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Con la izquierda desde el Bravo a la Patagonia

Juan José Figueroa
Miembro de Comando Nacional de Campaña del FMLN

La llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México abre las puertas a una nueva era.

La candidatura de AMLO, postulada por la alianza de los partidos Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), Partido del Trabajo (PT) y Partido Encuentro Social (PES), en su coalición llamada “Juntos Haremos Historia”, alumbró el contexto de la geopolítica en el continente, incorporó nuevas visiones y aperturas democráticas en el histórico recorrido de las izquierdas por América Latina, nos dejó nuevas lecciones sobre los impenetrables mecanismos que hoy día se viven en los sistemas electorales y por supuesto alimentó el arraigo de la esperanza surgida en los torrentes de la lucha protagonizados por los pueblos.

La situación política actual de México es una advertencia a las desgastadas prácticas de las derechas continentales, que insisten en sostener regímenes explotadores cuyas raíces se encuentran en el siglo XX, o incluso mucho antes, regímenes sostenidos por poderes fácticos que han permeado de corrupción el aparato de Estado y a todas las instituciones decisivas de la sociedad.

El México desgarrado por la violencia, la corrupción, el narcotráfico, el desprecio a los más pobres, luce hoy el rostro de la esperanza. Pero no es solo esa la importancia histórica de la llegada de AMLO a la presidencia de México.

La época del arribo de las izquierdas a los gobiernos de América Latina, iniciada de forma generalizada hacia finales del siglo XX, y liderada en el cono sur por figuras que no solo han ocupado el cargo de presidente sino que condujeron procesos políticos admirables, tales son los casos de Hugo Chávez (1999-2013), Luis Inácio Lula da Silva (2003-2011), Néstor Kirchner (2003-2007), Evo Morales (2006), Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), José Alberto Mujica (2010-2015) o Rafael Correa (2007-2017), permitió una impresionante reforma de Estado, mejoró los sistemas democráticos, instaló políticas y programas destinados a favorecer a los más pobres y demostró que las izquierdas están preparadas para luchar y defender la democracia, para producir riqueza y distribuirla con justicia entre los más pobres.

Los ataques, las críticas infundadas y el surgimiento de la guerra jurídica (lawfare) para desprestigiar y perseguir a los gobiernos y dirigentes de izquierda y a cualquier luchador social, mostraron la incapacidad, pero sobre todo la intolerancia de las derechas de aceptar que la democracia consiste en abrir cada vez más los espacios políticos, económicos y sociales de nuestros pueblos. Esa estrategia alimentada durante una década comenzó a dar frutos.

Lenin Moreno traicionó el proyecto que lo llevó al poder en Ecuador; en Chile arribó al gobierno Sebastián Piñera; en Colombia triunfó el uribismo con Iván Duque y en Brasil fue encarcelado Lula para posteriormente arribar al gobierno el ultraderechista Jair Bolsonaro. El escenario parece un retroceso al avance de las izquierdas y una ofensiva del neoliberalismo más despiadado.

Los procesos electorales son vitales para cualquier sistema político, pero no son suficientes para explicar lo que desde la izquierda entendemos por democracia. Por ello es que al señalar ese avance de las derechas en el continente, queremos advertir que su propósito es precisamente desmontar los avances que en democracia económica, justicia laboral, inclusión social y de libertades políticas e ideológicas que logró desplegar la izquierda, por lo tanto, es precisamente en esa dirección donde debemos apuntar nuestra mirada y nuestra defensa.

Las lecciones más importantes deben estar centradas en no dejar que la historia y los avances de nuestros pueblos dén marcha atrás, que lo poco o mucho que se haya alcanzado en la democracia económica y social se defienda y que revisemos las estrategias implementadas en las luchas latinoamericanas en décadas anteriores, con la finalidad de comprender en mejor medida hacia dónde nos conducimos.

En el medio de esa compleja situación internacional de nuestro continente, llega al gobierno Mexicano Andrés Manuel López Obrador. Su causa es la de América Latina, sus logros serán nuestros, sus derrotas también, su esperanza sin fronteras. Precisamente por ello es que hoy necesitamos interpretar qué es lo que puede suceder entre el río Bravo y la Patagonia, y dónde nos vemos nosotros, los salvadoreños y salvadoreñas de izquierda.

La izquierda no solo debe alumbrar su encanto histórico, ante todo debe demostrar que es capaz de realizarse como una cultura diferente y creadora de nuevos paradigmas, una izquierda en revolución constante.

Esa es la izquierda en la que debemos trabajar los salvadoreños militantes y simpatizantes del FMLN, situarnos en los caminos ya recorridos para saber interpretar este tiempo, no desfallecer ni perder la atención en nuestros propósitos. Nosotros representamos intereses históricos irrenunciables, como las libertades y derechos de las mujeres, la justicia y democracia económica y social, el respeto a los derechos humanos, las aspiraciones de los marginados y oprimidos, su inclusión en modelos de desarrollo basados en la equidad; la cultura de la izquierda está contenida en esas grandes aspiraciones y luchas y no podemos, no debemos alejarnos de ellas jamás.

La llegada de AMLO al gobierno mexicano debe servirnos para interpretar y actuar hoy; debe servirnos para alumbrar nuestros caminos, para saber elegir nuestras tácticas y construir las estrategias de nuestro futuro inmediato a la luz de los tiempos en los que vivimos.

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