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Rogelio Poncelle, sacerdote de Perquín, municipio de Morazán, oficia la Santa Misa dominical en la cripta de Catedral Metropolitana. Foto Diario Co Latino / Jorge Rivera.

Comunidades eclesiales consideran que la paz vendrá cuando haya justicia social, empleo y salarios dignos

@AlmaCoLatino

Durante la misa dominical celebrada en la Cripta de Catedral Metropolitana por el sacerdote Rogelio Poncelle, se reflexionó la reciente conmemoración de la firma de los Acuerdos de Paz, donde se afirmó que la paz verdadera y auténtica vendrá cuando haya justicia social, empleo salarios dignos, educación, salud, agua, comida para todos en armonía con el medio ambiente y con la realidad actual.

A la celebración se hicieron presentes  comunidades eclesiales de base del Bajo Lempa, quienes consideraron que la paz es fruto de la justicia y mientras la impunidad y las injusticias sigan vigentes en el país, no se podrá hablar de una paz plena, mientras unos pocos acumulan riquezas y explotan los recursos naturales para que las mayorías empobrecidas no tengan trabajo, ni salario, ni vivienda, ni salud y educación digna.

El padre Poncelle dijo que la paz sólo será posible en la medida que se procura la justicia, cuando en la realidad salvadoreña se evidencie y haga vigente la presencia del reino de Dios, que es vida, justicia, amor, solidaridad, libertad y verdad.

“La paz es una tarea dinámica de búsqueda permanente, de lucha constante y creatividad donde los pobres tienen que estar en acción, si bien es cierto que los acuerdos políticos firmados el 16 de enero de 1992 pretendían poner fin al conflicto armado por la vida política, impulsaron la democratización del país, garantizaron el estricto respeto de los derechos humanos y reunificar a la sociedad salvadoreña, también no se puede dejar de decir que en algunos compromisos se avanzó, mientras en otros no hubo cumplimiento y seguimiento”, afirmó el religioso.

Según las comunidades eclesiales de base, las instituciones del Estado deben promover la investigación y esclarecimiento de los graves delitos cometidos durante la guerra, más ahora que la ley de amnistía ha sido derogada, porque se reconoce el derecho de las víctimas a conocer la verdad y reclamar la justicia y reparación como un camino hacia la reconciliación.

Asimismo, en materia económica se dijo estar de acuerdo con el aumento del salario mínimo, que es una deuda histórica de los acuerdos, por lo tanto, el aumento aprobado a finales del año pasado es nada más un primer paso para llegar a ser un salario justo y digno, también este es un tipo de violencia, cuando el salario mínimo que se paga, al pueblo no le alcanza para cubrir las necesidades básicas de la familia.

Cuanta evasión de impuesto hay por parte de las grandes empresas,  deuda y mora que pasa de los 200 millones de dólares, cuando estos recursos podrían solventar los grandes problemas que enfrenta la sociedad salvadoreña.

Ademas, sugirieron que las instituciones gubernamentales se proyectan con énfasis a la reconstrucción del tejido social, y exigieron la aprobación de una ley que prohíbe en el país la minería metálica así como la no aprobación de los proyectos que atenten contra los recursos naturales como el caso de la construcción de la mega obra en la zona costera, que privatiza y destruye los manglares.

Las comunidades eclesiales de base externaron que la paz no es producto del terror, ni del miedo, la paz no es el silencio de los cementerios, la paz no es producto de una violencia y de una represión que calla, la paz es la aportación generosa, tranquila de todos para el bien de todos, la paz es dinamismo, generosidad, derecho y deber en que cada uno se sienta en su puesto en esta hermosa familia iluminada con la luz de Dios.

Recuerdan martirio del padre Octavio Ortiz

Con pancartas en mano y fotografías del padre Octavio Ortiz, feligreses recordaron en la Cripta de Catedral Metropolitana, el 38 aniversario de su martirio.

El Padre Octavio se dedicaba especialmente al trabajo con los jóvenes obreros, acostumbraba darles momentos especiales de formación en casas de retiros.

En la madrugada del día 20 de enero de 1979 el ejército y otros grupos paramilitares invadieron el local en donde estaba dando un retiro y mataron al padre, así como a otros 4 jóvenes , Ángel Morales, David Caballero, Jorge Alberto Gómez y Roberto Orellana. Un tanque pasó por encima de la cabeza del sacerdote, destruyéndole completamente el rostro.

El Obispo Romero, en la misa de los funerales del religioso, subrayó este hecho diciendo: “El padre Octavio murió con el rostro destrozado, en la funeraria trataron de arreglarlo, pero no pudieron dejarlo como era antes. Octavio ya se transformó porque ofreció su rostro por Cristo”.

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