Cerrando ciclos

Álvaro Darío Lara

Escritor y docente

 

“No por orgullo/ni por incapacidad/ ni por soberbia/ sino simplemente/ porque aquello/ ya no encaja/ en tu vida/cierra la puerta/ cambia el disco/limpia la casa/ sacude el polvo/ deja de ser/quien eras/ y transfórmate/ en quien eres/”. Así reza un envío que llegó a mis manos recientemente.

Todos en algún momento de nuestras vidas, percibimos cuando los acontecimientos, personas, situaciones, ya no responden a nuestra realidad. Aunque en definitiva, en la gran mayoría de los casos,  no es lo externo lo determinante, sino lo interno.

Los seres humanos y las sociedades quemamos etapas, hundimos naves, y vamos a recorrer nuevos caminos. Esa es la historia de la vida indefectiblemente.

Saber reconocer cuándo nuestro tiempo se ha agotado, y ha llegado la hora de decir un ¡hasta pronto! o un ¡hasta nunca!, no es de doctos, es de sabios. Aferrarse obsesivamente a lo acostumbrado por comodidad, tradición o simplemente inercia, no nos hace crecer. Crecemos en la medida que afrontamos los desafíos, las adversidades, los obstáculos.

Y así, como interiormente, individualmente, cerramos ciclos, las sociedades, los reinos, los imperios del pasado y del presente, terminan también ciclos. La antigua Roma pasó, como pasan las nubes por los cielos, todo su poder político es ya leyenda. Pero su legado en el idioma, las leyes, la cultura, las artes continúa presente en la historia. Nada se disuelve completamente, todo de alguna forma sigue ahí. Comprender esto, y no ser piedra de tropiezo para que la novedad ponga a prueba sus promesas, despliegue sus potencialidades, es prudente, es civilizado, es inteligente.

Ya lo decía, nuestro más Alto Pensador en Centroamérica, don Alberto Masferrer, en el siglo anterior: “Hoy más que nunca debemos recordar que las sociedades se transforman rápidamente, que las ideas y las cosas, ya no están, sino que van. El concepto estático  de nación y de sociedad tiene que ser sustituido por el concepto dinámico. La relatividad y la movilidad son ahora reconocidas como los caracteres inherentes a todas las cosas. Nada está, todo va: esa es la ley a que deben ajustarse todas las formas que se creen para regir a los hombres, y sería una torpeza olvidarlo cuando se trata de una reforma tan honda y tan amplia como el Mínimun Vital” (Por todos los caminos).

¡Ese Mínimun Vital, anunciado por Masferrer, que encontró tantos opositores en tirios y troyanos! Aquéllos tildándolo de extremista y bolchevique; y algunos otros respondiendo desde la descalificación y la burla. ¡Paradójico! Ninguno de éstos, después de la publicación del texto en 1929, logró, desde sus posiciones de  poder, concretar su carta mínima de derechos y aspiraciones. El Mínimun Vital sigue pendiente.

Por lo anterior, sostener una activa esperanza, en este nuevo ciclo nacional es conveniente para todos. Hay que retomar los conceptos de unidad, sin importar las procedencias. El país tiene enormes urgencias. Y no podemos fallarle más.

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