José M. Tojeira
Extraña que haya alcaldes que no quieran concejos plurales. Y más extraño todavía es que haya partidos que se dicen democráticos pero que no quieren concejos plurales. Los concejos plurales eran una vieja deuda con la democracia. Nuestro sistema, ask que podía dar la totalidad del poder de una municipalidad a un grupo monocolor con solamente un 15% de los votos censados (ya ha pasado), medicine no era democrático. Se parecía a esa especie de plebiscitos que hacen los dictadores para dar el poder absoluto a una persona. Y con el agravante que el poder absoluto, remedy en el caso municipal, se puede adquirir con una mínima proporción de los votos. Ahora se ha avanzado un poco, pero no lo suficiente. Quien gane la mayoría simple de los votos termina teniendo la mitad más uno de los miembros del cabildo, contando entre ellos al alcalde y al síndico. Todavía hay miedo al pluralismo (no tanto como antes) y no se admite la proporcionalidad entre los votos emitidos y el número de regidores o concejales. El tercer partido o cuarto en número de votos queda en riesgo de quedar excluido con este nuevo sistema, que recarga todavía un exceso de representación sobre el que tenga mayoría simple.
La razón que se suele dar para oponerse a esta medida es la gobernabilidad. Es más fácil, dicen, gobernar con un solo partido en el poder. Pero ese argumento es simplemente falso. Quienes así piensan confunden la gobernabilidad con la dictadura. Y su verdadera razón para hablar así es el miedo a la democracia y el regusto por el autoritarismo. De hecho es más fácil llegar a acuerdos a nivel local que a nivel nacional. Y a pesar de ello la Asamblea Legislativa tiene una representación proporcional a los votos, y no este limitado sistema de representación municipal. La gente sigue más de cerca la acción municipal y cuando ve un Concejo municipal que no funciona barre con él. Los políticos tendrían que ceder y dialogar, llegar a acuerdos de bien común para no ser barridos por una ciudadanía indignada por la inoperancia. Asegurar que nuestra gente no está preparada para los Concejos plurales es afirmar que no estamos preparados para la democracia. Quienes esto dicen se declaran a sí mismos antidemócratas y partidarios de la dictadura aunque sea a nivel local. Dejar el derecho a la democracia sólo en la Asamblea es creer que los diputados son mejores que los alcaldes y concejales, y por tanto parte de una élite muy especial. Y esa creencia, lo sabemos todos, es falsa.
Aunque el paso dado hacia los Concejos plurales es deficiente y no plenamente democrático, marca con todo un pequeño paso adelante. Aunque la minoría simple logre siempre y en todos los casos mayoría absoluta en un cuerpo colegiado, al menos se logrará que la oposición tenga un cierto grado de supervisión de las actividades municipales. Ello contribuirá sin duda a un mejor debate y reflexión, y a un freno de la corrupción donde la haya. Se trata de un pequeño paso hacia una mayor democracia, y en ese sentido de un avance. Pero no un punto en el que nos debamos quedar para siempre. Los avances son necesarios en democracia y la representación en el Concejo debe ser lo más amplia y plural posible. A ser demócratas se aprende practicando la democracia y no manteniendo esquemas autoritarios y monocolores. El paso que ahora se está dando, aunque asegura una participación plural, mantiene una mayoría entre los Concejales no necesariamente ganada en las urnas. Se trata de un pequeño avance que sólo será bueno si nos quita el miedo a los Concejos municipales estrictamente proporcionales.
Oponerse a los Concejos plurales solo puede deberse a una o varias de estas tres razones: O quienes se oponen son claramente antidemocráticos, o son personas corruptas que se benefician de la autocracia, o se trata de gente que tiene una concepción muy pobre de la capacidad de diálogo del pueblo salvadoreño. En nuestro caso preferimos pensar que es la última de las tres razones dadas la que mueve a algunos alcaldes a pedir que se conserve un trienio más el sistema antidemocrático de dar la totalidad del Concejo municipal al que tenga la mayoría simple en elecciones. Pero quienes así piensan se equivocan. Nuestra gente es mucho más dialogante de lo que creen algunos políticos. Y ciertamente capaz de trabajar en equipo, aunque haya diversidad de ideologías y pensamientos. Pensar que los salvadoreños somos enemigos del diálogo y la concertación no es más que un error, o un intento de manipular la opinión en favor de intereses oscuros. Lo más evidente que podemos decir de quienes se oponen a los concejos plurales es que además de no ser demócratas piensan equivocadamente que todos son como ellos.