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Chaparrastique: un gigante despierto

Su cráter había sido utilizado durante años por cientos de migueleños y lugareños como cancha de fútbol, clinic luego de alcanzarlo a través de una larga travesía iniciada, hospital tradicionalmente, en el municipio de San Jorge, uno de los más afectados por la reciente erupción del coloso.

Elder Gómez
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La imagen de la Virgen de la Paz, la patrona católica de El Salvador, habría sufrido quemaduras en uno de sus dedos cuando en 1762 fue colocada al oeste de la ciudad de San Miguel, en el oriente del país, para detener toneladas de lava que amenazaban con sepultar, al estilo de Pompeya, ese municipio fundado solo tres siglos antes por el español Luis de Moscoso.
La curia de entonces habría sacado la imagen de la inmaculada de su aposento, cuando vio que miles de metros cúbicos de piedra basáltica y otros minerales fusionados a infernales temperaturas, lanzados horas antes por el poderoso volcán Chaparrastique, a 11 kilómetros al oeste de la llamada “Perla de Oriente”, se paseaban imponentes por el patio trasero de la ciudad.
-2Historia chaparrastiqueLos sacerdotes habrían corrido con sus túnicas ajustadas a sus cuerpos por el viento que azotaba la región, con la imagen de la Virgen de la Paz subida en una carreta, para posicionarla en La Curruncha, frente a la masa ígnea, para que hiciera el “milagro” de detener la gigantesca mole gelatinosa vomitada por el coloso migueleño.
La Curruncha es un sitio migueleño que antaño estuvo tapizado con lava petrificada, salpicado, como un tablero de ajedrez, de chozas o casas de lámina o cartón, que tras el “milagro” celestial, se convirtió en la popular Colonia Milagro de la Paz, irónicamente, una de las tradicionales zonas violentas de San Miguel, como su vecina de reciente construcción, Ciudad Pacífica.
El “milagro” de la virgen se habría cumplido y la ciudad, famosa por su carnaval pagano de cada noviembre y sus elevadas temperaturas, sobrevivió a la catástrofe que se le avecinaba y que la habría convertido en la Pompeya latinoamericana.
Los migueleños guardan esa historia para recordar que un día su ciudad estuvo a punto de morir sepultada por la furia del coloso, que el domingo pasado volvió, de manera sorpresiva, a hacer alarde de fuerza con una potente erupción de cenizas y gases venenosos que ha obligado a la evacuación de decenas de familias que vivían en su periferia.
El volcán Chaparrastique, uno de los tres más altos de El Salvador, con más de dos mil metros de altura, no ha dormido desde que esa historia del “milagro” de la Virgen de la Paz se coló entre la población por medio de la tradición oral católica.
Chaparrastique es un nombre controversial, tanto, que los historiadores aún no se ponen de acuerdo con su significado, aunque el más común ha sido su apelativo Lenca: “tierra calurosa” o “tierra del calor”.

Virgen de la Paz
Virgen de la Paz

La meta de la travesía era llegar hasta su cráter, el que en masa los aventureros bajaban a través de veredas hechas por la costumbre, y ya en su interior, realizaban hasta partidos de fútbol.

Con 26 erupciones en 304 años, contabilizadas desde la llegada de los españoles a El Salvador, en 1524, el coloso migueleño tiene la mala reputación de ser una montaña inestable, al punto, que algunos geólogos no descartan que su edificio volcánico sea destruido por alguna potente explosión, como ocurrió con la erupción cataclísmica del volcán Ilopango, ahora convertido en lago, en la periferia oriente de la capital, en el Siglo V, D. C.
La colosal montaña se yergue solitaria, pero imponente, en la planicie migueleña, separada de su rival más pequeño, El Pacayal, convertido ahora en base de antenas repetidoras de señales de radio y televisión de la capital, en el también municipio migueleño de Chinameca.
En su soledad geológica, sin embargo, el volcán Chaparrastique cuenta con numerosos adventicios – los famosos “respiraderos”-, por donde ha expulsado lágrimas de fuego, para patentar su fama de ser uno de los seis complejos volcánicos más activos de El Salvador.
El Chaparrastique luce un vestido de revuelos, elaborado con el lanzamiento de incesantes piroclastos y ceniza, que le han dado desde hace siglos esa imponente altura y esa forma cónica casi perfecta, a lo que los geólogos le llaman estratovolcán.
Con un aproximado de 13 kilómetros de perímetro y con una boca de pez de cerca de 800 metros de circunferencia, la más perfecta de las formaciones geológicas salvadoreñas, al volcán Chaparrastique se le han contabilizado ocho escupidas de masa incandescente, desde 1530, cuando Moscoso fundó la ciudad de San Miguel.
Sin embargo, y retando su altura y sus inesperadas reacciones, decenas de migueleños y de otras regiones del país lo habían escalado por años, el camino predilecto había sido por el sector del poblado de San Jorge, uno de los más afectados por la reciente erupción del coloso.
La meta de la travesía era llegar hasta su cráter, el que en masa los aventureros bajaban a través de veredas hechas por la costumbre, y ya en su interior, realizaban hasta partidos de fútbol.
El 4 de diciembre de 1976, el Chaparrastique lanzó otro lenguetazo ígneo y su cráter, como penacho de fuego, sirvió por meses como el segundo “Faro del Pacífico” salvadoreño, visto desde diversos puntos de la zona oriental y central del país, después del título ostentado por años por su hermano del occidente, el volcán de Izalco.
Sus exabruptos de siglos han sido traducidos a cenizas, gases mortales, lava y hasta en lodo caliente, que han puesto a temblar a más de alguno de sus inquilinos humanos en los últimos años, como lo hizo de nuevo el domingo anterior.
El 16 de enero de 2002, el coloso de la “Perla de Oriente” realizó otro espectáculo al producir pequeñas explosiones y lanzar como cohetes artesanales de fiestas de pueblo, tefra, del tamaño de ceniza, algunas de las cuales abarcaron hasta el centro del país.
A pesar de haber demostrado en varias ocasiones su poderío, sus faldas han sido ocupadas desde tiempos inmemorables por pobladores que han fundado ciudades como San Jorge, San Rafael Oriente, Chinameca, Juacuapa y Nueva Guadalupe, en el departamento de San Miguel, así como Santa Elena, Alegría, Berlín y Santiago de María, en el vecino departamento de Usulután.
Además, han servido para cultivar grandes extensiones de café, fuente de trabajo para la mayor parte de la población residente en la zona, mayoritariamente familias pobres, y han servido como centro de recreación por su altitud, como el memorable Parque de Las Placitas, convirtiéndolas en uno de los sitios más apetecibles de los migueleños, por su cercanía a la urbe.
El Chaparrastique, cuyo nombre ha sido retomado por una antiquísima colonia situada en la periferia oeste de ese municipio oriental, en las laderas de la imponente montaña, es caliente, y lo ha expresado cada diciembre o enero en los últimos años, para pedir a los salvadoreños que lo respeten.

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