Eduardo Badía Serra,
Director de la Academia Salvadoreña de la Lengua
Decía Aristóteles que “el hombre es un ser vivo que tiene logos”, (zoon logos ejon), queriendo con ello significar que el ser humano se distingue del resto de los animales por tener razón, y además, por tener lenguaje. En efecto, el ser humano se distingue del resto de los animales porque tiene lenguaje, porque habla, “el hombre es el único ser vivo que tiene palabra”, decía el estagirita en su “Política”. Aristóteles definió al hombre de muchas maneras: Era el ser social, y también el ser racional, y además, el ser que habla; pero en el fondo, hay correspondencia en todas sus definiciones: Habla porque tiene lenguaje, y tiene lenguaje porque tiene pensamiento, y tiene pensamiento porque razona.
Este asunto de si el hombre es el único ser que habla es aun discutido por la filosofía del lenguaje. Si es el único ser que habla, esto significa que los otros animales, los animales, digamos, en genérico, no hablan. ¿Pueden hablar los animales? Conesa y Nubiola, en su libro sobre Filosofía del Lenguaje, abordan el problema: ¿Habla el loro que dice ‘buenos días a todos’?, se preguntan; cuando un gato maúlla para que le demos leche, ¿sabemos realmente lo que quiere? Y concluyen afirmando que hay comunicación animal, tanto entre ellos como con los seres humanos, e incluso otros autores sostienen que la capacidad para comunicarse por medio de símbolos y sintaxis está dentro de la capacidad de los simios. Pero, ¿hay diferencia entre el lenguaje animal y el lenguaje humano? Conesa y Nubiola sostienen que sí, y hay de acuerdo con ellos, dos rasgos que los distinguen no sólo cualitativamente sino también cuantitativamente: En primer lugar, en el habla humana no hay una base instintiva apreciable, como la hay en el lenguaje animal, que resulta como producto de un instinto; en segundo lugar, el lenguaje animal no es vehículo de comunicación, y sí lo es el lenguaje humano. Esto último es lo que ahora me gustaría comentar un poco.
“El lenguaje humano impregna nuestras vidas desde el nacimiento hasta la muerte”, afirman, y así es indudablemente, los autores citados. Es algo natural en el hombre, como caminar y respirar. “El ser humano habla, habría dicho Heidegger, tanto en la vigilia como en el sueño; y aun hablamos cuando no pronunciamos palabra sino simplemente leemos o escuchamos. El lenguaje no es producto de un acto volitivo sino es un efecto por naturaleza que se da en el hombre. No es que el hombre tenga la capacidad de hablar, sino que el hombre es hombre porque precisamente tiene la capacidad de hablar”. Heidegger daba mucha y muy alta consideración al hecho que el hombre fuera capaz de hablar. Pero ¿porqué tiene el hombre esa su necesidad natural de hablar? Volvamos por un momento a Aristóteles, “el que sabe”: El hombre necesita hablar porque siendo racional, piensa, y al pensar, necesita una forma de expresar su pensamiento. Descartes siente como necesario recoger esa interpretación del preceptor de Alejandro, definiéndose: “pienso, luego existo”, y si más profundamente, “pienso, luego soy”, formas de la definición cartesiana que entrañan una profunda diferencia, la recia diferencia entre lo que es el ser y el ente, el ente y la esencia, como habría dicho Santo Tomás en su famosa obra. Habrá, pues, una intrincada relación entre cerebro, lenguaje, imágenes y pensamiento.
El filósofo Juan José Sanguineti, en su riquísima obra “Filosofía de la mente”, enfoca esta relación, hablando de esa necesidad humana de poseer su lenguaje: “La experiencia lingüística es fundamental desde el inicio para el desarrollo de la inteligencia. El aprendizaje lingüístico primario está vinculado a las primeras experiencias sociales y afectivas. La inteligencia no empieza a desarrollarse en el niño sin la intervención continuada de otra persona hablante y afectuosa, (normalmente el padre y la madre). La mente humana es intersubjetiva desde el principio”. Así afirma el profesor Sanguineti. Y yo deseo subrayar, al margen del objeto de esta columna, cómo él insiste en lo afectivo: Las primeras experiencias sociales ‘y afectivas’, dice; y remarca, ‘otra persona hablante y afectuosa, (normalmente el padre y la madre’, dice. Ojo con esto: Aquellos que insisten en una educación inicial dada en la escuela deberían hacer una reflexión sobre lo que ha expresado este respetado profesor de filosofía de la ciencia. Nunca la escuela puede sustituir al hogar y a la familia en la primera infancia. Pero esto es otro tema, aunque considero importante reseñarlo aquí.
Para Sanguineti, y esto es así aceptado ya, ciertamente el pensamiento crea al lenguaje y no al revés, y lo crea por necesidad. El pensamiento necesita símbolos sensibles, no puede progresar sin símbolos, aun cuando sepamos que al hablar y escribir, normalmente expresamos menos de lo que pensamos, pues no todo lo que se comprende puede expresarse con la palabra. “La realidad es más amplia que el pensamiento, y el pensamiento es más amplio que el lenguaje”, dice Sanguineti.
Estamos anatómicamente predispuestos para hablar. Aunque el lenguaje oral es un proceso natural de la especie humana, la creación concreta de un lenguaje y el aprendizaje lingüístico, en cambio, son un hecho cultural, no puramente natural. Al enseñar una lengua, se transmite con ella un saber sedimentado de siglos.
Hay, así, una viva relación entre cerebro, lenguaje, imágenes y pensamiento. El hombre evoluciona, se habla de que más temprano que tarde el especismo, y su connatural el antropocentrismo, caerán vencidos por la sociedad posthumana, y el hombre mutará fuerte y violentamente hacia una ser más natural, más cercano a la animalidad. Pareciera que ese sedimento de siglos, nuestro muy humano ‘código simbólico’, nuestra tan apreciada ‘circunstancia’, que en el fondo vendrían a ser rémoras, resistencias, a la naturalidad a la cual aparentemente volveremos, deberán ceder el espacio a otra forma de comunicación……¿instintiva?…..¿no comunicativa?
Aunque sus seguidores afirman que la tal mutación es inevitable, (el hombre destruyéndose a sí mismo), pareciera, al menos ontogenéticamente, no estar muy cerca, y tendremos entonces tiempo para reflexionar sobre ello. Pero mientras más la inteligencia artificial predomine sobre la inteligencia natural humana, más se acelerará tal cambio, y lo único que a lo mejor necesitará el posthumano será el instinto del teclear. ¿Para qué van a hablarse dos hombres que se encuentran uno frente al otro, si tienen cada uno el adminículo que ya los comunica sin hablar?
Appel nos prevenía ya hace mucho de que el predominio de la “ratio técnica” sobre la “razón práctica”, es decir, el predominio de los juicios descriptivo-explicativos sobre los normativos, de la técnica sobre la razón en palabras simples, llevará al hombre a su propia autodestrucción. “Los hombres morales y éticos serán –decía-, en el futuro cercano, una minoría. ¿Habremos llegado ya a ese futuro cercano?
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