Dr. Víctor M. Valle
Según el testimonio de Félix Rodríguez, cuadro de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, el Che Guevara fue asesinado aproximadamente a las 13:10 horas del 9 de octubre de 1967, es decir hace 50 años. Es más, el testimonio de Rodríguez es que él fue el intermediario de la orden a un sargento Terán, de Bolivia, para matar al guerrillero diciendo: “No le tire de aquí (de la barbilla), tírele de aquí (la barbilla) para abajo pues se supone que este hombre haya muerto de heridas en combate”.
El soldado boliviano, según Rodríguez, le dijo al paramilitar de Estados Unidos: “Sí, mi capitán”. Ese “su capitán”, era veterano de la invasión contra-revolucionaria a Cuba, en abril de 1961, y más de 20 años después se apareció en las batallas de la guerra civil de El Salvador. Se le menciona como uno de los captores de la comandante del FMLN Nidia Díaz, en abril de 1985.
Cuando se confirmó la muerte de Guevara, los izquierdistas del mundo y de América Latina nos conmovimos. Costaba creerlo. La foto emblemática del Che que le tomó Alberto Korda 7 años antes de su muerte, el 5 de marzo de 1960, se hizo muy conocida en todos los espacios donde se respiraba la revolución social.
El Che, con su vida y su muerte, entró a la historia, al mito de un muerto que vive en el recuerdo de los luchadores sociales del mundo.
Ganó el coronel Fidel Sánchez Hernández. Perdieron el Dr. Castillo, de la izquierda, el Dr. Abraham Rodríguez, del PDC original, y el mayor Álvaro Martínez, un militar, diplomático y vinculado a sectores cafetaleros. Con esa campaña de 1967 se comenzó a dar fin al anhelo de que el país se podría democratizar por medio de elecciones, pues al final se impuso el representante de la cadena de gobiernos militares inaugurados en 1931 y se entró a la antesala de la guerra civil.
En 1967 hacía 50 años que habían triunfado, bajo el liderazgo de Lenin, los bolcheviques y se había comenzado la Revolución Rusa. Es el mismo número de años que han pasado desde la muerte del Che hasta el actual 2017.
Hace 50 años se vivía la confrontación de la llamada “guerra fría”, que en realidad era muy caliente y letal. Había mucho muerto y mucha destrucción; pero aún se vivían tiempos de ilusiones y de utopías redentoras partir de un parte-aguas de la historia, la revolución rusa de 1917. Por eso Rodney Arismendi, intelectual izquierdista uruguayo, pronunció por esos tiempos aquellas palabras: “Desde 1917 la avenida principal de la historia se llama revolución socialista”.
Cuánto pasó en nuestra tierra desde 1967: injusticias sociales, huelgas obreras y gremiales reprimidas (obreros del Acero, ANDES 21 de junio), guerra contra Honduras, intentos democratizadores, fraudes electorales, represiones, masacres campesinas, nacimiento de las guerrillas, asesinato de Monseñor Romero, guerra civil, acuerdos de paz, estreno de la democracia, pesos y contrapesos en el poder político, tozudez de los responsables del desmadre histórico, es decir de los que concentran la riqueza y desdeñan a los de abajo.
Estos son tiempos para reflexionar y admirar a los luchadores que fueron capaces de poner su vida, sus pasiones y sus muertes como bastiones éticos para la largamente anhelada justicia a favor de los humildes y pobres del mundo.
Son reflexiones que surgen al evocar el legado histórico del Che Guevara a 50 años de su muerte.
El Che Guevara, campeón de la congruencia en lo que se dice y se hace, pertenece a esa estirpe de personalidades históricas como Ho Chi Minh, vencedor de dos imperios en Vietnam e inspirador de luchas populares; Nelson Mandela, vencedor del ignominioso “apartheid” y maestro de la sociedad en Sur África, y Fidel Castro a quien, cada vez más, la historia lo está absolviendo y reconociendo como constructor de dignidad de pueblos.
Esos héroes populares, con sus luchas y sus vidas irradian, desde Asia, África y América Latina, lucidez para entender los problemas sociales, afrontar los cambios y dejar huellas en la historia. Por eso, Ho Chi Minh, Nelson Mandela, Che Guevara y Fidel Castro son luces del tiempo. Dicho esto para recordar al Che a 50 años de su partida física.