José Guillermo Mártir Hidalgo
El editorial de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) del tres de Abril (1), habla que la corrupción es una endemia en el país desde los inicios de nuestra vida republicana. El escudo protector de la cleptocracia ha sido el desconocimiento social de los hechos, por la opacidad del Estado, la ausencia de leyes que obligan a dar cuentas y la complicidad de los grandes medios de comunicación.
La UCA escribe que los salvadoreños, han ido tomando conciencia de la corrupción y cada vez es menos tolerada. Pero, se siguen utilizando las herramientas legales para proteger a los corruptos. Ilustra lo anterior con dos noticias: la Corte Suprema de Justicia ordeno a Probidad no investigar las declaraciones patrimoniales de funcionarios públicos, posteriores a diez años de haber dejado sus cargos. La otra es que la Fiscalía General de la República, ha aceptado juicios abreviados con la red de malversación y lavado de dinero del ex Presidente Saca y su esposa. En general, la justicia ha renunciado a investigar a funcionarios públicos con sobresueldos, a los bancos que contribuyeron a lavar dinero y a los beneficiarios del dinero donado de Taiwán.
EJERCICIO DEL PODER
En este artículo se presentan tres posibles explicaciones a la cleptocracia: el ejercicio del poder, la psicopatía y la poderopatía. Con respecto al ejercicio del poder Dacher Keltner y Cameron Anderson, psicólogos de la Universidad de Berkeley, y Deborah Gruenfeld, psicóloga de la Universidad de Stanford, en su trabajo “Power, Approach and Inhibition”, sostienen que el poder es el concepto fundamental de las ciencias sociales (2). El poder influye en los afectos, cogniciones y comportamientos. Ya que contar con un poder destacado implica un entorno y una autonomía ricos en recompensas. Keltner, Gruenfeld y Anderson definen poder, a la capacidad relativa de un individuo para modificar los estados de otros, proporcionando o reteniendo recursos y administrando castigos. El poder está presente en casi todos los contextos: desde las dinámicas de padres a hijos hasta las disputas internacionales.
Señalan que los determinantes esenciales del poder son: el status social, posición social que un individuo ocupa dentro de una sociedad o en un grupo social de personas. La autoridad, poder que se deriva de roles o arreglos institucionalizados. Y la dominación, situación en la cual una persona o un grupo utilizando la persuasión, la presión velada, la amenaza o incluso la fuerza o cualquier otra vía, es capaz de imponer sus ideas, sus reglas, puntos de vista, sus verdades y sus creencias o suposiciones. El ejercicio del poder conduce a los individuos a adoptar conceptos de sí mismos más omnipotentes y en consecuencia, denigran a los menos poderosos. El poder social moldea profundamente la vida emocional del individuo. Ya que ven las posibles recompensas en lugar de los peligros y se desinhiben en una amplia gama de comportamientos como el sexual. Se da la propensión a violar las normas de comunicación relacionadas con la cortesía. Aumenta la probabilidad de participar en actos agresivos. Los individuos en cuanto aumentan de status social varían sus niveles de dominio; los extrovertidos y autoritarios tienen mayor probabilidad de ganar poder y de actuar de manera desinhibida. Las personas que se perciben poderosas experimentan sentimientos relacionados con esa disposición. Están más atentos a las recompensas sociales, interpretan a los demás de acuerdo al modo en que le satisfacen sus necesidades, conocen su ambiente social en forma simplista y actúan de manera desinhibida y contra normativa. Las personas todopoderosas reposan en posiciones de poder y ese poder estimula comportamientos desinhibidos, egoístas y percepciones sociales estereotipadas.
PSICOPATÍA
En la misma vía, el español Joaquín Benito Vallejo, en su artículo “Psicópatas políticos, políticos psicópatas” nos dice (3), que algunos políticos presentan comportamientos y rasgos propios de psicópatas. El psicópata es “un camaleón” en la sociedad. Se adapta a los caracteres del entorno donde se mueve, esto, por su sangre fría y carencia de emociones. Lo que más identifica al psicópata es el poder y la codicia. Para Benito Vallejo, la psicopatía es un patrón de personalidad peculiar: sus actos son racionales y calculados, a la vez, es incapaz de tratar a los demás como seres humanos. Los talentos naturales de la psicopatía son mentir, engañar y manipular. Muestra una carencia profunda de empatía, un sentimiento disociado del pensamiento y un juicio disociado de su conducta.
Para Benito Vallejo, ser psicópata se aprende en el entorno de familias con relaciones indiferentes, educación autoritaria, relaciones jerarquizadas, formación en la competitividad y adiestramiento en la solución de conflictos por medios agresivos. Las personas criadas así sufren de desdoblamiento del “Yo” para no crearse conflictos: nosotros, lo que pertenecemos al mismo grupo o clan y ellos, los otros. Buscan medios que facilitan el alcance de los objetivos psicopáticos, como organizaciones y empresas. El poder es el campo de “realización” de los psicópatas. Y la política les permite el mayor ejercicio camaleónico.
PODEROPATÍA
“Poderópatas: la patología del poder”, es un libro escrito por el español Francisco de Federico Muñoz quien afirma (4), que nuestros administradores nos roban cantidades astronómicas de nuestro dinero. Eso se debe a que hay demasiado sinvergüenzas que se han filtrado en el sistema de poder. Sostiene que el auténtico y primitivo motor del género humano es la necesidad genética de amor, aprobación y apoyo emocional. La carencia de estos ingredientes provoca todo tipo de patologías. Anota que siempre han existido personajes, que persiguen sus propios intereses sin importarles los demás.
El poderópata es un individuo que padece una neurosis obsesivo-compulsiva, por el poder en cualquiera de sus manifestaciones. Son individuos que se dedican a ejercer su “poder” en círculos sociales, laborales o familiares para sentirse poderosos y superiores a los demás. Los poderópatas presentan rasgos comunes con la “psicopatía”. En la primera etapa de la poderopatía no se sufre pérdida de contacto con la realidad. Pero cuando el poderópata consigue un auténtico poder puede degenerar, sí se dan las circunstancias adecuadas, exteriorizando corrupción, abusos de poder, ocultación de la verdad, manipulación de todos los medios y formas de comunicación, conspirando a favor de otros poderosos que lo apoyan y manipulando a ciudadanos, empleados o cualquier otro grupo social.
De Federico Muñoz, avisa que los comportamientos neuróticos-compulsivos individuales, redundan en el propio individuo y en las personas que lo rodean. Pero un líder social que padece poderopatía sus repercusiones es a nivel socioeconómico, ecológico, político y público. El poderópata necesita un medio, como caldo de cultivo o plataforma idónea para desarrollar y ejercer su neurosis obsesiva de poder. El rasgo de la poderopatía es una eterna insatisfacción, que transforma en avaricia. Los síntomas significativos de los poderópatas son egoísmo, narcisismo y avaricia; el origen de la poderopatía es el miedo que produce el sentimiento de inferioridad, arraigado en lo más profundo de su inconsciente. Alfred Adler, dice De Federico Muñoz, piensa que el sentimiento infantil de inferioridad aviva el afán de poder, es decir, el sentimiento de superioridad y de potencia es un mecanismo de compensación, ante la impotencia y la inferioridad. La “voluntad de poder” es una fuerza compensadora, que alivia y pone termino a la inseguridad interna. Es importante el equilibrio mental de gobernantes, dirigentes y catalizadores de ideología, por las secuelas que tienen sobre la sociedad. El comportamiento de unos cuantos poderópatas, puede cambiar el curso de la historia de un pueblo truncando su camino de una forma negativa. Precisamente, ésta neurosis obsesivo-compulsiva por el poder no es reconocida como enfermedad, porque nadie quiere puntualizar este tipo de patología en hombres y mujeres de Estado actuales o recientes.
El principal caldo de cultivo de poderópatas, es la sociedad basada en un capitalismo ultra liberal. Aquel capitalismo basado en la reducción del Estado, en el cual las empresas multinacionales engullen todo lo que se interpone en su camino y obstaculice su insaciable aumento de beneficios. De Federico Muñoz, afirma que vivimos en la dictadura del neocapitalismo neoliberal, que se disfraza y se sirve de la democracia como coartada. Declara que las ideologías, de uno y otro signo, han querido utilizar las emociones para que individuos maquinen su poderopatía, azuzando a las masas y que estas se hallen dispuestas a dar su vida por la estupidez de turno. En nombre de la “democracia”, se detiene ilegalmente, se reducen las libertades, se controlan los medios de comunicación, se tortura y se invaden países. Los instrumentos más frecuentes que pueden usar los sistemas de poder dirigidos, por algún poderópata son los medios de comunicación, las editoriales, la economía y su administración, el miedo, la autocensura y la corrupción.
El autor comenta que la corrupción se ha convertido en una pandemia. Las leyes y normas para afrontar la corrupción son soluciones “trampa”. Hay corrupción porque se filtran en las estructuras de poder y liderazgo demasiados sinvergüenzas y poderópatas; el sistema electoral en la política y la elección de líderes en los restantes poderes, es una auténtica estafa. La democracia está secuestrada y solo sirve como coartada al poder establecido. De Federico Muñoz, dice que de lo que se trata es, de reducir al máximo las posibilidades que estos indeseables consigan poder. Plantea que políticos y funcionarios deben someterse a un proceso de reclutamiento y selección, ante un equipo técnico compuesto por psicólogos, psiquiatras, filósofos, antropólogos y sociólogos, supervisados por universidades. Éste equipo técnico podría ser nacional o supranacional, con carácter rotatorio. Esto para resolver el problema del equilibrio mental y dar a conocer a los ciudadanos, el perfil psicológico de los líderes políticos. Ésta propuesta no consiste en psiquiatrizar la vida política, sino, garantizarnos líderes políticos y sociales “normales”. Ya que un poderópata con sensación de “impunidad”, puede hacer las mayores atrocidades.
1 Editorial UCA. Corrupción sobre corrupción. En: https://noticias.uca.edu.sv/editoriales/corrupción-sobre-corrupcion
2 Keltner, Dacher. Gruenfeld, Deborah H. y Anderson, Cameron. Power, Approach, and Inhibition. En: www.ajhepworth.yolasite.com/resorces/9822a2.pdf
3 Benito Vallejo, Joaquín. Psicópatas políticos, políticos psicópatas. En: http://www.transversales.net/t43jb.htm
4 De Federico Muñoz, Francisco (2015). Poderópatas: la patología del poder. Columbia, Carolina del Sur, EEUU: El Artesano.