París / AFP
Laure Fillon
Proteger la biodiversidad y gestionar de manera sostenible los recursos naturales en estas horas bajas para el planeta: la Convención sobre la Biodiversidad Biológica (CBD) comenzó el lunes en Roma para definir un plan de acción hasta 2050.
Inicialmente, este encuentro iba a tener lugar en la ciudad china de Kunming, que albergará en octubre la 15ª reunión de la Convención de la ONU para la Diversidad Biológica (COP15), pero a causa del brote de coronavirus que surgió en China, los organizadores decidieron trasladar las negociaciones a Europa.
Los negociadores de más de 140 países examinan hasta el 29 de febrero el primer borrador del texto que deberá ser aprobado en la COP15. Como la delegación china no puede viajar a Roma, Pekín estará representado por diplomáticos locales y del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP).
Elisabeth Maruma Mrema, secretaria general de la CBD, había insistido el viernes durante una conferencia de prensa en la «importancia de lograr avances» a partir de esta semana.
«El deterioro actual de la naturaleza no tiene precedentes en la historia de la humanidad», dijo Anne Larigauderie, secretaria ejecutiva de IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica)
Esta plataforma de la ONU hizo un balance poco halagüeño del estado del planeta: 75% de la tierra firme y 66% de los mares han sido modificados por la actividad humana. Un millón de especies animales y vegetales están en peligro de extinción. Este deterioro de los ecosistemas amenaza al propio ser humano, que depende de ellos para respirar, beber agua o alimentarse.
Este año, en que se celebra la COP15 del Congreso Mundial de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) en Marsella, Francia, y la COP26 sobre cambio climático en Glasgow, Reino Unido, ofrece una oportunidad para definir el marco protector de la biodiversidad, esperan los especialistas.
– «No hay fracaso» –
A mediados de enero, la CBD desveló la primera versión de su hoja de ruta para preservar y restaurar los ecosistemas para 2050.
Una parte del texto de 12 páginas está consagrada a los objetivos que habría que lograr para mediados de siglo, con una evaluación en 2030.
Otras partes abordan las medidas que habría que poner en marcha para lograr los objetivos y el seguimiento de su aplicación, con vistas a su transparencia y eficacia.
La reunión en Roma se centra en la primera parte, sobre todo en la reducción de las amenazas que pesan sobre la biodiversidad, explicó el canadiense Basile van Havre, que copreside las negociaciones con el ugandés Francis Ogwal.
Entre los objetivos destacan la protección de «al menos [30%] de las zonas terrestres y marinas, de las cuales al menos [10%] bajo estricta protección» (las cifras entre corchetes son a debatir), reducir de aquí a 2030 «al menos [50%] de la contaminación» de fertilizantes utilizados en particular en la agricultura, los ‘biocidas’ (desinfectantes, insecticidas…), el plástico y otros, y contribuir a la lucha contra el calentamiento climático con soluciones basadas en la naturaleza.
«Se trata de una primera etapa», dice Louisa Carron, de Greenpeace, a la AFP. Para Aleksandar Rankovic, experto del Instituto de Desarrollo Sostenible y de Relaciones Internacionales, se trata de «una base de trabajo muy exigente para todos».
Lin Li, que sigue este tema para WWF International, lamenta que esta primera versión del texto «no ataca las causas de la pérdida de la biodiversidad», en particular los sistemas alimentarios ni nuestros modelos de consumo.
Mientras la CBD quiere frenar la pérdida de biodiversidad para 2030 e invertir la tendencia después, el WWF querría empezar la restauración de los hábitats naturales más rápidamente.
Es necesario ser «conciso, completo y realista», dice por su parte Francis Ogwal.
Todo el mundo tiene presente el fracaso de objetivos precedentes, denominados Aichi, adoptados en 2010, sobre todo por falta de seguimiento. Este fracaso muestra que «tener simplemente una ‘visión’ no garantiza su aplicación», dice Shuo Li de Greenpeace, para quien los objetivos definidos tendrán que aplicarse a nivel nacional.
No obstante, «no esperamos un fracaso» en Kunming, dice Elisabeth Maruma Mrema, quien asegura que han aprendido de los errores del pasado.