César Ramírez
[email protected]
Existe una propuesta ciudadana para crear el Instituto Electoral, check destacando el siguiente planteamiento: “los miembros de ambas instancia deberán ser salvadoreños de nacimiento, mayores de 40 años y no tener filiación partidaria, entre otros requisitos”… me parece que éste último es el leitmotiv, una condición que yace en repertorio de la misma sinfonía que vivimos desde los acuerdos de paz. La filiación partidaria… es la línea de pensamiento que apunta a la opción ideológica de los candidatos, y estos ciudadanos solicitan una reforma constitucional sobre los art. 208 y 209, no obstante para llegar a ellos se deben reformar los art. 2,3,4,5,6, y principalmente el art.7 cn. “Los habitantes de El Salvador tienen derecho a asociarse libremente y a reunirse pacíficamente y sin armas para cualquier objeto lícito. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación. No podrá limitarse ni impedirse a una persona el ejercicio de cualquier actividad lícita, por el hecho de no pertenecer a una asociación”…. De tal forma que la solicitud parece muy extraviada, puesto que toda persona tiene derecho a una filiación partidaria. No obstante si la Sala Constitucional califica una calidad partidaria a un ciudadano no hay defensa posible, extraña norma no escrita.
Es mi opinión que la acción antes enunciada tiene por objetivo otro elemento tácito, éste es que las personas no posean una ideología “extraña”, una opción política por ejemplo: “antioligárquica”, etc. que éstas personas sean “políticamente puras”… es decir leales al dogma libertario de la democracia excluyente y del capitalismo salvaje del Siglo XX. Para ellos el Tribunal Supremo Electoral deberá estar dominado por elementos conservadores, puesto que cualquier otro es sospechoso de ser comunista, éste factor simplemente se denomina: “desconfianza política”… La desconfianza política genera odio, violencia, expresiones inaceptables en el orden de los derechos humanos, es una condición de parálisis multifuncional, ese criterio nos ha acompañado desde el Siglo XX, es una extraña visión maniquea capitalista (los elegidos –líderes- y los oyentes –servidores-), la desconfianza política pretende denigrar a una persona o causar su muerte civil. Un día deberíamos de escribir un balance sobre todas las “muertes civiles” a causa de infundios divulgados por los medios de comunicación… no son pocos.
La desconfianza política puede superarse, evidentemente el marco teórico de los Acuerdos de Paz enuncia una nueva sociedad, bajo el objetivo de construir líneas fusionadas entre los actores políticos, acciones que deberían conducirnos a la cooperación y superación de los horizontes del pasado represivo y oligárquico, ese trabajo conjunto al final generaría la confianza de elevar nuestra sociedad hacia la democracia y no enfilarla al pasado que nos condujo a una guerra civil.
La generación de confianza en todo caso se iniciará por la tolerancia política, realidad que aún parece un sueño, la confianza política es sinónimo de concebir la opinión política en término horizontales unas con otras, lado a lado, no superiores a ninguna, sino con mucho respeto incluso de las minorías. A nadie se le puede negar el derecho constitucional de asociación y optar por cargos públicos, así como la defensa de los Acuerdos de Paz con su singular opción política.
www.cesarramirezcaralva.com