Dr. H. Spencer Lewis (2)
(Pasado Imperator de AMORC
De la Revista El Rosacruz, Mayo de 1961)
Resulta fantástico e increíble el pensar que el número infinito de cuerpos en el cósmico aparte de la tierra, estén faltos de los factores de los cuales depende la vida. De hecho, el devoto religioso e inteligente de los tiempos modernos considera una doctrina constringente el creer que un Ser Supremo o Creador, pueda usar como escenario para la extensión de su propia consciencia tan solo a la Tierra. Parece algo más plausible, aun cuando sea una idea panteísta, el que la suprema inteligencia todo lo penetra y se manifiesta en seres con conciencia de sí mismos dondequiera que las condiciones desarrollen organismos favorables para ello.
La creación de la Tierra es reciente comparada con las remotas galaxias, y sus soles y satélites que están alejándose de nosotros casi a la misma velocidad que la luz. Es además muy improbable, considerando los eones de tiempo que estos cuerpos han existido en el espacio antes que la tierra, que ningún otro cuerpo haya desarrollado aquellos elementos o condiciones que pudieran producir vida y desarrollar un alto grado de inteligencia. Es ahora mucho menos fantástico el asumir que seres inteligentes, además de los de la tierra, existen en el gran universo.
Surge ahora, por tanto, el asunto del aislamiento. ¿Por qué no han manifestado o revelado tales seres su existencia a la humanidad en general? Si han existido entidades inteligentes por incontables eones de tiempo, se presume que su inteligencia, por el proceso de evolución, exceda las facultades perceptivas y cognoscitivas del hombre. Las distancias que existen entre la Tierra y otros sistemas solares, aun en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, son sorprendentes.
Pero si el hombre ha podido realizar el avance que ha logrado dentro de la última centuria, inteligencias superiores que hayan existido por un período mucho mayor que el que ha existido el hombre, tienen que haber podido vencer y conquistar en alguna forma los obstáculos ofrecidos por la distancia. Henri Bergson, el notable filósofo francés aseguró, que la movilidad es una característica de las formas más altas de consciencia. Mientras más inteligente es el ser, mayor movilidad adquiere. Bajo esta premisa los seres observadores y pensadores, sea cual fuere la forma de su organismo, hubieran sido conscientes, eventualmente de otros mundos y habrían buscado el hacer contacto con ellas y probablemente entre ellas con la Tierra.
La preocupación de otros seres fuera de la Tierra
Los organismos vivientes en la Tierra, según los conocemos, no pueden adquirir un alto grado de inteligencia si no les es posible percibir su medio ambiente. También se presume que cuando existen facultades de apercepción y cognición altamente desarrolladas siempre existe también imaginación. Consiguientemente una raza de seres que estuvieran localizados en el espacio en forma tal que sus instrumentos les dejaran ver al planeta Tierra estaría, como es de presumirse, impulsada por una sensación innata de curiosidad y deseo de investigarlo. Seres capaces de realizar esto poseerían igualmente la técnica para determinar que la atmósfera de la Tierra puede sostener la vida.
La ciencia de la biología demuestra que hay poca diferenciación, si es que hay alguna, entre las simples células de una planta y de un animal. Un desarrollo orgánico superior podría, allí donde existe la vida fuera de la Tierra haber seguido un curso de superplantas. En otras palabras, podría haber plantas pensantes, razonadoras y conscientes de sí mismas, en vez de animales. Plantas con un organismo cerebral o cerebro no están fuera del campo de la posibilidad. Hay en la tierra innumerables plantas que manifiestan en sus funciones grados de conciencia comparables con un orden inferior de inteligencia. A tales seres semejantes a plantas en el espacio podría serles extremadamente difícil, sin embargo, tener un alto grado de movilidad. Literal y figuradamente podrían ellas estar enraizadas en la substancia del mundo al cual pertenecen.
La ciencia de la biología demuestra que hay poca diferenciación, si es que hay alguna, entre las simples células de una planta y de un animal. Un desarrollo orgánico superior podría, allí donde existe la vida fuera de la Tierra, haber seguido un curso de superplantas. En otras palabras, podría haber plantas pensantes, razonadoras y conscientes de sí mismas, en vez de animales. Plantas con un organismo cerebral o cerebro no están fuera del campo de la posibilidad. Hay en la tierra innumerables plantas que manifiestan en sus funciones grados de conciencia comparables con un orden inferior de inteligencia. A tales seres semejantes a plantas en el espacio podría serles extremadamente difícil, sin embargo, tener un alto grado de movilidad. Literal y figuradamente podrían ellas estar enraizadas en la substancia del mundo al cual pertenecen.