Katy Álvarez
Escritora joven
Por esos últimos ocho días me prometí una sola cosa: me convertiría en una cámara. Quería abarcarlo todo, medical olores, cialis sabores, sonidos, cualquier aspecto sensible, un viaje así no se olvida. Mi primer preocupación fue, como es de esperar, el presupuesto. Me seguía repitiendo que no era el momento financiero oportuno, solemos cometer ese error una y otra vez, frenar los impulsos que nos enriquecen e irónicamente permitir los que no.
Lo primero que te voy a decir es que para salir de nuestra zona de confort lo más difícil es el primer paso, los demás son una sucesión. Venía hablando con mis amigas de viajar de un rato para acá. Nuestros horarios de trabajo no son iguales, unas tenemos vacaciones completas y otras en períodos… de acuerdo, esto depende del régimen laboral. Coordinar esto no fue fácil. Se había hablado de diferentes destinos, pero a veces las oportunidades se presentan con nombre y apellido apuntándote con el dedo.
En Julio pasado una aerolínea sacó una muy buena oferta para Perú, nos tomó enviar una foto con la oferta para lograr lo que por años no habíamos podido: ponernos de acuerdo en el lugar. Lo que no sabíamos es que escoger el lugar sólo era el inicio de una aventura llena de emociones.
No sabía mucho de Perú, la verdad, había escuchado por supuesto de Machu Pichu y la gastronomía, pero más allá de esto nada. Lo digo con pena, en esta época uno no se puede permitir la ignorancia. Tuvimos la ventaja que varios amigos ya habían viajado y como la experiencia es el mejor maestro, nosotras estuvimos dispuestas a ser alumnas.
¿Qué necesitas para ir a Perú? Pues tu boleto, la visa peruana, la inyección contra la fiebre amarilla y las ganas, más nada. Lo que tienes que tener claro es qué quieres hacer, hay tanto que ver que algo vas a tener que sacrificar o no disfrutas nada. Como en los preparativos nos involucramos cuatro mentes distintas, los destinos no estuvieron lejos de esta realidad, todo muy diferente. Unas queríamos un poco de desierto, calor y paisaje, otras querían ver ciudad e historia, pero todas estuvimos de acuerdo en que Machu Pichu no se nos quedaba. Así empezó todo, con el dibujo de un mapa en una cena, platicado.
Empezamos las llamadas y los jalones de orejas: “¿Ya pediste permiso en el trabajo? Se nos va a ir el tiempo” “Niñas la vacuna contra la fiebre sólo la ponen los días lunes, miércoles y viernes en la Ciudad Barrios y si no estás ahí a las cuatro de la mañana no alcanzas cupo”, “Tenemos que reservar los hoteles para poder ir a sacar la visa” “Bueno y entonces vamos a pagar tour o lo vamos a armar nosotras”. Al final nos decidimos por armarlo, sale más económico y es parte de la experiencia.
Así que nos sentamos un día, empezando en un café cada una con sus computadoras y terminamos hasta la madrugada en una casa, con la ayuda de Google Maps, Booking.com y el ingenio estás hecho. Los aspectos que tienes que tomar en cuenta para hospedarte son varios, nosotras nos enfocamos en los siguientes: seguridad, cercanía de los lugares a visitar, comodidad (baño privado) y presupuesto, en este caso nosotras dispusimos lo máximo veinticinco dólares por noche; tomando en cuenta que habría noches que dormiríamos en los transportes, estos veinticinco dólares podrían recortarse o ampliarse según el tiempo que nos hospedáramos.
En dos días reservamos los hoteles, pagamos los transportes y nos escribimos con las agencias turistas de Perú para que nos personalizaran el tour, entre regateo y regateo logramos ajustarnos a lo que queríamos sin perdernos ninguno de los destinos escogidos.
Al filo de los diez días que te dan para ponerte la vacuna antes del viaje, nos veías haciendo cola una madrugada para salir corriendo al trabajo de regreso; y luego, la preocupación de sacar la visa, ni te molestes en hablar por teléfono, no te informan nada. En la página de la Embajada de Perú encuentras todo lo que hay que llevar y te dicen cuando pases por ella, en mi caso fue al día siguiente, pero esto varía, unos dos, tres días para que te devuelvan tu pasaporte. Y pues nos fuimos…
Salimos de El Salvador en el avión de las siete de la mañana, haciendo escala en Tocumen, Panamá y llegando a Lima aproximadamente a las tres de la tarde: el clima fresco, el cielo nublado; es que ahí siempre está nublado. Llegamos a nuestro hotel que estaba ubicado en Miraflores, ya tenían nuestra reserva de Booking.com y sólo pagamos para que muy amablemente la gente del hotel nos pasara a nuestra habitación . Nos íbamos a encontrar con un amigo que casualmente estaba trabajando en Lima por ese día, habíamos quedado de encontrarnos en el Parque Kennedy pues ahí se encuentran las Casas de cambio de dólares a Nuevo Sol Peruano que es la moneda que utilizan allá. Decidimos irnos caminando porque creíamos que el parque estaba cerca y pues, no tanto. Al final la caminata resulto buena, porque tuvimos nuestro primer encuentro con el gran patrimonio cultural del país y todo esto de sorpresa y sin planearlo… “Disculpe Señor, ¿Para llegar al parque Kennedy?” y nos indicaban que rodeáramos “La Huaca”, pues resulta que de preguntar y preguntar vamos descubriendo que “La Huaca” es nada menos que “Huaca Pucllana”, un sitio arqueológico considerado uno de los principales atractivos turísticos de la Lima Metropolitana, como ya era tarde no pudimos entrar a verla, pero lo que pudimos ver desde fuera ya nos había impresionado, después de la respectiva “selfie” y caminar un poco más llegamos al Parque Kennedy y nos encontramos con nuestro amigo que nos llevo caminando a una Casa de Cambio frente a un McDonald’s, lo encontramos en tres punto dólares con dieciocho centavos de dólar equivalentes a diez soles peruanos.
Miraflores
Mientras caminábamos por las calles de Miraflores, entre una gran cantidad de gatos, empezábamos a sentir el frío y a ver desde arquitectura colonial en iglesias y catedrales, hasta un edificio de comercio cualquiera y posteriormente a extrañarnos de cómo se parqueaba la gente, pues las cocheras son más anchas, pero mucho menos largas que aquí en El Salvador. La arquitectura de las casas es diferente, muy simple, todo muy plano y básico. Lo que más me admiró de Lima es que cada cuadra o menos encontrabas una librería y para nada que pequeñas, todas muy completas y la gente bien entendida cuando les preguntabas por un libro en específico.
El frío que habíamos empezado a sentir se fue poniendo más fuertecito y nos fuimos para Larcomar, un centro comercial a orilla de la playa. Ahí decidimos ir a “La Lucha Sangucheria Criolla”, por la recomendación de un amigo y quedamos encantadas, pedimos sólo un plato de sanguiches mixto porque queríamos que fuera una entradita antes de ir a cenar. Todo lo acompañamos con una chicha morada; a parte que el sabor de la comida es deliciosa, te ponen diferentes salsas para acompañar los sanguiches, salsa de aceitunas moradas, ají y mayonesa. Personalmente me enamoré de la mayonesa, el sabor es distinto y va con todo, a partir de ese momento le ponía mayonesa a todo lo que pudiera y de paso ya el último día me fui al supermercado a comprarme un poco para el regreso.
Regresamos al hotel a abrigarnos y arreglarnos para ir a cenar, cenamos en “Edo Sushi Bar” y no me pregunten qué pedimos porque lo único que recuerdo es el roll “Acevichado”, me acaparó todo el paladar, está recomendación nos la dio acertadamente el mesero que nos atendió en el lugar, acompañamos la cena de cusqueñas que es una cerveza que tiene un sabor consistente pero un poco más dulce que las de por acá. Por la noche nos fuimos para Avalon, un Resto-Bar que todos los viernes tiene en su segundo piso un ambiente muy noventero que nos puso a bailar y dónde probamos el Pisco Sour, sabe parecido a una margarita, pero estaba muy fuerte para mi gusto. Terminamos la noche en Gotica, que está un poco más moderno y se ubica también en Larcomar.
Para moverte recomiendo la aplicación Easy Taxi o llamar al taxi desde el hotel. En Larcomar tienes la ventaja que hay un punto de taxis por el que te lo piden para regresar a tu hotel. Al día siguiente teníamos que estar a las nueve de la mañana en la estación de buses de Cruz del Sur para dirigirnos a Ica, dónde viviríamos en mi opinión uno de los momentos más inolvidables de todo el viaje.
Ica es paradisíaco, desde que llegamos sentimos el cambio, hacía calor en el lugar y la gente tiene un trato cálido que nos encantó. Tomamos un tour que nos llevaba el primer día a tres bodegas de vino, nos subiríamos a los “Tubulares” para ir a hacer Sandboarding al desierto de Las Dunas y finalmente al city tour que incluía una visita a la Plaza de Armas y la mística ciudad de “Cachiche”.
Las personas del tour nos esperaban en la estación para trasladarnos. Ya habíamos notado la calidad de gente que son los iqueños, siempre atentos, siempre alegres, aquí la confirmamos. Lastimosamente el bus de Cruz del Sur arribó tarde. Esto debe tomarse en cuenta, pues los buses solían retrasarse a la hora de salida, debido a esto sólo pudimos ir a una bodega de vino y tuvimos que recortar el city tour.
Llegamos a la bodega de Tacama, el lugar es inmenso, en colores rosa vieja y con una historia muy interesante, pues solía ser un monasterio, como llegamos tarde, la gente ya había salido de trabajar pero pudimos subir al campanario y en el ascenso fuimos leyendo en las baldosas diferentes frases famosas de conocidos personajes. Terminamos con una cata de pisco y vino, el cual tiene un sabor muy dulce y agradable, todo acompañado de unos “piqueos” como ellos llaman a las “bocas” salvadoreñas. Pedimos una causa con palta que consiste en puré de papa con aguacate en una peculiar presentación, agregado a esto un plato con yuca, tamal y los famosos anticuchos, que son corazón de res y todo muy rico.
Al salir de la bodega nos dirigimos a Las Dunas para poder hacer el sandboarding antes de que se escondiera la luz solar. Después de viajar en los tubulares, que son los carros con los que te transportan en el desierto y que te inician en la adrenalina por lo movido del viaje, llegamos al primer cerro de arena, creyendo que era el más alto, para que nos informaran que ese era el pequeño. La experiencia es única y te aseguro que divertida, ésta es una actividad que si vas a Ica no podes dejar de hacer.
Rosa, la persona que nos dio el tour nos recomendó que por la noche fuéramos a una discoteca que se llama “Arenas”, es la mejor del lugar y hay bastante ambiente. El día siguiente nos levantamos con muchas ganas pero dificultad por lo temprano, a las seis de la mañana pasarían por nosotras para nuestro tour full day de Paracas e Islas Ballestas. No puedo ni siquiera describir los paisajes que se ven en este recorrido, lo tiene todo. Playa, desierto, leones marinos, pingüinos, arena roja, etc. Eso sí, hace mucho frío así que tienes que ir bastante abrigado. Al finalizar el tour cerramos Ica viendo el atardecer sobre la laguna sentados en el desierto.
Esa misma noche tomamos un bus de regreso a Lima, para poder al día siguiente tomar un avión para Cusco a primera hora la mañana, este avión ya lo habíamos pagado desde El Salvador con una de las aerolíneas internas de Perú que te ofrecen precios variados y cómodos, sólo tienes que estar pendiente de las ofertas que salgan en la página y aprovecharlas. El único problema que enfrentamos en este caso fue que nos cambiaron el vuelo y por lo tanto, menos tiempo para conocer Cusco.
Si Lima era la ciudad de los gatos, Cusco la era de los perros, hay por todos lados, unos incluso nos escoltaron hasta el hotel una noche buscando resguardarse del frío. Llegamos ya al final de la tarde, caminamos un poco por la Plaza de Armas, la arquitectura siempre muy colonial y está también el Mercado en el que podes encontrar bastantes recuerdos que si regateas, los adquirís a buen precio. La comida fue la más deliciosa de todo el viaje, aunque toda la gente dirá que es en Lima, para nosotras fue en Cusco, en un restaurante llamado Uchu donde te sirven carne de Alpaca en piedras calientes. La carne se termina de cocinar en la mesa por lo que tiene un sabor muy jugoso y particular, como siempre acompañado de las diferentes salsas que te ofrece el restaurante y la excelente atención, la gente nos seguía convenciendo de que en Perú la amabilidad es un ingrediente más que ponerle a todo.
Al día siguiente salimos para Valle Sagrado, aquí conocimos una pareja de colombianos que nos acompañó durante el tour y con los que reímos de cada ocurrencia, al lado del guía Renzo y nuestro motorista Hugo. Aunque en Cusco es bastante frío, el escalar y caminar te mantienen con calor, por lo que no es recomendable ir con abrigo para estos recorridos, pues te van a estorbar. Valle Sagrado tiene una riqueza cultural enorme, desde qué tipo de vivienda o habitación había dependiendo del tamaño y la forma en que están las piedras colocadas hasta como encontraban la manera de reflejar sus creencias religiosas en cada una de las cosas que hacían. Mi lugar favorito fue Ollantaytambo, te quita el aliento, algunos te van a decir que es el mal de altura pero para mí que fue la impresión, las montañas se encuentran conectadas entre sí, tanto que si aplaudes de un lado de la montaña, lo puedes oír del otro lado, te abarca una sensación de inmensidad desde que entras. Ese mismo día tomamos el tren para Aguas Calientes que es el pueblo donde se encuentra Machu Pichu y donde tomaríamos un bus al día siguiente para llegar a tan esperado destino.
Nosotras tomamos un tour que incluía el camino del Inca, es decir, Machu Pichu montaña, aunque no cambiaría la experiencia por nada, si quieres disfrutar mejor Machu Pichu no lo recomendaría, es cansado y al final del recorrido te sentís exhausto, eso sí, valoras mucho más lo que hacían los Incas para bajar piedras de la montaña y construir ahí mientras te preguntas cómo una persona normal puede haber hecho eso. Machu Pichu es todo lo que podes esperar y más, es una ciudad hermosa y tan vibrante, te dice una historia sin necesidad de que nadie te vaya narrando nada, cada detalle tiene algo que contar, cada piedra, hay incluso una piedra que parecía no tener sentido de estar, pero nos explicaba el guía que los investigadores descubrían que les servía de brújula y nos lo comprobó enseñándonos con una brújula real cómo apuntaba para cada rumbo.
Lo que sí tienes que llevar sin falta a Machu Pichu es mucho repelente de mosquitos, pues estos se dan un festín con cada turista, bloqueador solar tampoco debe faltar y agua para la caminada.
Tomamos el tren de regreso para Cusco ese mismo día por la tarde, no sin la respectiva corrida por el andén estilo película de Hollywood, nos habíamos atrasado comiendo. Nos quedamos ahí para al día siguiente ir a la estación de Cruz del Sur a tomar el bus que nos llevaría al inclemente frío de Puno y a la maravilla que es el Lago Titicaca.
En Puno podes encontrar bailes típicos en casi todos lados, en la Plaza de Armas, en los restaurantes, etc. La Catedral es impresionante, tanto por fuera como por dentro, pero como el día que llegamos tenían fiesta al día siguiente por un paro de la Universidad local que se encontraba de aniversario, decidimos quedarnos en el hotel pues el pueblo se había puesto un poco peligroso. Al día siguiente salimos para el tour del Lago Titicaca, primero nos bajamos en las Islas de Uros, estás Islas son más de noventa, todas artificiales, los habitantes las construyen a partir de la raíz de una planta que se llama Totora y que es comestible, nos la dieron a probar y tiene un sabor muy peculiar, parecido a una jícama pero un poco más simple. La Isla la anclan y luego van haciendo capas con la planta de Totora como tal, duran aproximadamente veinticinco años y tienen que estar renovando las capas cada tres meses; las Islas funcionan con paneles solares y bajo el sistema del trueque y de la venta del bordado en el pueblo, viven un estimado de tres familias bien compuestas, cada una con un sistema político definido, un presidente cada año que es elegido por votación. Hablan español y el aimara. Los lugareños nos despidieron con cantos y con un gracioso “Hasta la vista baby”.
Terminamos el tour en la Isla de Taquile, que tiene variadas construcciones de piedra y donde su actividad principal es el bordado, la Isla de Taquile tiene su propia plaza en la que hay incluso restaurantes e iglesias, todo con la espectacular vista del Lago Titicaca al fondo.
Finalizamos nuestra increíble experiencia regresando a Lima, como el tiempo que teníamos era muy corto decidimos visitar la Plaza de Armas, la cual es bastante parecida a la de Cusco y Puno, pero lo que si no nos podíamos perder y es un espectáculo impresionante, fue el Circuito Mágico del Agua, las diferentes fuentes iluminadas con diferentes géneros musicales, desde música clásica, pasando por los Beatles para llegar a los noventa, el clima frío pero agradable, genera un ambiente de inclusión que te da ganas de quedarte en ese maravilloso país.
Cerramos la noche cenando nuevamente en Larcomar, unos piqueos en “Mangos” con vista al mar y recordando lo increíble que había sido la aventura que ocho días atrás habíamos iniciado y que sin duda alguna planeamos volver a repetir en un nuevo destino. Nos llevamos haber conocido gente increíble, salir del calor al que estamos acostumbradas en El Salvador y llenarnos de calor humano, experiencias y risas que nos van a durar por el resto de nuestras vidas.