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Celebraciones patrias… pero… ¿es que de veras somos independientes?

Carlos Girón S.

Lindas, nostálgicas e inspiradoras son las celebraciones del aniversario de la Independencia Patria el 15 de Septiembre, las cuales se anticipan a la fecha desde los primeros días del mes. Los colegios con sus bandas marciales (no de Paz) y sus cachiporristas son los que se lucen muy bien en los desfiles conmemorativos, a los que se suma el vistoso desfile militar. También abundan los discursos (vacuos) ponderando la dicha y las virtudes de ser un pueblo “libre y soberano” (más por los Acuerdos de Paz, que mencionó el presidente).

La celebración la hacen también las diferentes instituciones gubernamentales (sus empleados), como los Órganos del Estado y las autónomas, igual que las municipalidades. Y es en estos días nada más cuando, en los desfiles escolares y ceremonias públicas alusivas, se saca a relucir la enseña patria, que no sólo debería sacarse al Sol en esta magna celebración, sino mantenerla siempre en todos los edificios de las instituciones oficiales y sus dependencias. Uno admira cómo en los Estados Unidos de América, no sólo las dependencias gubernamentales mantienen en sus edificios el pendón de las barras y las estrellas; también están en la mayoría de almacenes y establecimientos comerciales, y lo más vistoso es que se lucen en no pocas residencias particulares y en cualquier casita humilde. Eso es demostración de espíritu patrio.

Conmemoramos la gesta independentista de la corona española, en 1821. Se rinde memoria a los nobles patricios que enarbolaron la bandera de la Libertad para que fuéramos un pueblo soberano, no sujeto ni sometido a ningún poder extraño, por lo cual también fue repelida la pretensión del Imperio de Iturbide, en México, de anexarse los territorios de la Patria Centroamericana. Porque no fue un solo país de esta región el que surgió a la libertad en ese entonces, sino todos nuestros pueblos. Los Próceres que lucharon por alcanzar ese anhelo legítimo procedían de las diferentes parcelas y eran movidos por el mismo fuego libertario. Por eso se pasea, desde los primeros días de septiembre, en una maratón de relevos, la Antorcha de la Libertad por todo el territorio de Centro América.

Y aquí hay que decir que es una desgracia, una tragedia, el que la Patria Grande original se haya desintegrado Y mayor es la desgracia al comprobarse que no hay el menor indicio de que se quiera revivir ese ideal –de espíritu y esencia bolivarianos, dado que el Libertador soñaba con una sola Patria de todos los pueblos hispanoamericanos–. Intereses bastardos seguramente fueron la causa de esa desintegración de la Gran Nación Centroamericana –desde el Suchiate hasta el Darién, como decía y quería el siempre bien recordado Napoleón Viera Altamirano.

Es alegre, sí, festejar el habernos librado, hace 196 años, de la tutela y el vasallaje español. Pero, pero…, preguntémonos: hoy en día ¿somos verdaderamente libres y soberanos nosotros el pueblo y nuestro gobierno? ¿Desarrolla éste, a voluntad, sus agendas, programas y proyectos contemplados en los planes quinquenales, destinados a impulsar el desarrollo y crecimiento de nuestra Nación, teniendo como eje central y, primordial, a la población de menores recursos, pero luchadora, que contribuye al sostén de la economía nacional?; ¿dispone el Gobierno, sin amarras, de los recursos financieros, provenientes de los impuestos –aportados en su mayor cuantía por los ciudadanos–?; ¿tiene permitido aplicar correctamente las leyes establecidas en la Carta Magna?; ¿existe un autocontrol legítimo entre los tres Poderes u Órganos del Estado, sin la abusiva injerencia de alguno de ellos en los asuntos de los otros?

Si se pudieran contestar afirmativamente estas preguntas se podría decir que sí está vigente aquella Independencia que nos legaron los Patricios que desafiaron y vencieron el colonialismo de la corona española. Pero, tristemente, en la actualidad, la realidad es otra, como podemos constatarlo y reconocerlo todos. Si vamos a ser honestos y realistas debemos aceptar la verdad: hoy en día no somos ni independientes ni libres ni soberanos. Nos tienen subyugados, esclavizados, tiranizados los poderes fácticos: los ricos del gran capital, los “padrastros de la patria” de la fracción legislativa derechista, y la dictadura judicial de la Sala Inconstitucional de la Corte Suprema de Justicia. A ellos se unen, como enemigos de nuestro pueblo y de nuestra libertad e independencia, los grupos criminales de todo color –que no se diferencian mucho de los otros por el dolor y el sufrimiento que le ocasionan al soberano.

Los primeros mencionados, constriñendo el presupuesto de la Nación con sus multimillonarias evasiones de impuestos, cuyo pago evitaría el endeudamiento del Estado, interna y externamente; los segundos –los diputados de derecha—, no aprobando las solicitudes de préstamos del Gobierno o dejando, por capricho y como otra forma de agresión al Gobierno, que se pierdan importantes donativos de países amigos.

Tienen éstos también bajo su tacón al pueblo al negarse a aprobar la Ley General del Agua, amenazando con privatizar este recurso natural, para comercializarlo. Tienen tiranizados también a los trabajadores, al escamonearles el derecho a una pensión justa, que no les roben las AFP, como esos diputados lo prefieren.

Por último, los magistrados tiranos de la Sala –lacayos vergonzantes de aquellos primeros–, que también bloquean emisiones de bonos nacionales y préstamos que el Gobierno necesita para trabajar en bien del pueblo, llegando hasta el colmo de anular el presupuesto general de la nación del año en curso.

¡Ahh! Y no hay que dejar atrás a aquellos otros que, prevaliéndose de la plena libertad, que les respeta y garantiza el Gobierno, viven haciéndole la guerra a él mismo y mantienen oprimida la consciencia ciudadana y colectiva, sembrando a diario el temor, la frustración, la desesperanza, la negatividad, ensombreciendo el corazón del soberano y el cielo de la Patria.

No, la idea de que somos libres, independientes y soberanos, es una vana ilusión, para el dolor de nuestros Próceres, que, en sus sepulcros, ven truncados sus desvelos y sacrificios…

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