Ciudad del Vaticano/EVARED
«Esclavitud moderna y cambio climático: el compromiso de las ciudades» es el tema central del Encuentro que se llevará a cabo el 21 y 22 de julio próximo, en la Casina Pío IV, de la Santa Sede. Paralelamente se desarrollará el simposio «Prosperidad, gente y planeta: lograr el desarrollo sostenible en nuestras ciudades».
Estos eventos son organizados por la Pontificia Academia de las Ciencias y contarán con la participación de los alcaldes de las grandes ciudades, los administradores locales y varios representantes de las Naciones Unidas, que han sido invitados.
La presentación de estos encuentros los realizó la mañana de este miércoles, 15 de julio, el Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias, el obispo Marcelo Sánchez Sorondo, y contó con la intervención de los consultores expertos de comunicación Michael Shank y Alessandro Gaetano.
«La Pontificia Academia de las Ciencias -explicó Mons. Sánchez- concuerda con el Santo Padre en la clara relación entre estas dos situaciones de emergencia: la crisis climática y la crisis social, ambas de origen antrópico. Nuestro afán, siguiendo la encíclica Laudato Si’, es que la sociedad tome conciencia de estos fenómenos, de la responsabilidad humana en estas crisis y reaccione con firmeza, con un nuevo imperativo moral de toda la humanidad a favor del bien común».
«En este contexto moral -continuó- las ciudades , con sus alcaldes, juegan un papel clave. En la actualidad, la mayoría de la humanidad se concentra en las zonas urbanas y esa tendencia está destinada a aumentar. Además, todas nuestras tradiciones culturales, afirman la dignidad intrínseca y la responsabilidad social de cada individuo en relación con el bien común. Igualmente hacen hincapié en la importancia de la convivencia en la polis para la plena realización de la identidad social, cultural y religiosa de cada ser humano y en la belleza, la maravilla y la bondad inherente del mundo… que se confía a nuestro cuidado, no para preservarlo como un museo, sino para desarrollarlo de acuerdo a su potencial, siguiendo las leyes propias de la naturaleza. Se trata de un imperativo moral para el respeto y el desarrollo, y no para la devastación de nuestra «casa común».
Mons. Sánchez Sorondo señaló que, como constata la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, los pobres y los excluidos, no obstante incidan mínimamente en las alteraciones del clima y vivan a menudo en las periferias de las ciudades son los más expuestos a la terrible amenaza que representan los trastornos climáticos inducidos por el ser humano y, sin embargo, el mundo tiene ahora a su alcance los conocimientos científicos, las herramientas tecnológicas y los medios financieros para invertir esa tendencia de origen antropogénico, poniendo fin, al mismo tiempo, a la pobreza extrema a través de soluciones que incluyen las energías renovables y la baja emisión de gases de efecto invernadero. »La financiación de la iniciativa a favor de esta «ecología integral», incluyendo la contención decisiva del cambio climático inducido por el hombre -afirmó el obispo- también se vería reforzada a través de la búsqueda incesante de la paz, lo que permitiría una redistribución del gasto público destinado a los gastos militares en favor de inversiones urgentes para el beneficio de la inclusión social y de la vigilancia efectiva de las emisiones, en particular en las ciudades».
Refiriéndose a la presencia de los alcaldes en los eventos, subrayó que la intención de la Pontificia Academia era la de que esos administradores públicos se comprometieran a promover en las ciudades y asentamientos urbanos «la emancipación de los pobres y de los que viven en condiciones de vulnerabilidad, la reducción de la exposición a los fenómenos catastróficos derivados de alteraciones profundas de naturaleza ambiental, económica y social que crean un terreno fértil para la migración forzada y la trata de seres humanos».
«Al mismo tiempo -dijo- nos gustaría que los alcaldes se comprometieran a poner fin a los abusos, a la explotación, a la trata de personas y a todas las formas de esclavitud moderna dentro de sus comunidades. Estos dramas, definidos por el Papa Benedicto XVI y por el Papa Francisco como crímenes contra la humanidad, también incluyen el trabajo forzado, la prostitución, el tráfico de órganos y la servidumbre doméstica.También nos gustaría que desarrollasen programas de reasentamiento e integración social de las víctimas, en ámbito nacional y local con el fin de evitar su deportación».
«Básicamente -finalizó el canciller- nos gustaría que nuestras ciudades y asentamientos urbanos fueran cada vez más socialmente inclusivos, seguros, flexibles y ecológicamente integrados».