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Combates en el aeropuerto de Donetsk en las primeras horas de Poroshenko como presidente electo

Por Karim Talbi/Olga Nedbaeva/Max Delany/Eleonore Dermy
Kiev/Donetsk/Moscú/AFP

El ejército ucraniano sacó el lunes sus aviones de combate y desplegó a sus paracaidistas para intentar recuperar el aeropuerto de Donetsk de las manos de los insurgentes prorrusos pocas horas después de la victoria electoral de Petro Poroshenko.

Poco después de conocer el resultado de las presidenciales, que tuvo una tasa de participación muy alta excepto en las regiones del este donde los separatistas intentaban impedir el voto, Rusia se mostró «dispuesta a dialogar» con el nuevo jefe de Estado.

Este anunció el domingo por la noche que iría a Donbas, cuenca minera y centro de la insurrección. La respuesta de los separatistas no se hizo esperar: durante la noche tomaron el aeropuerto internacional de Donetsk, para recordarle que no es bienvenido.

Por la tarde todavía se sucedían los combates en el aeropuerto: se veía humo negro en el cielo, el ruido de las metralletas era constante y también el bramido de los aviones de combate que atravesaban el cielo, tras el anuncio del ejército ucraniano de que se estaba llevando a cabo una «operación antiterrorista». El aeropuerto estaba cerrado y se habían cancelado todos los vuelos.

El este no es ‘Somalia’

Unas horas antes del combate en el aeropuerto, Poroshenko –que ha conseguido el 54% de los votos–, anunció una operación militar contra los insurgentes para evitar que el este del país se convierta en «Somalia».

«Aquellos que no quieren entregar las armas son terroristas y no se negocia con terroristas. Su objetivo es transformar el Donbas [este de Ucrania] en Somalia», dijo el oligarca, en referencia al país africano devastado por una guerra civil desde 1991.

«Espero que Rusia apoye mi punto de vista», dijo el político ucraniano.

Los ucranianos y las capitales occidentales esperan que el nuevo presidente ponga fin a la crisis política en la que está inmerso el país desde hace seis meses. Pretende hacerlo empezando a trabajar para llevar a su país hacia la integración europea.

Una señal que prueba esta voluntad es que pretende que su primera visita al extranjero sea el 4 de junio a Varsovia, donde coincidiría con el presidente estadounidense, Barack Obama.

La Unión Europea, por su parte, dijo que iba a trabajar «estrechamente» con Petro Poroshenko para estabilizar la situación política y económica del país.

La UE espera que la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) declare que las elecciones habían transcurrido «de acuerdo con las normas democráticas». La OSCE, que había desplegado alrededor de mil observadores, aseguró que los comicios daban al ganador «la legitimidad» para dialogar con el este separatista».

Inmensa tarea

Sin esperar a los resultados electorales, Petro Poroshenko avanzó la noche electoral sus primeras medidas como jefe de Estado: devolver la paz a Ucrania y convocar este año elecciones legislativas anticipadas.

El próximo presidente tiene por delante un inmenso trabajo. Además de la rebelión prorrusa en el este, deberá adoptar reformas económicas impopulares impuestas por el FMI, el Banco Mundial y la UE a cambio de un ayuda de 27.000 millones de dólares (19.800 millones de euros).

El quinto presidente electo desde la independencia de esta ex república soviética en 1991 deberá negociar también su deuda de gas con Rusia. Este asunto preocupa a los europeos, consumidores de este hidrocarburo ruso.

En estos comicios, que no pudieron celebrarse con normalidad en las regiones separatistas del este, el multimillonario ucraniano quedó bastante por delante de la ex primera ministra ucraniana Yulia Timoshenko, que consiguió un 13% de los votos, mientras que los candidatos ultranacionalistas registraron una sonora derrota.

El sociólogo Valeri Paniotto explicó que la amplía victoria de Poroshenko se debe al voto útil de los ucranianos, quienes querían «poner fin a la elección presidencial en la primera vuelta» para dar más legitimidad al presidente.

Los países occidentales apoyaron estos comicios celebrados seis meses después de una crisis sin precedentes, marcada por la represión de un movimiento de contestación proeuropeo, la integración de la península de Crimea en Rusia y la ofensiva militar del ejército ucraniano contra las regiones separatistas del este.

La crisis ucraniana implicó además el mayor enfrentamiento geopolítico entre occidentales y Rusia desde el fin de la Guerra Fría.

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