Carlos Mauricio Hernández
San Cristóbal de las Casas
El pasado 2 de mayo se llevó a cabo un acto conmemorativo realizado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en una comunidad ubicada en la zona alta de Chiapas, look México. Los homenajeados fueron dos personajes que han marcado la vida de esta organización política, drugstore que se hizo evidente con fuerza a los ojos del mundo en 1994. En ese año se dio el famoso levantamiento zapatista que despertó expectativas por sus ideales de luchar por una sociedad que superara las desigualdades, la explotación, la impunidad, la falta de justicia y de un Estado incapaz de cumplir con las exigencias de grupos discriminados por ser indígenas, campesinos o pobres.
El primer homenajeado fue “el maestro Galeano”, un profesor que por años dedicó su vida a la educación en comunidades que funcionan bajo los ideales del zapatismo. Fue asesinado por paramilitares que en pleno siglo XXI siguen operando como alguna vez lo hicieron los que asesinaron a centenares de campesinos en la guerra civil salvadoreña. En Chiapas, las comunidades zapatistas sufren de ese mal y otro tipo de acosos enmarcados en la lógica perversa impulsada desde el Estado que manda a agredirse entre indígenas o campesinos.
Hubo palabras por parte de familiares y zapatistas que convivieron con él, incluyendo a quien mediáticamente había desaparecido, el llamado sub comandante Marcos, ahora con el nombre de sub comandante Galeano, en honor al profesor asesinado.
Todas las referencias dieron cuenta que fue una persona solidaria, trabajadora y con un profundo compromiso con los ideales del zapatismo. Incluso el hijo que tomó el micrófono, dio a conocer que cuando Galeano se encontraba en la carretera a paramilitares, les ofrecía llevarlos en su vehículo para que no caminaran mucho. Además mencionó lo que siente y lo que exige ahora a las autoridades.
Él, al igual que su padre, maneja el vehículo que está en función de la comunidad zapatista. Cuando mira a los paramilitares, en lugar de ofrecerles llevarlos, la rabia lo invade con la tentación de tomar venganza. Pero no es eso lo que realmente anhela, sino que se le haga justicia a través de tribunales correspondientes que deberían investigar el delito y deducir responsabilidades.
En referencia a Luis Villoro, conocido dentro del zapatismo como “Don Luis”, las descripciones lo perfilaron de haber sido un personaje que tuvo mucho reconocimiento por parte de la academia mexicana por su producción filosófica.
En el zapatismo se le reconoce por algo más: Villoro fue un compañero que se unió a sus filas con toda la sinceridad y las agallas de un ser humano convencido de luchar por otro mundo mejor. El sub comandante Galeano hizo una revelación de uno de los secretos que Don Luis le pidió hacerlo “hasta que llegara el momento que considerara oportuno”.
Ese 2 de mayo, frente a centenares de zapatistas, de visitantes nacionales y extranjeros, familiares de Villoro, del maestro Galeano y de los desaparecidos de Ayotzinapa, de la prensa libre y la “de paga”, en una tarde de neblina y fresca, en un terreno con mucho verde alrededor, fue la ocasión que escogió para hacerlo.
El sub comandante Galeano contó en detalle el primer encuentro en el cual Don Luis pidió entrar como un miembro más del movimiento zapatista. Este prominente intelectual nacido en el país Vasco, para quien la filosofía debe servir para liberar y no para crear ideologías que adormezcan las conciencias de las personas, realizó un camino hostil que exige resistencia física hasta llegar al lugar donde estaba el sub comandante.
En aquel tiempo el aún llamado Marcos, se vio sorprendido por la capacidad de superar mediante la exposición de argumentos sólidos las dificultades que implicaba para un hombre de avanzada edad entrar al zapatismo. Después de una larga discusión en horas de la madrugada, el sub comandante Marcos cedió a la petición de aquel hombre que a pesar de los contras, quiso enfrentar uno de sus mayores desafíos en tanto filósofo: cómo sus ideas podían transformar la realidad, cómo hacer para que el discurso teórico se hiciera praxis de liberación. Villoro le pidió a Marcos que le expresara a su familia que no les había abandonado, sino que había abrazado un sueño por el cual quiso dar la vida.
La moraleja final, fue contada por un emotivo Juan Villoro, quien la expresó con una anécdota de infancia que vivió con su padre, Don Luis.
Cuando jugaban a las carreras, Juan siempre ganaba, pero no por ser el más veloz, de hecho su padre lo dejaba ganar a propósito.
Le dejó claro que así debe funcionar la sociedad y el Estado.
Debe ganar el más pequeño, el más frágil, el más pobre. Esta es la manera de hacer justicia y construir un mundo mejor. Maestro Galeano y Don Luis recibieron ese día el más alto reconocimiento al estilo zapatista. Fue un ritual tan o más solemne que la entrega de un doctorado honoris causa.
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