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Centro-izquierda gana Presidencia Mexicana

Isaac Bigio
Analista Internacional

En las elecciones de México del primero de julio se impuso el candidato centro-izquierdista Andrés Manuel López Obrador, lo cual ha de tener un fuerte impacto en Latinoamérica y en el mundo.

México define a su presidente en una sola vuelta y es muy inusual que en una sola jornada electoral un solo candidato logre mayoría absoluta en unos comicios latinoamericanos. Esta vez López Obrador en su tercer intento de llegar a la presidencia arrasó con el 53.8%, más que duplicando los votos de su más inmediato rival Anaya del derechista PAN y más que triplicando la votación de su anterior partido (el PRI) quien, candidateando a Meade, logró el 16.3%.

México es un país que desde la revolución mexicana de los 1910 estuvo dominado por el movimiento que luego se convertiría en el PRI (Partido Revolucionario Institucional), el cual permanentemente se hacía reelegir. Desde 1934 al 2000 este se convirtió en un “partido único” que sobrepasó al monopolio de los partidos comunista soviético y chino. Luego del 2000 al 2012 la derecha tecnocrática por primera vez llega al poder con su propio partido (PAN) para que en el último sexenio (2012-18) el PRI hubiese vuelto a palacio.

En estos comicios el PRI quedó fuertemente castigado reduciéndose a menos del sexto de los votos. El descrédito del oficialismo no pudo ser capitalizado por la oposición neoliberal del PAN, el cual sobrepasó el quinto de los sufragios. Los dos partidos que han estado en el poder quedaron pulverizados debido a estar envueltos en escándalos de corrupción, narco-política y violación de derechos humanos.

México ha venido convirtiéndose en la “Colombia del norte” con una guerra en torno a la droga que ha dejado decenas de miles de muertos y que en estos comicios produjo al menos 130 muertos.

Obrador capitalizó el descontento popular ante la extrema corrupción, violencia y desigualdades entre clases y regiones de México.

Él ahora se convierte en el principal presidente de izquierdas en el hemisferio. A diferencia del eje Venezuela-Cuba-Bolivia-Nicaragua, Obrador ha dicho que no pretende nacionalizar nada ni subir impuestos y ha mostrado voluntad de diálogo con EE.UU. El centro de su accionar inicial ha de ser limpiar y democratizar el poder público.

Un programa de este corte es bastante limitado para ser el de un mandatario de izquierda. Ante la inminente oposición de la vieja élite a Obrador le ha de querer o el radicalizar sus propuestas bajo presión popular o amoldarse a sus detractores hasta quedar siendo luego removido, tal como pasó con Lula en Brasil.

Obrador tiene dos grandes diferencias con el Partido de los Trabajadores del Brasil. Primero que ha ganado en la vuelta inicial con mayoría absoluta y tiene un congreso afín sin tener que coaligarse con otras fuerzas. Segundo que su movimiento no ha nacido de los sindicatos, sino, más bien, del viejo PRI.

El hecho que en el país hispano más poblado haya llegado un izquierdista moderado al gobierno es algo que va a incidir en la política de Trump. Obrador no es partidario de que muchos mexicanos vayan a EE.UU. pero él está obligado a tener que defender a los 30-40 millones de estadounidenses de origen mexicano, la mayor minoría de occidente, y a desligarse de la anterior política oficial mexicana de patrocinar el aislamiento (y eventualmente el derrocamiento) del gobierno venezolano.

La reciente elección de administraciones izquierdistas en 3 países iberoamericanos tan importantes como son Portugal, España y México es algo que ha de tener una significativa influencia para el hispano-hablante Jeremy Corbyn, tan ligado a esos nuevos gobiernos, quien ha de querer aprovecharse de esa nueva oleada para avanzar hacia Downing Street.

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