Richard Canán
El Comandante Chávez impregnó a nuestro pueblo de su genialidad, su sapiencia, su sensibilidad, su energía y su entusiasmo infinito. La única manera de entender su excepcional capacidad estratégica y organizativa, es pensar que viajaba de tanto en tanto al futuro y luego venía a contarnos, a los pobres mortales, las buenas nuevas con que se encontraba. Como Jesús difundiendo la palabra, siempre nos llenaba con increíbles ideas, proyectos y cruzadas que movilizaban con gran optimismo a todo el pueblo. De su mano, redificamos toda la estructura social, política, económica y productiva del país, para darle y transferirle el poder al pueblo, nuestro actor protagónico. Nada de odiosos privilegios para la burguesía.
Ante cada problema de la gente, nada de postergar, nada excusas. El Comandante siempre creaba algo novedoso y audaz para resolver las necesidades más urgentes de la gente. Primero los humildes y “los pobres de la tierra”. Por eso su preocupación minuciosa por cada tema, para darle luego remedio y solución. Por eso las Misiones Sociales, creada cada una con precisión quirúrgica para abordar temas específicos de las necesidades de la gente. Para atender la atención primaria de salud: los médicos Barrio Adentro, arriba en el cerro o en el campo (a nuestros empantuflados médicos “tradicionales” ni se les ocurre salir de sus consultorios); para los problemas de la vista; Misión Milagro; para combatir el analfabetismo: Misión Robinsón. Y así, las más de treinta misiones creadas para la protección y beneficio de todo nuestro pueblo.
Chávez también rescató nuestros símbolos patrios, nuestro orgullo nacional y nuestros próceres olvidados y ocultados por los acartonados historiadores de la oligarquía. Como una enciclopedia viviente nos relataba con detalle miles de historias, de extraordinarias batallas o de lugares y personas maravillosas desparramados a lo largo y ancho de todos los rincones de nuestro país. Con él aprendimos de la belleza del Llano Venezolano, su realidad geográfica, sus climas entremos de invierno a verano, su potencialidad productiva, pero por sobre todo nos presentó a su gente, hombres y mujeres, abnegados trabajadores del campo. Por los caminos del Llano nos aprendimos de memoria todos los pasajes, golpes y corridos de la más hermosa música criolla.
Chávez nos enseñó de solidaridad y de internacionalismo. Términos que habíamos leído y visto de Fidel, el Che y la Revolución Cubana, pero que nunca creímos capaces de emular. El Comandante nos enseñó que nuestro primer deber es ayudar a los otros, siendo humanistas y solidarios. Que el espíritu de solidaridad se propaga velozmente y que en el internacionalismo nos unimos con otros pueblos del mundo para luchar contra toda forma de injusticia, buscando la independencia y la soberanía.
Sin miedo alguno enfrentó al macabro monstruo del imperialismo yanqui, siempre desde el debate de ideas, desmontando las contradicciones del capitalismo depredador y denunciando sus equívocos métodos guerreristas de coacción y aniquilación militar del contrario. Adonde llegan los marines y sus misiles “inteligentes” más nunca vuelve la paz. Irak y Afganistán son claros ejemplos de ello.
Por eso, unidad, integración y paz siempre fueron los objetivos principales del Comandante Chávez. Con maestría siempre reafirmó la necesidad de crear un mundo multipolar y multicéntrico. En este contexto, impulsó la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), contraviniendo los deseos del imperio norteamericano que venía impulsando su frustrada y fracasada Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Tanto así que hasta el inefable presidente Trump ha atacado y maldecido todos estos convenios de libre comercio.
Chávez fue el gran promotor de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), de Petrocaribe y de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), extraordinarios mecanismos de cooperación e integración regional. El Comandante amplió nuestro horizonte mundial y trabajó con mucho empeño en la construcción de nuevas alianzas y relaciones estratégicas con potencias de primer orden como Rusia y China; o países con gran tradición productiva e industrial como Vietnam y Bielorrusia.
En todas estas relaciones siempre prevalecían los mismos términos e ideas: la unidad, la búsqueda de la paz, la preservación del planeta, el respeto mutuo, la autodeterminación e independencia de los pueblos, el intercambio y el comercio justo. De iguales a iguales. Desearía destacar también su extraordinario amor y empeño por la causa de la libertad del pueblo Palestino. Palestina es nuestro corazón que aún sangra, pero que lucha incansable y rebelde contra las oprobiosas fuerzas del neocolonialismo del siglo XXI. Allí siempre estuvo Chávez, con los brazos abiertos, para ayudar al heroico pueblo Palestino.
Ese era Chávez, constructor e impulsor de Otro Mundo Posible, donde los límites son nuestros propios sueños y esperanzas. Lo amamos, lo extrañamos y bregamos cada día para lograr que nuestra Revolución Bolivariana avance por ese extraordinario camino de solidaridad, igualdad y justicia social que él soñó para nuestro pueblo y para los pueblos hermanos del mundo.
Chávez perdura invencible en la conciencia y cotidianidad de nuestro pueblo.
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