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CELEBRANDO AL LIBRO Y A LA LECTURA

Álvaro Darío Lara

“Uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe”. Borges

Hace unos días tuvimos el agrado de participar en dos eventos culturales muy significativos: un agradable Recital de Poesía con los alumnos del Curso de Especialización 2023 de la Licenciatura en Lenguaje y Literatura (Módulo de Poesía) de la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador. Cátedra que sirve el Maestro Tony Peña, entusiasta académico y escritor, quien proverbialmente nos extiende cada año su invitación para que nos hagamos presentes en esas jornadas artísticas. En esta pasada actividad nos dimos cita: la profesora Argelia Quintana; y los poetas Josué Andrés Moz, Becky Macías, Fabio Rivas Rivera y un servidor.

De igual manera, el segundo evento nos llevó a la Biblioteca Pública Chapultepec, en el marco del Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor. La actividad consistió en un Recital-Conversatorio con los alumnos del Centro Escolar República de Argentina, profesores y público invitado. Actividad organizada por el poeta Mario Noel Rodríguez y por la directora de esa institución cultural, licenciada Carmen Molina de Rivera.

Ambos eventos constituyeron una verdadera fiesta donde celebramos a la poesía, a los libros y a los autores del ayer y del hoy. Y es que los libros (en sus formatos impresos y digitales) difícilmente pasarán, a pesar de tantas crisis locales y planetarias.

Hace décadas que los profetas de su desaparición vienen anunciando su fin; y, sin embargo, aquí están en la fulgurante era electrónica, enfrentando todas las vicisitudes de un mundo que cada día está más saturado de información y menos comunicado.

Cuánta razón tenía Saramago, cuando en su visita histórica a El Salvador en 2005 (junto a su esposa y traductora, la periodista Pilar del Río) al recordar a su abuelo, expresaba lo limitado del vocabulario de éste, lo circunscrito de ese léxico al entorno agrario del Portugal de las primeras décadas del siglo XX; pero, cómo el mundo se transparentaba en ese puñado de vocablos; cómo podía comunicar realmente; esto es, hablar desde el sabio corazón. Saramago afirmaba que ahora tenemos toneladas de palabras, tecnicismos, extravagancias de la lengua, pero cada vez nos escuchamos menos, cada vez, nos volvemos más insolidarios.

Para los que crecimos entre libros, las viejas ediciones de Defoe, D´Amicis, Mark Twain, Stevenson, Melville, Julio Verne, Poe, Horacio Quiroga, Salarrué, Ambrogi, Espino, Peralta Lagos, Masferrer, son insustituibles.

Aquellas enormes enciclopedias de lomos azules, rojos, dorados. Los atlas de la geografía mundial. Los grandes herbarios, y los iluminados textos de los monjes medievales, que pude apreciar fuera del país en la niñez.

Las ediciones argentinas, chilenas, mexicanas, que mi padre compraba en sus viajes o en las antiguas librerías del centro de San Salvador: Ercilla, Cultural, Cultural Católica, Cervantes, San Rey, Ibérica, Hispanoamérica, Moderna, Roxy.

La librería Isis, que nos causaba tanta curiosidad y asombro con sus títulos, plenos de esoterismo; sobre la Calle Arce, la librería San Pablo; sobre la novena calle oriente, la librería El Planeta; los libros usados en el antiguo parque San José. Y luego la recordada librería y galería Altamar de don Hugo Lindo. Recuerdo a don Hugo -delgado, con su cabello blanco- sugiriendo autores, ediciones, comentando libros. La librería Neruda, de ese gran crítico de arte y buen amigo, trágicamente asesinado por la barbarie de los años ochenta, Reynaldo Echeverría.

Las editoriales históricas: Porrúa, Kapelusz, Losada, Editores Mexicanos Unidos, Salvat, Sopena, Seix Barral, Bruguera, Kier, Fondo de Cultura Económica, la regional EDUCA y la guatemalteca José de Pineda Ibarra,

Entre nosotros, la Dirección de Publicaciones, con aquellas portadas de Mérida, en tirajes de miles de ejemplares, que realizó ese gran editor y poeta en prosa, que fue Ricardo Trigueros de León; Tercer Mundo, quijotada de Álvaro Menén Desleal; Editorial Abril Uno de Mauricio Sarmiento y Bernardo Mejía Rez  (el creador de “Pajaritas de Papel” y “Mi Pequeño Mundo”, páginas  infantiles pioneras en matutinos y vespertinos); Clásicos Roxsil de doña Rosa Victoria Serrano de López; Editorial Ahora; Editorial Horizontes; Editorial Universitaria de la UES y UCA-Editores, sobre todo, en la mejor época de ambas, bajo la dirección del escritor, poeta y ensayista Ítalo López Vallecillos, excelente editor.

Los libros, el gran placer de los bibliófilos. Esas joyas raras que aparecen de cuando en cuando, entre filas de antiguos textos, donde el polvo del tiempo, oculta verdaderos tesoros; donde acaso un roedor, se ha llevado una esquina; donde las manchas marrones del hongo, han dejado su perdurable huella; y un parásito nos evidencia, su tránsito burlador en orificios que atraviesan páginas y páginas.

Gran mérito los textos de “segunda lectura” que llegan a menor precio a los padres de familia, a los estudiantes, a los maestros y a los lectores voraces. Gran servicio el de don Jesús Castillo Villegas en la Avenida Monseñor Romero de San Salvador, con su librería “Segunda Lectura; de igual manera, doña Lydia con “La Casa del Libro”, frente al Parque San José; don Nicolás siempre en el centro histórico de la ciudad capital; y los ya recordados don Jorge Alberto Ramírez, Vidal Garay, y otros, escritores y libreros ya desaparecidos.

Y el mercado crece, ahora en lo digital, los poetas jóvenes también han descubierto en el comercio de los libros, una manera digna de ganarse el pan diario: Josué Andrés Moz, Alberto López Serrano, Wally Romero e Iván Escobar por mencionar algunos.

Y son también los jóvenes escritores los que animan fabulosas revistas electrónicas, editoriales de libros impresos. Son los jóvenes los que sostienen la cartelera literaria del país mediante recitales, conversatorios, ferias de libros, maratones de lectura. Y esto es sumamente maravilloso y esperanzador.

Hay un asunto de sensualidad, de posesión, de tacto en el libro-objeto; de placer visual en la cubierta, de regodeo tipográfico, de intensidad cromática en las ilustraciones, de brillo, que no tan fácil cederá. Para los bibliófilos como el suscrito, que aman por igual las antiguas revistas y los periódicos del día a día, aún hay papel para leer.

Si bien los libros impresos nos siguen fascinando, la actual época nos ofrece una infinita gama de posibilidades mediante lo digital. No importa el formato, si es digital o impreso, lo importante es el hábito, la práctica de la buena lectura. Y en esto, la familia, y la escuela tienen una inmensa responsabilidad en orientar, educar y formar a los niños y jóvenes.

Nada ganamos satanizando a la tecnología, ya que ésta no es el problema; el asunto de fondo sigue siendo no el soporte, nunca el soporte; es, definitivamente, el uso, que hacemos de estos grandes instrumentos.

Entonces, una taza del mejor café para autores, editores, lectores y queridos libreros ¡Continuemos leyendo!

 

 

 

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