Por David Alfaro
Cuando Bukele y su equipo económico hablan de convertir a El Salvador en un país “full empresarial”, no están pensando en oportunidades para todos. Lo que realmente propone es un sistema donde los más ricos siguen acumulando poder y dinero a costa del Estado, mientras que los más pobres son desplazados, perseguidos y borrados del mapa económico.
La idea de que el país avanza gracias a una supuesta «revolución empresarial» no es más que propaganda. En la realidad, lo que se ha instalado es una versión moderna del feudalismo: un pequeño grupo con acceso privilegiado a los recursos públicos y una mayoría trabajadora que, lejos de beneficiarse, es reprimida y excluida.
Los pequeños empresarios: las primeras víctimas
Los emprendedores de escasos recursos, los vendedores ambulantes y los pequeños comerciantes han sido los primeros en sufrir este modelo. En lugar de recibir apoyo, el gobierno los ha perseguido sin piedad.
📍Desalojos bajo Amenazas: Con el argumento de “ordenar” las ciudades, el gobierno ha desalojado brutalmente a vendedores ambulantes y pequeños negocios. Sus puestos son demolidos con maquinaria pesada y la policía los amenaza con arrestos si intentan resistirse.
📍Carga fiscal asfixiante: Mientras las grandes empresas reciben exoneraciones y privilegios fiscales, los pequeños negocios enfrentan impuestos y tasas municipales imposibles de pagar, multas constantes y acoso administrativo.
📍Régimen de excepción como herramienta de control: Cualquier ciudadano que incomode al gobierno puede ser acusado de colaborar con pandillas y terminar en la cárcel sin juicio. Un pequeño empresario que se niegue a desalojar su puesto puede ser tratado como delincuente.
En la visión de Bukele, los pobres no son empresarios, sino un obstáculo. Y su gobierno se encarga de eliminarlos.
Los empresarios cercanos al poder: privilegios y despilfarro
Mientras los pequeños comerciantes son aplastados, la élite empresarial vive su mejor momento. En lugar de pagar impuestos justos o ser regulados, reciben privilegios exclusivos.
📍Cenas en Casa Presidencial: Mientras miles de vendedores pierden su sustento, los grandes empresarios disfrutan de reuniones privadas con el presidente, donde se reparten contratos y favores lejos del escrutinio público.
📍Beneficios fiscales a la carta: Empresas extranjeras como Tether y fondos de inversión han recibido exenciones fiscales multimillonarias, mientras que el resto del país sigue pagando impuestos elevados.
📍Uso discrecional del dinero público: Los recursos del Estado se redirigen para favorecer a los empresarios cercanos al gobierno, desde proyectos innecesarios hasta subsidios encubiertos.
Esto no es un país «full empresarial». Es un país donde unos pocos se reparten la riqueza y los demás son marginados.
¿Desarrollo o saqueo?
Bukele no ha modernizado la economía, sino que ha perfeccionado el uso del Estado para beneficiar a su círculo cercano. Se vende como un líder pro-empresa, pero en la práctica solo ha fortalecido a un grupo selecto de aliados.
El verdadero desarrollo empresarial significa competencia justa, apoyo equitativo y oportunidades para todos. Pero en el modelo de Bukele, el éxito depende de qué tan cerca estés del poder. Si eres parte del círculo, te enriqueces. Si no, te aplastan.
El Salvador no está avanzando hacia la modernidad económica. Está retrocediendo a una versión moderna del feudalismo, donde unos pocos disfrutan de la abundancia mientras la mayoría lucha por sobrevivir.