Tokio / AFP
Hiroshi Hiyama
Los rescatistas japoneses buscaban el jueves entre los escombros de las casas a las decenas de personas que siguen desaparecidas tras las intensas lluvias caídas en el oeste del archipiélago y que provocaron la muerte de casi 200 personas.
Esta es la peor catástrofe meteorológica desde 1982 en el país y planteó dudas sobre la evaluación del riesgos ante fenómenos inéditos de este tipo en Japón.
Aunque proseguían las operaciones de desenterramiento y limpieza tras las inundaciones y los deslizamientos de tierra que sepultaron barrios enteros, las autoridades locales dijeron que seguirían yendo casa por casa buscando supervivientes o víctimas, pues aún hay unas 60 personas desaparecidas.
«Las 72 horas críticas ya pasaron», reconoció Mutsunari Imawaka, un responsable de la prefectura de Okayama, una de las regiones más afectadas junto con la de Hiroshima.
«Pero seguiremos con nuestra búsqueda, creyendo que todavía hay supervivientes», dijo a la AFP.
Según Imawaka, solo en Okayama hay al menos 18 personas en paradero desconocido, y varios miles de personas comprueban las casas en la región.
El primer ministro japonés, quien canceló una gira que tenía prevista por cuatro países, visitó este miércoles la provincia de Okayama y prevé desplazarse el viernes a otra de las áreas golpeadas por las inundaciones y los corrimientos de tierra.
Abe no hizo declaraciones, pero se entrevistó brevemente en privado con algunos de los habitantes afectados. Miles de ellos están alojados en refugios públicos mientras que otros fueron acogidos por allegados.
«Es la primera vez», «nunca vi algo así», «mi familia habita aquí desde hace generaciones, nunca vimos nada como esto»… todos los testimonios recopilados en el lugar por los periodistas de la AFP coinciden: la situación en excepcional.
Dilema
La altura del agua en las partes inundadas del barrio de Mabi, en Kurashiki, en la prefectura de Okayama, alcanzó en algunos lugares los 4,8 metros, según evaluaciones hechas por la Autoridad de Información Geoespacial de Japón.
Los meteorólogos constaron una pluviometría récord en 72 horas en 118 puntos de observación repartidos en una quincena de prefecturas.
El hecho de que los habitantes no pudieran evacuar a tiempo plantea dudas sobre los métodos de evaluación de riesgo, reconoció el gobierno, muy criticado por la oposición por su gestión de la crisis, considerada lenta. La célula de crisis nacional, presidida por el primer ministro, no se puso en marcha hasta el domingo por la mañana, aunque el balance la noche del sábado ya era de 30 muertos.
«En los últimos años vimos desastres vinculados con la lluvia mucho más mortíferos que antes. Debemos revisar lo que el gobierno puede hacer para reducir los riesgos», indicó este miércoles el portavoz gubernamental Yoshihide Suga.
«La frecuencia con la que se producen las catástrofes meteorológicas aumentó y vivimos en un mundo en el que no pueden aplicarse las reglas aprendidas por la experiencia pasada», advierte Hiroyuki Ohno, responsable del instituto Sabo, que estudia los deslaves.
Casi 70% del territorio japonés está formado por montañas y colinas. Muchas viviendas están construidas en pendientes abruptas o planicies inundables, es decir, en zonas de riesgo.
A eso se suma que muchas casas japonesas son de madera, sobre todo las viviendas tradicionales en zonas rurales.
Pero los expertos apuntan también al sistema de advertencias japonés, que confía a funcionarios locales sin experiencia en gestión de catástrofes la decisión de emitir o no las órdenes de evacuación, que además no son obligatorias.
La consecuencia es que son los propios habitantes los que deciden si se van o se quedan, en situaciones en las que a menudo no tienen suficiente información.
A las autoridades locales también les da miedo decirle a la gente que se vaya para nada. «Las reticencias a emitir órdenes de evacuación pueden crear […] retrasos y si la advertencia se da por la noche nadie se entera», dice preocupado Hirotada Hirose, experto en gestión de catástrofes.