrentar estas amenazas? Recuerdo lo ya citado: la presencia del Estado es esencial para la seguridad. Precisamente, sobre la seguridad escribiré en mi próxima carta.

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