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Comunidades organizadas exigen cese de políticas extractivista

Gloria Silvia Orellana
@DiarioCoLatino

“Aquí estamos las organizaciones comunitarias y estamos haciendo un llamado a la Asamblea Legislativa y al Ministerio de Medio Ambiente, a crear otras políticas, que le den la importancia que tienen los bosques salados en el medio ambiente del país”, dijo Luz de María Hernández, del Comité Ambiental de Protección de Fauna y Flora (ASPROFEMA).

El “Día Mundial de los Humedales” se enmarca en la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional celebrado en febrero de 1971 en la ciudad de Ramsar, Irán. Los humedales se consideran lugares o “cunas de diversidad biológica” y refugio de varias especies de aves.

El Salvador cuenta con un total de 91 humedales continentales que suman 64 mil 961. 40 hectáreas y 34 humedales costero- marinos, que suman otras 68 mil 458 hectáreas terrestres, así también 20 mil 930 hectáreas marinas, según información oficial del inventario del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN).

“Como mujeres que trabajamos en la zona, sabemos que no es fácil lo que enfrentamos como grupos PLAS” (gobernanza local para regulación y aprovechamiento de recursos del manglar, vigilancia y cumplimiento de normas del MARN), tenemos mucha contaminación en la zona y por esto hacemos ese llamados los diferentes instituciones y organizaciones a dar apoyo a nuestra lucha ambiental”, señaló Luz de María Hernández.

“Somos iniciativas comunitarias y es necesario contar con ayudas más grandes”, alegó Hernández, al explicar que defender los recursos naturales de su territorio como el manglar y los ríos que le abastecen de agua dulce al bosque salado, eran de vital importancia para la reproducción de las especies y como refugio de aves migratorias.

“Como mujeres nos hemos integrado a esta lucha y sabemos que no solamente estamos nosotras, hay muchas otras organizaciones de las zonas y nos hemos unido para hacer las denuncias de lo que enfrentamos día con día. Y sí, estamos aquí para tener un cambio, un planeta mejor que dejar a nuestros hijos y nietos”, expresó Hernández.

Marcela Díaz, biológa de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), explicó la naturaleza de los humedales en donde se encuentran los bosques salados o manglares.

“Los humedales continentales incluye los acuíferos, lagos, ríos, arroyos, marismas (terreno que se inunda por los flujos de las mareas), turberas (material orgánico saturado de agua), lagunas, llamanuras de inundación y pantanos”, señaló.

“Entre los humedales costeros se incluye todo el litoral, manglares, marismas de agua salada, estuarios, albuferas o lagunas litorales, praderas de pastos marinos y los arrecifes de coral”, acotó Díaz.

Mientras, el “sistema de humedales” del país lo integran la Barra de Santiago, Zanjón El Chino, Santa Rita, El Zaite y Costa Azul, que se considera una “zona estratégica” para la biodiversidad regional y la mitigación al Cambio Climático. Y que son estos los ecosistemas que representan un elemento de supervivencia de las comunidades que residen en su entorno, proporcionándoles agua, seguridad y soberanía alimentaria por ser medios de vida.

De acuerdo a los registros oficiales el manglar y estuario de la Barra de Santiago tiene una extensión de 3,017 hectáreas de costa y 92.3 hectáreas marinas. Mientras, el manglar El Zaite se ensancha en 122 hectáreas de costa y 63 hectáreas de marinas.

El manglar y estuario de Costa Azul cuenta con 320 hectáreas de costa y 64.5 de hectáreas marinas. Y el bosque inundable de Santa Rita y el Zanjón de El Chino tiene 406 hectáreas.

Y son estos humedales en la zona costero marina, en los departamentos de Ahuachapán y Sonsonate, los que se encuentran en peligro por el extractivismo y monocultivo azucarero, las malas prácticas de uso del agua de la parte alta y media de las subcuencas por el sector ganadero; la mala gestión de los desechos y vertidos de la industria turística, la deforestación y el impacto del cambio climático.

“Estas prácticas provocan desequilibrio en el nivel de salinidad del agua que la convierte en no apta para el consumo, además, afecta la disponibilidad de medios de vida y poner en riesgos a miles de especies, ecosistemas y comunidades eco dependientes, aumentando los niveles de vulnerabilidad del territorio”, enfatizó Marcela Díaz.

En cuanto a los impactos al manglar en Metalío, Alfredo Guevara, presidente del Comité Ambiental de Protección de Flora y Fauna del Cantón Metalío (ASPROFEMA), señaló que para el año 2022 el manglar de Metalío presentó condiciones de “hypoxis“, es decir, disminución de oxígeno, debido a los excesos de nutrientes provenientes de productos químicos por los cultivos y que son arrastrados al mar.

“Estos productos químicos contienen nitrógeno y fósforo, que afectan en gran medida a organismos acuáticos como peces e invertebrados como cangrejos, conchas, zooplancton. El área estatal del manglar de Metalío, incluye bosque dulce y bosque salado, y ocupa 472.7 hectáreas, que según datos de un plan de restauración de este ecosistema serían 247 hectáreas las que no cuentan con cobertura vegetal”, indicó.

“Sabemos que 70 hectáreas aproximadamente han sufrido un cambio de uso de suelo para cultivos, introducción de ganado y la construcción de viviendas. Y sumado a esto hay áreas que han sido invadidas por plantas no nativas que han desplazado a las originales”, reiteró Guevara.

Para Carlos Durán, del Grupo PLAST, de la Costa Azul, los impactos son importantes y en época de lluvia aumenta la fragilidad de la biodiversidad por la cantidad de químicos arrastrados por “correntadas a tierras abajo”, como las especies que cuidan como el cangrejo punche, cangrejo azul, jaiba, camarón, que se constituyen en medios de vida de las comunidades a nivel costero.

“Todo ese impacto nos afecta, pero, respondemos con más trabajo en las reforestaciones de la zona, tenemos ocasiones en que los manglares se llenan, el agua se quedó estancada y, entonces, lo que hacemos es desazolvar los canales, para que no se estanque el crecimiento de la biodiversidad y hacemos toda una forestación permanente”, señaló.

“Ahora ya contamos con viveros de cangrejo azul y vivero de mangle que estamos trabajando en comunidad para ampliarlo. Y esa es una ganancia que tenemos como colectivo, así como la vigilancia siempre sobre estas zonas que estamos cuidando su ecosistema para que se extienda”, manifestó Durán.

El trabajo comunitario de estos grupos de defensores ambientales les ha permitido forestar el manglar, desazolvar los canales de agua dulce para que se mezclen con el agua salada que produce el agua salobre característico de estos bosques salados y que dan paso a la biodiversidad de la zona. Así como, los viveros para la reproducción de especies como mangle rojo, blanco, botoncillo, istaten y madre sal.

Juan Antonio Guardado, de Barra de Santiago, directivo Probosque Ahuachapán, dijo que son ocho grupos de diferentes zonas, y quien reconoció el apoyo y asistencia técnica de UNES, lo que les ha permitido aprender a convivir con su ecosistema y preservar los bienes naturales.

“UNES siempre nos acompaña, y estos logros que hemos ido obteniendo, así como el aprendizaje desde el 2013 nos permite tener la oportunidad de trabajar unidos por el bienestar común y salvar el medio ambiente”, acotó Guardado.

“Según la información del MARN, tenemos 197 hectáreas recuperadas solo en Barra de Santiago. Los felicito a todos porque ese un logro que se ha hecho por las comunidades y que tiempo atrás estaban perdidos, pero ya los recuperamos, pese a las amenazas de la industria cañera que invaden poco a poco la zona, pero, seguiremos reforestando”, puntualizó Guardado.

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