San José/AFP
De Guatemala a Panamá, sovaldi Centroamérica se convirtió en la primera región del mundo en declararse libre de bombas de racimo, troche una arma que ha matado a 55.00 civiles en los últimos cinco años, tadalafil informaron este martes activistas y diplomáticos.
Con la adhesión de Belice se completó la incorporación de los siete países centroamericanos al pacto, al abrirse en Costa Rica la V reunión de estados parte de la convención contra explosivos de racimo.
«Una muy buena noticia de la reunión es que Belice anunció su adhesión al tratado, lo que hace que Centroamérica sea la primera región en el mundo libre de municiones de racimo», dijo a periodistas el diplomático costarricense Christian Guillermet, representante adjunto del país ante los organismos de la ONU en Ginebra.
Destacó que además de Belice, la República del Congo también anunció el martes su intención de adherir al tratado.
«Es importante que una región que ha sido víctima de la guerra, podamos mandarle al mundo un mensaje tan claro de nuestro compromiso con la paz y el desarrollo», comentó Guillermet sobre América Central, que en los años 70 y 80 vivió conflictos armados.
Activistas que participan en la cita destacaron la relevancia de que Centroamérica en su conjunto haya rechazado las municiones de racimo.
«Como región debemos sentirnos afortunados que no hemos sido afectados por estas armas, por eso hemos empujando a los gobiernos de la región para que adopten el tratado», dijo a la AFP el activista salvadoreño Jesús Martínez, director de la Red de Sobrevivientes y Personas con Discapacidad.
Martínez, quien perdió las dos piernas por una mina antipersonal durante la guerra civil en El Salvador (1980-1992), consideró que la adhesión del istmo al tratado es una garantía de que ningún gobierno las adopte en el futuro.
«En este mundo tan convulsionado, no sabemos qué gobierno viene, qué políticas militares van a adoptar, así que es mejor que las municiones de racimo estén prohibidas para que a nadie se le ocurra utilizarlas en el futuro», expresó Martínez.
Gran poder destructivo
Las municiones de racimo son bombas que al ser lanzadas, dispersan decenas de pequeñas bombas hasta a una extensión similar a un campo de fútbol, lo que multiplica su capacidad destructiva.
La convención por su erradición nació como iniciativa del gobierno de Noruega y organizaciones civiles, y entró en vigor en agosto de 2010, comprometiendo a sus estados parte a prohibir la fabricación, almacenamiento y uso de estas armas.
Hasta la fecha, 113 países han adherido al tratado, cifra que aumentará a 115 con el anuncio de la adopción por parte de Belice y la República del Congo.
Para el ministro costarricense de Relaciones Exteriores, Manuel González, la plena adhesión centroamericana es un paso hacia el alcance global del tratado.
«Ahora debemos universalizarla (la convención) y dotarla de una infraestructura administrativa mínima para su funcionamiento. Debemos insistir en los informes de transparencia, en los plazos de destrucción (de armas) y, lo más importante, en la ayuda y rehabilitación de las víctimas», expresó González en la apertura del encuentro.
El activista mexicano Héctor Guerra, de la Coalición contra Municiones en Racimo, el tratado avanza entre países latinoamericanos, con la disposición de Colombia y Paraguay de adoptarlo.
No obstante, hay otras naciones latinoamericanas que lo han recusado, como es el caso de Cuba, que apoya sus principios pero no lo ha adoptado por su política de acoger solo tratados emanados del sistema de Naciones Unidas.
Argentina tampoco lo acogió porque no quiere renunciar a ninguna opción de defensa mientras persista su disputa con Gran Bretaña por las Islas Malvinas, mientras que Brasil se opone por su condición de productor y exportador de armas.
La Coalición contra Municiones en Racimo manifestó su preocupación por el uso comprobado de estas armas en Siria, por parte del ejército y rebeldes del Estado Islámico, así como en los conflictos de Ucrania y Sudán del Sur.
Entre 2012 y 2013, 1.584 las municiones en racimo dejaron 1.584 víctimas en Siria, de las cuales 97% eran civiles.