Redacción Nacionales
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El reconocido economista César Villalona no duda en calificar de “malo” el crecimiento económico de El Salvador al final del año 2024, y duda que el crecimiento supere el 2%. Este y otros temas como la deuda pública y las pensiones se abordan en esta entrevista.
-César, ¿Cómo valora el crecimiento de la economía en 2024?
Malo. El BCR dice que la producción de bienes y servicios (PIB) aumentó 3.5% en el primer trimestre del año, con respecto al mismo período de 2023, pero solo 1.5% en el segundo y tercer trimestre, lo que muestra una tendencia al estancamiento. En el año difícilmente crezca 2%.
Hasta algunos economistas que apoyan al Gobierno reconocen el mal desempeño de la producción e incluso hablan de maquillaje de cifras. De manera que este año será peor que 2023, cuando el BCR reportó un crecimiento de 3.3%.
El Gobierno puede decir lo que quiera sobre este tema, pero el pueblo sabe que todo está caro, que los ingresos desmejoraron y que hubo miles de despidos en el sector público y el privado.
El salario mínimo siguió congelado (por ley debió revisarse en septiembre). Y aunque las remesas ayudan a miles de hogares solo crecieron 2.2% hasta noviembre. El año pasado aumentaron 4.6%.
-¿Qué pasó con la inversión?
Hasta septiembre solo se había ejecutado el 15% de la inversión pública programada, pues en el presupuesto aprobaron $1,381 millones para obras y construcciones y ejecutaron $208 millones. Al terminar el año a lo sumo llegarán al 20%. La inversión en recurso humano cerrará en 30% de lo programado y la Dirección de Obras Municipales solo habrá invertido el 75%.
La inversión privada nacional no anduvo bien, pues la cantidad de importaciones de bienes intermedios (medida en kilogramos), que utilizan las empresas para producir, disminuyó -3.7% entre enero y noviembre. Y la importación de maquinarias, herramientas y equipos, que también son para producir, se estancó en la industria (0.1%) y disminuyó en el comercio (-3.8%), sectores que en conjunto aportan el 30% del PIB. También bajó en la banca.
Hasta noviembre la importación de gasolinas, diesel oil, fuel oil, aceites y grasas lubricantes había disminuido -6%. También cayó -6% la importación de fertilizantes para el sector agropecuario. Esas son señales de la mala inversión privada.
La inversión extranjera se redujo. El año pasado fue de $760 millones y entre enero y septiembre de 2024 apenas llegó a $387 millones. En Costa Rica se calcula que recibirán $4,500 millones, en Nicaragua y Guatemala alrededor de $1,500 millones y Honduras unos $1,000 millones.
-¿Cómo evolucionó el comercio con el exterior?
Muy mal también. Hasta noviembre las exportaciones de bienes habían disminuido -0.8% ($51 millones). Las tradicionales (café y azúcar) y las de maquilas cayeron en cantidad y valor. Las importaciones aumentaron un poco, pero sobre todo las de bienes de consumo (2.9%), que le generan competencia a la producción nacional.
-¿Qué nos puede decir de las finanzas públicas?
Hasta noviembre el Gobierno había aumentado su recaudación tributaria en 8%, pero no pudo ejecutar su inflado e irreal presupuesto y tuvo que hacer enormes recortes de gastos, a pesar de que también recibió mucho dinero de préstamos, pues la deuda pública creció en el este año en $2,457 millones y superó los $32,000 millones. La deuda con los fondos de pensiones aumentó en $918 millones hasta noviembre y es una bomba que puede explotar en poco tiempo.
Los ministerios de Educación y Salud, en conjunto, no ejecutaron casi $600 millones de los que les aprobaron. Obras Públicas no ejecutó el 60% y los demás ministerios también tuvieron una mala ejecución, salvo los de Relaciones Exteriores y Defensa, que se sobregiraron, como casi siempre.
El acuerdo con el FMI es la mejor muestra del estado calamitoso de las finanzas del Estado, sobre todo del Gobierno Central. A cambio de un préstamo de $1.400 millones, se recortó severamente el gasto público en 15 de los 16 ministerios y en el rubro de inversión.
-¿Cómo resumiría, entonces, el desempeño económico del año?
Economía sin dinamismo y con tendencia al estancamiento, menos inversión pública y privada, pérdida de empleo, alimentos y servicios caros, ingreso del pueblo devorado por los precios, caída de las exportaciones por segundo año consecutivo, crisis financiera del Gobierno y aumento excesivo de la deuda pública.
El año cerró con miles de despidos en el Estado; un acuerdo negativo con el FMI; la aprobación de un presupuesto contractivo para 2025, que empeorará los servicios básicos y la producción de alimentos; y la aprobación de una nefasta ley que permite la minería metálica pero cuya ejecución será bloqueada por el pueblo.