Por Wilfredo Arriola
Siempre estamos por irnos, por buscar en otro lado lo que por el momento se estancó en nuestro presente. A veces del todo, a veces por respirar, por poner en nuestra mirada el paisaje que le de vida y nos genere pasión. A pesar de ello, hay momentos en que solo queremos contar desde otra perspectiva los días. Max Frisch lo comentaba: Nuestra culpa tiene utilidad: justifica muchas cosas en la vida de los otros. Vivir con las maletas hechas, no solo con lo vital, sino también con la ilusión de descubrir la parte escondida que nos falta por revelar.
Irse no solo implica la soledad, sino llevar consigo con quien querer descubrir el mundo. La ilusión de empacar, el destierro al que se someten al final las maletas hechas, olvidadas. Lo que representan, si memorias o desdén. Todo cabe incluso la esperanza, esa que dispone de tantos terrenos baldíos, según Oliverio Girondo. Irse, lamentablemente en muchas ocasiones el tormento va por dentro y adonde sea que se vaya, uno se lleva dentro. El sentir no es trasferible.
Heidegger le podría poner la etiología a muchos de estos problemas: Lo seguro no es seguro, es terrible. El cumulo de tanto termina por tomar decisiones que incluyan no estar más donde se había generado esa repetición de sucesos donde no sucede más que lo mismo. Quienes suelen hacerlo rematan con la misma sentencia: “Necesito algo diferente, este lugar no me da lo que necesito…” y se emprende el viaje, muchas veces sin retorno, o en efecto, sin retorno. Nunca se vuelve ileso de donde se partió, el que se va, deja para siempre el que fue poniendo en juego esa ruleta llamada suerte. Mirar todo por vez última, conversar sabiendo que son las últimas palabras por un largo tiempo o sabiendo que ya no se volverán a ver más. Solo el que lo ha vivido podrá dar fe de ello. Quisieran decir tanto en pocas palabras, pero a veces solo llega el silencio y nunca se dice todo, hay algo más, aunque se agoten las horas, siempre habrá algo más que nace después de todo.
Vivir con las maletas hechas, porque también se parte de algunos lugares, de algunas personas, de algunos trabajos, de algunas formas de diversión, de algunos bares. Vivir con la certeza que siempre podrá ser lo definitivo. Recordando los versos de Luis García Montero:
Nunca sé despedirme de ti, siempre me quedo
con el frío de alguna palabra que no he dicho,
con un malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia
que a veces, gota a gota, se convierte
en desesperación.