Ricardo Olmos
Economista [email protected]
La incidencia que ejerce la matriz institucional en el cambio social constituye una tarea reciente y su estudio debe convertirse en una tarea intelectual nacional. Encontrar las premisas institucionales para generar y potenciar el cambio que requiere el país a fin de liberar los efectos permanentes y desencadenantes de la educación es un tema aún sin tratamiento de lo que esto significa. Considerar que a partir del cambio institucional se pueda de manera incremental construir procesos que nos conduzcan al cambio histórico, corresponde a una visión que aún no se le otorga la importancia que merece. Y es que existen diferentes tipos de aprendizaje como parte de los fenómenos sociales, visión diferente a la estrictamente individual, y que por cierto, es una de las funciones primordiales del Estado y que, hoy por hoy, no es asumida por la institucionalidad vinculada en lo que corresponde al terreno educativo.
Hay un singular consenso, en materia educativa, de que la escuela es el centro del desarrollo de aprendizajes para diversos tipos de colectividades como fenómenos institucionales, y no de unos pocos que se preparan para una competencia. Los resultados globales de la PAES en nuestro país, nos revelan los mínimos aprendizajes que están vinculados con la limitada calidad de la educación en El Salvador.
A lo largo de los años se ha venido argumentando acerca de la importancia de la educación, pero siempre desprendida del crecimiento y desarrollo económico, siempre desprendida y desvinculada del cambio institucional del resto del sector público, y por qué no decirlo, siempre desprendida de las necesidades de la estrategia de desarrollo del país.
Cuando los resultados educativos y los aprendizajes colectivos de las escuelas rurales sean similares a los resultados educativos de las escuelas del sector urbano del país, solo hasta entonces, podremos indicar que estamos en la ruta correcta del cambio institucional requerido. Sólo hasta entonces se podrá decir que la matriz institucional educativa es efectiva y deseada. O para decirlo con mayor propiedad, cuando la educación que se ofrece en los mejores colegios del país sea igualmente o similarmente ofrecida en la ruralidad del país, entonces, en efecto, estaremos en el rumbo correcto y dando los pasos certeros para avanzar en materia educativa nacional.
Los nuevos aprendizajes deben motivar el cambio en todas su dimensiones, y particularmente con el interés de que la dirección de ese cambio sea hacia las actividades productivas y sociales, en beneficio particularmente de aquellos que por años y años han sido marginados de la vida nacional en el disfrute de los satisfactores básicos para el pleno desarrollo humano.
North cuando escribe sobre el cambio económico a partir del cambio institucional tiene a la base determinados conceptos claves sobre el aprendizaje como la fuente principal del cambio. Esta tarea es una de las funciones primordiales del sistema educativo y que por ley el Estado, ha soslayado a través de los años. “En el largo plazo, indica, la fuente principal del cambio
es el aprendizaje de los individuos y los empresarios de las organizaciones …” y la reflexión llena de muchos realismos se enfatiza cuando nos lanza la frase lapidaria que “la rapidez del cambio económico es una función de la tasa de aprendizaje, pero la dirección de ese cambio es una función de los resultados esperados al adquirir diferentes tipos de conocimientos” (North, Douglass C; 1993, p572) ¿A qué se refiere? ¿Cómo se explican tales afirmaciones? A los promotores del cambio económico hay que reconocerles que entre sus fortalezas se encuentra el sistema de valores e ideas que a veces no son compartidos por los que administran, y a veces, poseen la mayor responsabilidad ministerial o en otros casos los niveles intermedios en donde se toman decisiones que están más vinculadas con la ciudadanía. Retomar la idea del cambio institucional como mecanismo para el cambio económico es fundamental para aquellos que poseen la máxima autoridad en el sector público. Las ideas y las mejores apuestas en políticas y programas bien ejecutados debe ser algo a lo que hay que darle seguimiento de manera permanente para observar esos cambios que en efecto mejoren las condiciones de vida de la gente. Se debe demostrar que la burocracia también es efectiva y que la privatización en la educación no es la panacea para el cambio y mejor desempeño económico. Otros países lo han logrado, El Salvador debe de demostrar que ese sueño es posible.
La historia económica, y particularmente la historia educativa reciente, indican que las decisiones en esta área no han sido las más afortunadas a través de los años. En primer lugar, porque las competencias han venido siendo asumidas por los privados. La educación cada vez más se ha venido privatizando. ¿O no es cierto que la formación de los docentes lo hacen las universidades privadas cuando es el Estado el llamado a la realización de esta tarea que además es constitucional? Los componentes institucionales se han dejado de lado y hay que recuperarlos. En segundo lugar, hay que destacar el papel jurídico que le asiste al Estado, no solamente en lo que corresponde a la formación del docente, sino a la responsabilidad plena de todo el proceso educativo. Esta comprensión pasa porque las élites institucionales se constituyan en élites políticas, volcadas al servicio del ciudadano. Este proceso transicional significa que lo partidario se nutra de lo político, y que el centro de las decisiones de todo debe de ser el ser humano en toda sus dimensiones. En tercer lugar, la administración de la educación debe de estar vinculado con la labor docente y en los procesos educativos. Se debe de atender y administrar como algo urgente aquellos que reclaman justicia social desde el ámbito del saber para cultivar los aprendizajes para el cambio social y económico nacional.
No existe justificación alguna para que las escuelas públicas sean administradas por los menos formados y los menos expertos. Hay que invertir en los actuales directores y directoras y que la evaluación educativa sea por un sistema nacional de evaluación independiente del sector educativo para eliminar cualquier injerencia sesgada de lo ético y que responda por los méritos y no por asuntos partidarios exclusivamente. Estos son ciertamente algunos condicionantes de todo este proceso de mejora permanente y de una administración escolar eficiente a nivel nacional. Y en cuarto lugar, los promotores de este cambio en el sector educativo deben estar provistos de las mejores ideas que conduzcan al cambio social y económico nacional. Solo así, el proceso educativo estará al servicio del cambio institucional y del cambio económico.
Es necesario ante todo que los centros educativos como el caso de Ciudad Normal “Alberto Masferrer” y que fueron ejemplo de aprendizajes hacia el cambio y la construcción de nuevos saberes y aprendizajes, se rescate como símbolo de compromiso por la educación. De lo contrario, ni la generación actual de profesionales de la educación, ni los menos convencidos, serán personas ganadas para el cambio institucional y económico que el país reclama.
La mejor acción que se debe realizar, al menos en este gobierno y cuanto antes, es iniciar el proceso de construcción, mantenimiento y mejora de las escuelas públicas y de la edificación de un centro de formación de docentes para saldar las deficiencias que se encuentren en la planta docente en servicio. Es urgente inyectar dinamismo y realismo a la gestión pública educativa. La confianza depositada en el pasado en las autoridades del Ministerio de Educación deberá ganarse de nuevo como el mayor de los retos y compromisos, con nuevos idearios en lo que resta de la actual gestión presidencial. El tiempo pasa y no hay excusa para iniciar este proceso de recuperación del espíritu ciudadano para superar el actual drama que envuelve a la escuela salvadoreña. Los inviernos se sienten más desde el hogar pobre; los inviernos se sienten más desde las escuelas con techos que deben de ser mejorados. En donde los maestros deben tener de manera permanente el respaldo de sus autoridades locales educativas. Este ejercicio debe de contar con un nuevo dinamismo que invite al sacrificio por un país mejor, lleno de valores y de la creencia generalizada que los pobres son el centro de la vida de las instituciones en el país. Ya pasó el tiempo de lemas y de slogan. Es tiempo de resultados.
Sólo así, podremos cantar la marcha del maestro con regocijo, sólo así las nuevas juventudes saludarán con respeto y consideración de sus mayores!! Aquellos maestros que diariamente entregan lo mejor de sí iniciarán una nueva mirada de confianza hacia sus autoridades educativas departamentales o nacionales. Es tiempo de cambios y eso lo deciden quienes hoy están gobernando y decidiendo para que la matriz institucional sirva en efecto para el desarrollo.