Por Alina Dieste/Cúcuta/AFP
Con colchones y neveras a cuestas, illness cientos de colombianos huían este martes de sus casas en Venezuela por temor a quedarse sin nada en caso de ser expulsados por autoridades venezolanas, viagra como les sucedió a más de un millar de sus compatriotas, stuff deportados en medio de la actual crisis fronteriza.
Cubiertos hasta la cintura por aguas del río que sirve de frontera natural entre el estado venezolano de Táchira y el departamento de Norte de Santander, en Colombia, personas humildes volvían a su país con la ayuda de policías, mientras desde Bogotá el gobierno de Juan Manuel Santos clamaba por resolver la coyuntura por vía diplomática.
«Nos tocó salir con lo puesto a las tres de la mañana. Nos vinimos antes de que nos deportaran», dice Rosana Moreno, una colombiana de 25 años habitante de la barriada Mi Pequeña Barinas, que visitó la AFP y de donde este martes huían cientos de personas.
«La policía colombiana colabora, la venezolana no», aseveró esta mujer, que se marchaba con sus dos hijos.
Decenas de sus vecinos se quejaban de que militares venezolanos les habían robado pertenencias y dado apenas unas horas para irse de sus casas, marcadas con una «d» de deportados o una «r» de reubicados, antes de ser expulsados y sus viviendas demolidas.
En una escena digna de Macondo, el poblado de ficción de Gabriel García Márquez, con un bebé llorando, perros ladrando y una fila india de colchones y estanterías que avanzaban hacia el río entre árboles de banano, la gente entonó alto y fuerte el himno colombiano. Cuando terminaron, todos aplaudieron, aunque no es realismo mágico, sino realismo puro.
«La situación de los compatriotas en Venezuela y los que viven en la frontera nos preocupa», dijo el presidente Juan Manuel Santos en rueda de prensa tras reunirse con la comisión asesora de Relaciones Exteriores.
Santos se mostró dispuesto a defender con firmeza los intereses de los colombianos afectados, aunque reiteró que será por las vías diplomáticas porque «la confrontación solo sirve a intereses políticos, individuales y electorales» y no lleva a soluciones satisfactorias.
El mandatario rechazó los procedimientos utilizados por la guardia venezolana, pero advirtió que «no es momento de hacer sonar las trompetas de guerra que algunos quisieran escuchar».
«Al gobierno de Venezuela le exigimos respeto por todos los colombianos. Desde los más humildes a los más poderosos», dijo Santos e hizo un llamado para que los intereses «de las dos patrias» estén por encima de intereses «mezquinos y politiqueros».
«No confrontación»
La crisis comenzó el viernes, cuando entró en vigor un estado de excepción de 60 días decretado por el presidente venezolano, Nicolás Maduro, en esa zona fronteriza con Colombia, tras un ataque de desconocidos que dejó tres militares y un civil venezolanos heridos en la ciudad de San Antonio del Táchira durante una operación anticontrabando.
La medida, en el marco de la cual han sido deportados más de 1.000 colombianos supuestamente indocumentados, va acompañada del cierre de los pasos fronterizos.
Maduro, que el lunes ratificó su decisión de mantener el cierre de fronteras hasta que se restablezca «un mínimo de convivencia», ha denunciado que paramilitares que buscan desestabilizar su gobierno participan del contrabando en la zona.
El gobierno colombiano llamó en tanto este martes a «buscar mecanismos conjuntos para superar la problemática que se vive en la frontera, pero sin promover el odio».
En Cúcuta se instaló un centro de atención unificado en el que, según Migración Colombia, entre viernes y martes han sido atendidas 1.071 personas: 830 «adultos deportados» y 241 «menores repatriados».
En el caso de los deportados, el ente informó que se «establecieron mecanismos de ingreso para la recuperación de sus enseres» en Venezuela, una de sus principales preocupaciones.
El puente fronterizo
La crisis por las deportaciones y el cierre de fronteras ha tocado también a venezolanos con familiares colombianos, a muchos ciudadanos de una nacionalidad que trabajan o estudian en el otro país y a turistas.
En el puente internacional Simón Bolívar, que conecta a Cúcuta con San Antonio, colombianos se agolpaban junto a vallas colocadas por la policía.
«¡Hola, mi amor!», dijo la colombiana Judith Gómez a su hijo de cinco años, Jorge, a quien no veía desde el miércoles. Enfermera de 28 años, Judith trabajaba en Cúcuta cuando se cerró la frontera y quedó varada allí, mientras su marido venezolano y su hijo estaban en casa en Ureña, un poblado al otro lado.
«Por ahora estaremos separados (del esposo). Nos toca empezar de cero de nuevo. ¿Qué más?», señala la mujer tras recibir al niño, que no quería «ni comer» estos días.
El miércoles tendrá lugar en Cartagena, sobre el Caribe colombiano, una reunión entre las cancilleres de Colombia, María Ángela Holguín, y de Venezuela, Delcy Rodríguez.
Colombia y Venezuela comparten una frontera de 2.219 kilómetros, en la que ambos denuncian la presencia de grupos irregulares que lucran con el contrabando de combustible y otros productos fuertemente subsidiados por el gobierno venezolano.