Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y coordinador
Suplemento Tres mil
La muerte es lo más natural de nuestra vida. Todos los que nacemos tenemos la indudable certeza de que vamos a morir. Quizá no sepas el día o la hora, pero de que llegará el deceso es una verdad que en ocasiones obviamos, mientras van pasando los años y la muerte llega.
Tenía un buen tiempo de estar sintiendo la presencia de ese momento en el entorno cuando llegaba Enero, no solo por la sociedad en la que vivimos, sino porque los nombres de amigos y personas comenzaban a convertirse en parte de esas listas de obituario que conmueven. En tan poco tiempo perdíamos en nuestra patria a personajes tan insignes como Salvador Arias, un economista de respeto y autor de importantes libros que analizan nuestra realidad. Y durante esta semana tuvimos la muerte de dos poetas longevos que nos hicieron amar la poesía: Nicanor Parra (Chile) y Claribel Alegría (Nicaragua). Ahora habitan ese inmortal estado de la palabra y basta leerlos para escucharlos.
La muerte nos habita y está latente en cada uno de los pasos que damos, ¿Por qué temerle, entonces? ¿Por qué vivir con miedo de que llegará ese instante? ¿Acaso la vida no vale suficiente para vivirla? Si la muerte es natural no tiene sentido temerle.
Tenía poco más de dos años cuando murió mi bisabuelo Manuel Pineda González. Creo que no racionalicé su fallecimiento, porque entre los difusos recuerdos que tengo se encuentra la visita acostumbrada al cementerio queriendo comprender la muerte como abordar un avión para vivir en el firmamento, aliando su tumba con la inexistente de mi padre (quien fue desaparecido político) y observando todo ese rito de rememorar a los parientes y amigos que han traspasado ese temido momento.
Luego mis parientes fueron a descansar a esos Campos Santos y la tradición de la vela y acompañar a los dolientes se transformaba en algo normal. Y me inquietaba pensar que era uno de los pocos momentos en que nos reuníamos, estábamos juntos para decirle adiós a nuestro pariente y apoyar a los dolientes.
A diario mueren miles de personas por distintas causas: enfermedades, violencia y accidentes. Muchas de estas pudieron evitarse, pudo darse más importancia a la vida, más lucha por la vida. Pero negar que sucederá ese momento en la cotidianidad a veces nos hace perder el rumbo en la vida y nos dedicamos a morir viviendo, sin vivir.
“El que quiera ser feliz, que lo sea. Del mañana no hay certeza”, escribió Francois Villon con una tremenda sabiduría como si fuera alumno de Epicuro. Todo es así de simple, aceptando que la muerte es la compañera que está junto a nosotros esperando ese momento en que nos arrebatará de la vida o nos llevará a la verdadera vida.
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