Óscar Sánchez,
Epistemologo
Este año se conmemoran varias gestas que es de gran relevancia recordar tanto a nivel mundial como nacional: 150 años desde que se imprimió el primer tomo de «El Capital» de Karl Marx (ya que el segundo y tercero, según Enrique Dussel, fueron escritos por Federico Engels a partir de varios manuscritos que Marx dejó inconclusos); cien años de la Revolución Bolchevique (mejor conocida como «Revolución de Octubre» y «Gran Revolución Socialista de Octubre») donde resaltan genuinos liderazgos antes, durante y después de este proceso revolucionario: Vladimir Lenin, León Trotski, Rosa Luxemburgo y Georg Lukács, así como cien años del natalicio del beato monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez . Respecto a la impresión del tomo primero de «El Capital» el cual data desde 1867 resalta, según Dussel, que este texto pasó como documento final después de que Marx lo haya revisado cuatro veces (desde 1863 a 1866) y del cual hoy festejamos el 150 aniversario de esa cuarta redacción. Este tema lo desarrollaremos amplia y detenidamente en una futura publicación de este suplemento, de igual manera lo concerniente con la gesta de la Revolución Bolchevique y el legado del obispo mártir Óscar Romero. El escrito que hoy nos convoca está relacionado con el debate de uno de los clásicos del marxismo, nos referimos a Georg Lukács.Lukács fue un filósofo y político húngaro, considerado uno de los más brillantes pensadores marxistas del siglo pasado. De familia acomodada económicamente, se doctoró en filosofía en 1906 y residió en Berlín y en Heidelberg de 1909 a 1914; fue influenciado por otros pensadores de su época como Georg Simmel, Max Weber y Ernest Bloch. Regreso a Hungría en 1914 y se incorporó al Partido Comunista de Hungría en 1918 donde tuvo fuerte actividad política en diferentes países de corte socialista como Austria, Alemania y la Unión Soviética (1933-1945). Fue opositor al estalinismo (1956), participó en la revuelta húngara que lo llevó primero al Ministerio de Cultura húngaro y tras la invasión soviética, al destierro a Rumania, regresando a Hungría en 1957. Sobre su trayectoria intelectual y política Georg Lukács hace una valoración autocrítica de su legado que culmina en su vuelco hacia el marxismo expresado en su obra insigne: «Historia y conciencia de clase». A continuación algunos elementos considerados relevantes rescatar en su trayectoria:
Desde joven Lukács manifestó su inclinación a aspectos políticos pero también a elementos estéticos como las letras y el teatro. En esta etapa de su vida expresó una marcada aversión o desprecio hacia el capitalismo.
Sin ser aún marxista, en su juventud Lukács había estudiado algunos textos de Marx aunque tenía remanentes o influencias por las tesis neokantianas que dominaban el pensamiento de esa época, especialmente decantado por el neokantismo sociológico de Georg Simmel quien estaba más interesado por el problema de la historia y la cultura. Sus aportes en esta época se caracterizaron por haber escrito varios ensayos, entre éstos «El alma y las formas». Pocos años después Lukács se aleja del neokantismo por considerarlo a-histórico.
En su obra «La teoría de la novela» –publicada en 1916- puede notarse una transición de su pensamiento de Kant a Hegel, aunque esta obra no es un texto eminentemente hegeliano, pero sí influenciado por él y por Wilhelm Dilthey. Posteriormente Lukács cuestiona esta obra considerándola como un libro propio de la prehistoria en comparación a las importantes ideologías de las décadas posteriores.
Lukács diría después que este libro presenta muchos errores, siendo muy limitado y excluyente por no considerar, invisibilizar y no hacer mención de importantes novelistas de la época, además de ciertas aberraciones como la que Fedor Dostoievski no escribía novelas. Aun así puede notarse un pensamiento, un estilo y algunos contenidos que rescata y profundiza en sus obras posteriores.
«La teoría de la novela» tenía elementos positivos, según Lukács, como la historización de las categorías estéticas ya que, precisamente de la novela emergen formas épicas que hacen notar condiciones históricas específicas.
La revolución bolchevique generó en Lukács la esperanza de trascender de la guerra y del modelo capitalista, militando (como ya se mencionó) en el Partido Comunista Húngaro en diciembre de 1918, siendo este tiempo uno hito de su intensa actividad revolucionaria. Entre los años 1920-21 fue director de la revista húngara «Kommunismus», órgano divulgativo de «extrema izquierda». En este periodo fue cuando Lukács escribió su más brillante obra «Historia y conciencia de clase», la cual comprende ocho ensayos, entre éstos ¿Qué es el marxismo ortodoxo?
La reflejada influencia hegeliana expresada en la «Teoría de la novela» también es evidente en «Historia y conciencia de clase». Lukács comenta que un estudio sin el influjo de la dialéctica marxista es imposible sin relacionarlo con el pensamiento hegeliano. Para nuestro autor la debilidad del pensamiento hegeliano radica en que la dualidad epistémica sujeto-objeto está alejado de la historia, ya que esta la historia misma no podía constituir la totalidad viva del sistema, por lo Hegel tuvo que avocarse al reino del «espíritu absoluto» (expresado en el arte, la religión y la filosofía misma). Para Lukács esa relación sujeto-objeto ha de encontrarse en la historia –en la forma del proletariado-, donde este proletariado llega a ser un sujeto-objeto idéntico a través de su autoconciencia (a lo cual él llama «posibilidad objetiva»).
Los párrafos anteriores de la autocrítica de Lukács están impregnados de contenidos propios de la conciencia de clase, no así de la teoría. Para nuestro autor la teoría tiene una función revolucionaria: la dialéctica marxista como refiere en su brillante obra conteniendo estas categorías, es precisamente una dialéctica revolucionaria. Este pensamiento redirecciona a la teoría marxista la cual es un elemento catalizador de la revolución expresada en la lucha de clases.
Si bien es cierto que en muchas ocasiones se le solicitó a Lukács retractarse de las ideas comprendidas en sus obras, él manifestó años posteriores que lo expreso en su legado literario fue un acto calculado pensando en hacer posible la divulgación de sus valoraciones sobre literatura y política, lo cual no hubieran sido posible sin el sello oficial del estalinismo.