Dr. Ralph M. Lewis, F.R.C. (1)
(Pasado Imperator de AMORC
De la Revista El Rosacruz, Mayo de 1907)
Descansos con días tediosos y aburridos.
Todo el mundo desea divertirse. ¡En qué patético fracaso termina el esfuerzo de muchos por divertirse! A muchas personas parece lógico que sea necesaria una instrucción académica y una larga preparación para que uno este listo para los trabajos de este mundo.
Las escuelas, colegios, centros de adultos y cursos por correspondencia, son aceptados como métodos preparatorios esenciales para convertir nuestras habilidades generales en esfuerzos especializados que puedan ofrecerse como servicios personales. Sin embargo, se supone que lo opuesto de trabajar, o sea jugar o divertirse, es no solamente un deseo natural sino que todo el mundo sabe cómo satisfacerlo. El individuo corriente cree que la preparación para distraerse se limita a aprender las reglas de algún juego o a adquirir la técnica de algún deporte especial.
El primer error que cometen los que nunca se han divertido es el de confundir el tiempo de distraerse con la distracción misma. No consideraríamos que sea un obrero diligente aquel que aparta muchas horas del día para trabajar y que sin embargo no trabaja. No obstante, millones de personas hoy aguardan el fin de su rutina diaria de trabajo o el fin de semana, como si fuera el comienzo de una diversión. Cuando terminan sus tareas o ponen sus herramientas sobre un banco, o cubren sus máquinas de escribir, ocurre una transición de intereses hacia lo que tienen costumbre de considerar como una diversión.
No hay duda de que temporalmente, por una hora o dos, o en la noche, esas personas sienten algún descanso, un relajamiento de tensión y se recobran de las fatigas. Sin embargo, al poco tiempo se sienten físicamente descansados y entonces con cada hora adicional de descanso se les va disminuyendo la satisfacción.
Millones de personas están deseosas de regresar al trabajo cada lunes, no porque gocen con su trabajo sino por que entre los dos períodos, el de trabajo y el de la diversión inapropiada, el primero es el que más fácilmente se soporta. Hay trabajadores que suspiran cada día anhelando el período de vacación como descanso de su trabajo, por el esparcimiento que trae consigo. Cuando la época de las vacaciones llega después de los primeros dos o tres días, necesarios para recuperar la energía, hallan que los día siguientes son largos, pesados y fastidiosos. Tales personas como todos los seres humanos, tienen un intenso deseo de jugar, de distraerse, pero nunca se satisfacen. En su mente continuaban asociando la hora del ocio con la satisfacción de divertirse. Anhelan mayores períodos de descanso durante el trabajo, para hallar solamente que no ofrece ningún placer especial.
Un retiro con días desagradables
Muchos hombres se han agotado mental y físicamente, han perjudicado su salud para reunir una fortuna a fin de poder retirarse de los negocios a los cincuenta años, y entonces jugar, divertirse. Para asombro suyo, los años más desagradables de su vida han sido los de ese retiro. A amigos y conocidos les han hablado de esa idea de divertirse, pero en realidad nunca han jugado, no han sabido cómo hacerlo, solo han estado ociosos.
Si recorremos las calles de cualquier gran ciudad americana un sábado por la noche, veremos que los salones de cócteles, las tabernas y los bares de los mejores hoteles, lo mismo que los de las callejuelas, están llenos de gente. Esto se ha convertido en una rutina de los sábados y quizás también de los domingos.
Algunos pueden estar embriagados, pero no es este el tema que nos ocupa. ¿Por qué esas personas acuden a esos salones recargados de humo, calientes y desagradables? Los precios que pagan por lo que toman son elevadísimos. Sacrifican su comodidad personal para ser apretujados o empujados por extraños. Si preguntamos a cualquiera de ellos, individualmente si prefiere que su bebida se la sirvan allí, lo más probable es que conteste: “no es preciso que sea aquí”. Ese individuo no nos dirá que tiene un afecto especial por la congestión de gente, el aire viciado o los muchos clientes con quienes pueda reunirse.