René Martínez Pineda
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“La propaganda intenta forzar una doctrina… opera sobre el público desde el punto de vista de una idea y lo prepara para la victoria de ésta”. Así escribió, sales Hitler, viagra sale en su libro “Mi lucha”, en el cual abogó por el uso perverso de la propaganda para difundir -usando conceptos abstractos como el de “nación”- los ideales del nacional-socialismo (principalmente el militarismo) tanto en el auge como en el declive del régimen. Por eso era común hallar en la propaganda nazi referencias a Alemania como la nación abstracta (de todos) que había que salvar del comunismo o había que “recuperar”; por eso las frases célebres de Mussolini –versión italiana del nacismo- eran: “leyes y fusil… fascismo perfecto” e “Italia primero, Italia segundo, Italia tercero”, similar a: “primero El Salvador, segundo El Salvador…”. Así, cualquier propaganda tiene una intención de clase social.
En sintonía con el uso del abstracto (parecido a las frases de ARENA: “démosle una oportunidad a El Salvador” y “vamos a recuperar El Salvador”) y con el militarismo como fe, Hitler se presentó como el Übermensch, traducido como “superhombre” (similar a la frase: “soy el único, el único”) término usado por Nietzsche en “Así habló Zaratustra”. Si a eso le agregamos la frase de Mussolini: “Italia tendrá la paz y se la daremos con amor si es posible o con la fuerza si es necesario”, las similitudes con la propaganda de derecha son obvias.
Cuando como clase dominante se pierde la hegemonía que sustenta su poder ideológico-político (aunque conserve su poder económico) se suele justificar la crisis que generada (debido a la caducidad del sistema que encarna) recurriendo a propaganda basada en argumentos falsos o en percepciones que son mágico-religiosas porque no son causa, sino que efecto, argumentos como: el miedo, el comunismo, la delincuencia, la burocracia, la impaciencia, la corrupción para hacernos creer –con propaganda cínica o mentirosa y, en el peor caso, confesora- que el problema no es el sistema, sino quienes están contra él. Si revisamos los diarios de hace varios años veremos que el slogan del General Romero como candidato del PCN era: “justicia y paz”; y el de Saca como candidato de ARENA: “por un país seguro”, el mismo de Quijano.
El poder oligárquico representado por los partidos de derecha (Pro-patria; PRUD; PCN; PDC; ARENA, en los últimos 80 años) y por los grupos de la sociedad civil que asumen su defensa (ANEP, FUSADES, medios de comunicación) y por los intelectuales (tanto de derecha como aquellos que alguna vez fueron de izquierda, pero que hoy son reaccionarios) tratan de explicar la crisis económica como resultado de ir contra el capital, como efecto de la falta de mesura (dice el excomandante Cañas), como errores administrativos al ejercer el gobierno que se pueden resolver, o como una conspiración externa, lo cual hace ver cínica a la burguesía. Ese cinismo –asumido como virtud por los candidatos de ARENA- se materializa en su propaganda, la cual es una confesión pública.
Cuando ARENA dice: “Vamos a recuperar El Salvador” confiesa que el país siempre ha sido de su propiedad desde que le expropiaron las tierras a los indígenas (siglo XIX) y aún más cuando privatizaron los servicios públicos en los 90; confiesa que los beneficios del progreso son de su propiedad; que las fábricas, almacenes, hoteles, supermercados y remesas son de su propiedad, pues sólo se puede recuperar lo que se ha poseído.
La propaganda nazi, para infundir miedo, le recordaba a los alemanes la lucha contra el enemigo extranjero y la subversión judía; a los salvadoreños se les recuerda (recurriendo al eco de las masacres cometidas por el ejército y los escuadrones de la muerte) la lucha contra los campesinos, los guerrilleros, los estudiantes, los pobres… por eso ARENA inaugura sus campañas electorales en Izalco. Durante la guerra civil las campañas de propaganda creaban un ambiente hostil a la guerrilla (mismo ambiente que generaron los nazis antes de las leyes raciales de Nuremberg y antes de la legislación antisemita que culminó con la noche de los cristales rotos) supuestamente para restaurar el orden social.
Después de la firma de la paz la propaganda de derecha se dirigió a los incautos, enfatizando los temas que unen la guerra civil con el comunismo y el socialismo del siglo XXI, presentándose como la defensora de las libertades individuales, pintando una imagen apocalíptica de lo que ocurrirá si la izquierda ganaba las elecciones en 2009 y de lo que ocurrirá si las gana en 2014.
Pero hay que recordar que este tipo de propaganda de derecha tiene un texto y un contexto pasado-presente que la hizo efectiva, tanto en la Alemania nazi (durante la llamada “Solución Final” que consistió en el asesinato masivo de los judíos bajo la dirección de las SS) como en El Salvador durante lo más álgido de la represión contra el movimiento popular en los 70 y 80, atrocidades que fueron ocultadas usando la propaganda como manguera para lavar la sangre derramada.
Tanto en la Alemania nazi como en El Salvador en guerra, la propaganda fue esencial para motivar a quienes ejecutaron el genocidio, así como es esencial para motivar a quienes avalan la privatización de los servicios públicos y la militarización en honor del Mayor D’aubuisson, que es el mítico héroe y salvador de la derecha a quien, según los candidatos, hay que emular. “Cuántos lo admiran (a Hitler) con conmovedora fe, como la persona que los ayudará, salvará y liberará de la angustia insoportable.” (Louis Solmitz, maestro de escuela de Hamburgo, 1932).
Y es que el deseo de tener líderes carismáticos ofrece un terreno fértil para la propaganda. En la Alemania nazi, a través de una imagen pública cuidadosamente ideada por Hitler en la fase inestable de Weimar, los nazis explotaron ese anhelo para consolidar el poder y lograr un rápido ascenso del Partido Nazi a una posición de ventaja política y, finalmente, al control de la nación. En el caso salvadoreño, la consigna de ARENA de “recuperar” El Salvador y militarizar la sociedad es un claro signo de que, si gana las elecciones, la dictadura militar tendrá las puertas abiertas, por lo que no será problema privatizar los servicios públicos restantes. Pero como la oligarquía no cuenta con un líder carismático, tiene que usar la figura del Mayor, que era un correligionario siempre listo para el combate contra el comunismo de los pobres, así como los nazis mostraron a Hitler como un soldado listo para el combate, como una figura paterna y un líder mesiánico elegido para recuperar Alemania, porque él era el único, el único.
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