Mauricio Funes
Expresidente De La República De El Salvador
Hace unos días, click cuando tuve acceso al informe sobre el comportamiento de la economía en América Latina preparado por la CEPAL, sostuve que “había suficientes razones para sentirnos optimistas”, en la medida que el 2015 proyectaba ser mejor que el 2014.
No voy a negar que este año ha sido especialmente difícil para los salvadoreños, tanto en el plano económico como por la inseguridad ciudadana.
Los asesinatos se dispararon, aún cuando hemos logrado recuperar la tendencia a la baja que se dio hace un par de años, y las finanzas públicas enfrentaron un bache fiscal que logró ser remontado con la aprobación de los Bonos y el Presupuesto para 2015.
Durante mi quinquenio nunca negué los problemas que enfrentamos y tampoco dejamos, como equipo de gobierno, de asumir los desafíos que heredamos.
Fue un período de transición complejo en la medida que debimos desmontar una estructura gubernamental que había sido diseñada para favorecer los intereses y apetitos económicos de un pequeño grupo en el poder.
La Presidencia Saca comenzó ese distanciamiento con la habitual forma de gobernar que venía caracterizando a las administraciones areneras.
Los gobiernos de Cristiani, Calderón Sol y Flores fueron gobiernos al servicio de la oligarquía económica y de esa orientación del Estado nacen los procesos de privatización así como el desvío de recursos públicos para crear privilegios económicos para unos cuantos, afines al partido en el poder del Ejecutivo.
El descaro mayor ocurre con la presidencia Flores, por eso el destape institucional que comenzamos en mi gobierno tiene como punto de partida el quinquenio 1999-2004.
No es que los gobiernos anteriores a Flores no hayan cometido pecados y utilizado recursos públicos para fortalecer a grupos de poder, pero desde el punto de vista de una investigación judicial, poco o nada se podía hacer para esclarecer los probables delitos cometidos, en la medida que ya habían prescrito.
Con el gobierno Flores arranca además la dolarización, que no sólo despoja al país de una política monetaria, sino que aumenta la vulnerabilidad de nuestra economía frente a las crisis internacionales.
Sin ese instrumento, el país no ha tenido más que la política fiscal para hacer frente a la crisis del 2008 y 2009 y frente a la desaceleración económica en Estados Unidos que continúa golpeándonos.
La reforma previsional que inicia Calderón Sol nos tiene “atados de mano” ante la caída de la rentabilidad de los fondos de pensiones y el aumento progresivo de la deuda previsional.
No hay que pasar por alto que los pronósticos que hacen los organismos financieros internacionales sobre el incremento de nuestro déficit fiscal tiene también un componente de deuda previsional heredada que debemos enfrentar.
Fue en la época Flores que se intentó privatizar el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), que sólo la resistencia del gremio médico logró frenar.
Fue también al inicio de la gestión Flores que FUSADES propuso privatizar el servicio de agua potable y eliminar las exenciones en el pago del IVA a la leche, los granos básicos y las frutas y hortalizas.
Ni Cristiani, Ni Calderón Sol y mucho menos Flores le apostaron a la modernización de nuestro aparato productivo y tampoco a la reducción de la pobreza, con el propósito de mejorar la capacidad de consumo de los pobres e incorporarlos a la dinámica de crecimiento de nuestra economía.
¿A dónde está la base exportadora que prometió Cristiani?
¿A dónde se encuentra la infraestructura logística y de servicios que ofreció Calderón Sol?
¿Cuál es el proceso de modernización de la economía que Flores dijo que impulsaría en su gobierno?
El balance de esos quince años sólo es favorable para unos cuantos grupos empresariales, especialmente, para aquellos que se vieron favorecidos con medidas de “salvataje económico” que emprendió el gobierno Flores.
Estoy persuadido a creer que los “destinatarios” de los fondos de cooperación taiwanesa que hoy investiga la Fiscalía, como de buena parte de las medidas económicas emprendidas por el gobierno Flores, fueron unos pocos grupos empresariales que se vieron fortalecidos en su capacidad de emprendimiento, precisamente por ser grupos de poder ligados a la gestión gubernamental.
El desmontaje de esta estructura de poder inició con Saca y se profundizó bajo la administración anterior.
Saca llevó a cabo una gestión pública más orientada a los programas sociales que la de sus predecesores.
Su error, desde la perspectiva oligárquica, fue no haber entregado la administración del puerto de La Unión o el de Acajutla a grupos empresariales locales. Tampoco permitió la explotación minera y menos la entrega de la geotérmica nacional a intereses extranjeros.
La expulsión de Saca del partido ARENA no se debió a un acto de traición del exgobernante que hizo posible la victoria del FMLN en las elecciones del 2009, como injustamente lo sostienen voceros del gran capital.
Saca fue purgado de ARENA porque no fue un gobernante que resulto “funcional” a los intereses de la oligarquía.
Si en el 2009 nos hubiéramos enfrentado a un proyecto oligárquico, tal como había sido impulsado por ARENA en sus primeros tres gobiernos, seguro que la diferencia en las urnas habría sido mayor.
ARENA fue derrotada por un proyecto político de izquierda que representaba la esperanza de cambio de la mayoría de salvadoreños y el anhelo de que el Estado se pusiera al servicio de los intereses populares.
Ese fue el proceso que bajo mi gobierno se profundizó.
Consolidamos desde el ejercicio público la construcción de un modelo de inclusión social que le otorgó dignidad a los pobres y redujo sus vulnerabilidades.
Creamos un Sistema de Protección Social incluyente que le permitiera a las familias más pobres del país gozar de los beneficios del crecimiento que la economía comenzaba a experimentar.
¿De qué servía crecer a tasas más elevadas, como ocurrió con los gobiernos de Cristiani y Calderón Sol, crecimiento en parte estimulado por la postguerra, si los beneficios se concentraban en unos pocos y crecía la desigualdad social y la pobreza no disminuía?
Estudiamos con atención la experiencia de los gobiernos del ex presidente Lula en Brasil, quién invirtió en los pobres bajo la premisa que éstos podían convertirse en dinamizadores de la economía nacional al aumentar su capacidad de consumo y hacer crecer la demanda interna.Con una base productiva nacional desarticulada, había que reducir primero la vulnerabilidad de los sectores pobres del país para luego apostar a su incorporación a la dinámica económica.
Ese fue el sentido de programas estratégicos como la entrega de los paquetes escolares, la alimentación escolar o Ciudad Mujer.
Son programas apreciados por la población porque sin ellos difícilmente superarían sus carencias y podrían salir adelante.
Ahora nos encontramos ante un nuevo desafío: los sectores oligárquicos que controlan al partido ARENA han lanzado una ofensiva que les permita hacerse de nuevo con el poder y preservar de esa forma sus antiguos privilegios.
Su objetivo en el corto plazo es controlar las decisiones legislativas para frenar la gestión del gobierno central y provocar el desgaste electoral del FMLN.
A eso responden las campañas sucias que han comenzado a impulsar, con la complicidad de algunos medios de comunicación social, y la evidente colaboración de sus testaferros en las gremiales empresariales o en tanques de pensamiento como FUSADES y FUNDE.
Estos agoreros del pesimismo, como los denominó acertadamente el presidente Sánchez Cerén, se esfuerzan por presentar una visión catastrofista de la economía del país así como de la capacidad del Estado para hacerle frente a la problemática nacional.
Según el informe 2014 de la CEPAL, nuestro país cerrará el año con una tasa de crecimiento superior al 2% y podría alcanzar en el 2015 una tasa de al menos un 2.5%.
El gobierno ha estimado que el próximo año habrá un mayor dinamismo de la economía del país, a partir de un aumento tanto de la inversión pública como privada.
Se espera, para el caso, el inicio de la ejecución de FOMILENIO II en la zona costera marina del país; la concesión del puerto de La Unión; la finalización de la ampliación del aeropuerto internacional Monseñor Romero; el inicio de proyectos de energía, como la construcción de una planta de gas en Acajutla por el orden de los mil millones de dólares; otros proyectos de energía renovable, sobre todo hidraúlica y solar, con inversiones arriba de 200 millones de dólares; así como la construcción de nuevas vías estratégicas para mejorar el comercio y las comunicaciones.
Todo eso hace pensar que el país pudiera crecer en el 2015 a una tasa superior al 2.5%, y no a una tasa inferior al 2%, como aseguran los agoreros de la desesperanza en el sector privado y en ARENA.
Creciendo a ese ritmo no tenemos por qué pensar que la tributación será menor, y menos si Hacienda continúa con el proceso de modernización institucional que le ha permitido captar mayores ingresos, combatiendo en forma más eficaz la evasión y la elusión fiscal.
Con ese aumento de un 6% en la inversión proyectado para el próximo año, el gobierno contará con los recursos necesarios sin tener que aumentar el IVA, o acelerar el ritmo de endeudamiento que ha tenido hasta ahora.
A qué vienen entonces los pronósticos pesimistas de la dirigencia de la ANEP y los diputados de ARENA, quiénes advierten que al gobierno le faltarán recursos y deberá recurrir a un incremento del IVA después de las elecciones? Si a eso le sumamos el aumento de las remesas como resultado de un mejor comportamiento de la economía de Estados Unidos, lo que seguramente estimulará el consumo interno y nuestras exportaciones hacia ese país, el panorama para 2015 no tiene por qué ser tan catastrofista como convenientemente lo plantean ARENA y ANEP, con claros propósitos electorales.
Insisto, en el ambiente hay una serie de elementos y razones suficientes para que los salvadoreños veamos el futuro inmediato con optimismo y esperanza.
Pero para ello debemos derrotar a las “aves de mal agüero” y a los apologistas del pesimismo.