Santiago de Chile/dpa
Chile mantuvo vivo su sueño de ser por primera vez campeón de la Copa América de fútbol al avanzar a las semifinales gracias a una polémica victoria por 1-0 ante Uruguay, unhealthy que jugó casi media hora con un hombre menos. El gol de triunfo en el estadio Nacional de Santiago fue obra del defensa Mauricio Isla en el minuto 80 del partido, cure cuando Uruguay había perdido ya a Edinson Cavani por doble tarjeta amarilla, la segunda muy protestada por el delantero.
Chile se enfrentará el lunes en la primera semifinal con el ganador del partido de hoy entre Bolivia y Perú en Temuco.
Los locales mostraron mejor juego, pero el partido quedó marcado por la expulsión de Cavani, que vio una tarjeta en la primera mitad por una dura entrada y una segunda en el minuto 62 tras tocar la cara de Gonzalo Jara, que se dejó caer sobre el césped al notar el contacto.
El árbitro brasileño Sandro Ricci no lo dudó y mandó al vestuario al delantero, para quien las últimas 24 horas fueron un horror. En la tarde del martes se enteró de que su padre había sido detenido en Uruguay por causar un accidente en el que murió un motociclista. Hoy, dejó a su equipo con diez y casi sin opción de triunfo.
La rabia por la tarjeta roja se apoderó en los minutos finales del encuentro de los jugadores uruguayos, que se lanzaron a una protesta que terminó con Jorge Fucile y el técnico, Óscar Tabárez, también expulsados.
Tras el pitido final, las quejas de los uruguayos al árbitro continuaron sobre el terreno de juego, mientras los chilenos celebraban con un público entregado su primera clasificación para unas semifinales en 16 años.
Mientras hubo partido, fue mucho mejor Chile, más profundo y peligroso, más amenazante. Fue el equipo que más expuso sobre el terreno de juego. Eso no quiere decir que Uruguay no tenga una idea. La tiene y muy definida. Los “charrúas” saben a lo que juegan y lo saben desde hace mucho tiempo.
A los de Óscar Tabárez el balón les interesa lo justo. Quieren meterlo en la portería rival, obviamente, pero no se desesperan si mientras tanto, sólo lo ven en pies ajenos. Uruguay juega con intangibles, con el peso de una historia que dice que han ganado 15 veces la Copa América y dos el Mundial, con la angustia del oponente, que sabe que es mejor pero no lo concreta.
Con eso juegan los uruguayos, con la fe en sí mismos, con el miedo del rival y con lo que ellos llaman “garra”, es decir, colocarse bien en el campo, perseverar y defender duro, si es necesario más allá del reglamento.
El partido fue un choque de estilos. El Chile dirigido por Jorge Sampaoli cree justamente en lo contrario: en llevar la iniciativa, en combinar desde una portería a otra y en atacar, siempre atacar. Así pues, el duelo se disputó fundamentalmente en el campo uruguayo.
Sancionado, Álvaro Pereira dejó su puesto en el lateral izquierdo “charrúa” a Jorge Fucile, que fue el que más sufrió en la primera mitad. Por ahí volcó Chile la mayor parte de su juego, apoyado en un Isla que llegó siempre hasta la línea de fondo. El dominio local, sin embargo, no se tradujo en ocasiones claras. Eduardo Vargas remató alto en el minuto ocho. Charles Aránguiz tuvo la oportunidad más clara en el 25, pero su disparo salió muy flojo y sin problemas para Fernando Muslera.
Tampoco tuvo excesivos problemas el arquero uruguayo con un tiro lejano de Arturo Vidal, que aunque seco y duro, le salió demasiado centrado.
Mientras tanto, los uruguayos perseguían un gol a pelota parada, la forma en la que habían logrados sus dos únicos tantos en el campeonato y el arma que los chilenos más temían.
Pero el partido se jugaba sobre todo en la mitad uruguaya, por lo que Claudio Bravo apenas sufría. Un disparo de Carlos Sánchez que salió cerca del palo fue todo lo que hizo Uruguay en la segunda mitad.
Todo cambió en el 62 con la expulsión. Con un hombre menos y más de una hora de esfuerzo, los espacios aparecieron. Fue entonces cuando un rechace llegó a Valdivia, que vio a Isla a su derecha mejor colocado. El lateral disparó con fuerza y coronó su gran partido con el que es probablemente el gol más importante de su carrera.
De ahí al final apenas se jugó. En Uruguay todo era frustración. En Chile, ansiedad por festejar y seguir soñando con la gloria en casa.