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Clamando por un dictador en el país

Carlos Girón S.

Dice el dicho: “Nadie está bien como Dios lo tiene”. El común de las gentes, siempre está insatisfecha con lo que tienen. No lo valoran en su real dimensión y quieren esto y aquello. Eso está ocurriendo desde hace ratos aquí en nuestro país.

Hay algunos sectores –no el pueblo trabajador– que no se alegran ni agradecen tener un Gobierno democrático y la buena gestión que viene desarrollando desde sus inicios –como continuidad del anterior–, que garantiza un irrestricto clima de libertad en todos los órdenes, económico, religioso, de expresión, de prensa, de movimiento y preferencias políticas. Las personas, las empresas y grupos sociales y civiles tienen libertad para hacer lo que quieran, sin restricción alguna. Pese a ello, el Gobierno, aunque más concretamente, el Ejecutivo y sus personeros, les caen mal a aquellos sectores y por eso incluso muchos funcionarios de los otros dos Órganos le hacen la guerra, despiadada y sin cuartel, bajo la consigna de desprestigiarlo, debilitarlo, asfixiarlo en lo hacendario y financiero, para llevarlo a la quiebra, al fracaso, al impago, como ya lo lograron, regodeándose de ello todos sus enemigos, de adentro y de afuera.

Se ha visto que el jefe del Ejecutivo es un hombre de paz, trabajador, tolerante, de diálogo, conciliador, propositivo, emprendedor y ejecutor, gracias a lo cual ha logrado concretar –con grandes y millonarias inversiones– muchos y diversos proyectos y programas para mejora y el bienestar de los amplios sectores de la población, sin exclusión de los pudientes –que son los que lo malquieren–, que se valen y aprovechan de la modernización de obras de infraestructura en diversos niveles y variados campos, que contribuyen al desarrollo y progreso de nuestro país.

Pero no. Esa gente no está a gusto. No quieren un gobernante democrático; lo que quieren, según parece, y por lo que claman a gritos es un dictador con mano de hierro, que arrase con los otros dos Órganos del Estado y conduzca los negocios de la Nación a base de decretos ejecutivos y dictando leyes que metan en cintura a todos los revoltosos, a los terroristas, de adentro y de afuera, los de escritorio y corbata; los de maquinarias, esmoquin y chisteras, dejando por último a los callejeros.

Los enemigos del actual Gobierno añoran volver a aquel pasado tenebroso cuando varios de nuestros países en Centro América eran sojuzgados por sanguinarias dictaduras como la de Jorge Ubico, en Guatemala; Tiburcio Carías Andino, en Honduras, y Anastasio Somoza, en Nicaragua. Ellos sostuvieron sus mandatos por medio de un régimen totalitario, con Asambleas Legislativas de pantalla, supeditadas a sus designios.

Aquí, es al revés: las fracciones opositoras del Congreso pretenden tomar al jefe del Ejecutivo como pelele, imponiéndole sus caprichos al legislar, metiéndole tijera donde creen que son “derroches”, como los programas sociales, el reparto de semillas y fertilizantes a los agricultores, la ayuda a los proyectos de Ciudad Mujer, en fin, una extensa gama de rubros donde meten sus manos, tanto como lo hacen los 4 dictadorzuelos de la “Sala”, que quieren someter al país y sus habitantes bajo su bota –como de hecho ya lo están haciendo con su estilete de la inconstitucionalidad a esto y a aquello que son cosas que requiere el Ejecutivo para cumplir su gestión y los compromisos económicos internos y externos.

Los enemigos de este Gobierno democrático quieren un dictador que le imponga censura a los medios de comunicación para que no sigan difamando, calumniando, estafando, angustiando y frustrando a la población, sumiéndola en la desesperanza.

Los enemigos del pueblo (el Gobierno lo representa) quieren a alguien que ordene publicar los nombres y negocios de los grandes deudores de impuestos al Fisco y emitir decretos que los obligue a pagarlos, so pena de encarcelarlos si persistieran en el no pago; que imponga sin consultar con nadie salarios mínimos decentes, y cerrar las empresas y negocios que se opusieran a pagarlos a los trabajadores.

A otros tal vez les gustaría, y lo preferirían, un gobernante que por decreto disolviera los sindicatos, públicos y privados, y encarcelara a los grupos que cierran las calles con sus protestas en horas de trabajo de medio mundo. También que redujera al mínimo los grandes sueldos que se auto recetan los funcionarios en los diferentes Órganos del Estado e instituciones autónomas, y también que devolvieran el dinero de los grandes bonos de medio y fin de año. Igualmente, que por la fuerza legal o policial hiciera que ex funcionarios, desde presidentes y vicepresidentes, hasta alcaldes, reintegraran las grandes sumas robadas, quienes siguen en la impunidad y hasta ocupando otros cargos oficiales.

Con todo lo que se menciona arriba, se diría de inmediato que provocaría un completo caos en el país. Pero… ¿y no es eso lo que propician los enemigos de la oposición? ¿No es lo que andan buscando los terroristas que pretenden descarrilar el tren de la Nación?

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