Tania Primavera
Aunque viven en el trópico él parece un ser de hielo. Mientras limpia con hilos dental floss los dientes, después de la ensalada que se preparó. Re-cu-er-do. Quedan siempre los destellos, quedan los que no se han ido. Ve las estrellas por las noches. Pensaba ¿cuándo dejará de soñar?, como el sueño del otro día, frente a la antigua Fuente Luminosa con su escultura del monumento al mar, con sus caballitos de mar, donde el tráfico abunda, y ahí, bajaron del carro blanco hacia una acera, vieron a un anciano y resulta que era su personaje favorito en común «Salarrué». Y Salarrué los reconoció, en otra dimensión y les mostró su dibujo de un ángel desconocido, casi suplicando. ¿Por qué se mezclan ellos dos en mis sueños? -pensó al despertar. En el mismo sueño, él la besó. Después le dijo -cree y confía en mí- no sirvió de nada eso. Como si no pasara nada, solo un vacío. Afuera las lágrimas. No drama. Sí drama. Ya pasará. Pero no pasa. Pasan los días. Los meses.
Regresando atrás la cámara del tiempo. Entró en la oscura tela. Con vos en La Meka, un día de enero fueron a buscar. Ahí se encuentra siempre Don Boni, solo, o llega alguien. Pasaron siempre al mediodía, cualquier día del fin de semana, sobre todo sábado. Para saludar. Para conversar. Una cerveza fría. Un platito con queso. Una vez, él le pidió el arroz especial, pero era demasiado y llevaron a la casa de regreso en un recipiente de durapax.
Ahí, en La Meka de Miralvalle, le contó que una vez le pinto el pelo a un aprendiz que llegaba por ahí, pero que le quemó el pelo. Ahí, también, llegaron varios amigos que ya no recuerda. Una vez, don Boni, le mostró un dibujo, y lo recordó ayer, porque Picasso -al parecer- lo había hecho parecido. Eran nada más que unas líneas. Don Boni, le mostró, la silueta que había dibujado, no era una pintura, era algo que le hacía reír, parecido al Picasso, algo figurativo, unas líneas que eran unas nalgas que apenas se distinguían. Decía algo sobre el verano, pero así, separadas las palabras «ver-ano». En sus pensamientos de novela, o si-vela como decía KIjadurías en una novela. Ya de doce a tres de la tarde se iban del lugar a casa. Esos recuerdos de gente que se van perdiendo en la memoria. Al final de la vida, queda poca gente. Cómo fueron parte y ya no. Collage cubista. En el surrealismo quién entiende esto. Ve las estrellas por las noches.
Siguieron llegando a ese lugar, nunca de noche. Siempre al medio día. Sábados. Una vez, no se sentaron en la terracita de afuera. Entraron. Era mediodía, había otros ahí con ellos. Celebraron con una copa especial donde salía hasta fuego para un cumpleañero. Pero de repente, encendieron el aire acondicionado. A ella le dio frío.
Quiero ir por mi bufanda, -le dijo-. Yo voy al carro por la bufanda, pero si me das un beso. Ella pensó que en la mejilla. Bien. A dárselo iba, cuando él volteó y se lo dio en la boca. Sor-presa.
Afuera las lágrimas. No drama. Si drama. Lo que parecía algo prometedor. Era solo un espejismo. Falta divertirse. No está dispuesta a lo falso, no está dispuesta a palabras sin zen-tido, no está dispuesta a que las rosas no sean para ella. Quizás, es mejor seguir como la eterna leyenda de la cueva, intacta. Sin ser visible. Aunque viven en el trópico él parece un ser de hielo.
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